Miguel Sebastian (ALN).- Si la productividad crece, aumenta la renta per cápita. También lo hace si se reduce la tasa de paro, si se eleva la tasa de actividad o si mejora el factor demográfico. A corto plazo, la evolución del PIB per cápita dependerá, por tanto, de estos cuatro factores. Sin embargo, a largo plazo, esto no será así.
Si en algo estamos de acuerdo prácticamente la totalidad de los economistas es en que el crecimiento a largo plazo de la renta per cápita de un país depende fundamentalmente de la productividad. Para entender este hecho, suelo presentar a mis alumnos la siguiente descomposición del PIB o renta per cápita, válido para cualquier país:
Donde PET es la Población en Edad de Trabajar (en general, la población entre 16 y 65 años) y donde el lector puede comprobar que los numeradores y denominadores se cancelan y la expresión anterior es una identidad, no una aproximación. El primer término, el cociente entre el PIB real y el empleo, es lo que entendemos por “productividad”: la cantidad de producto que se genera por cada trabajador. El segundo término es igual a (1- tasa de paro), pues la tasa de paro se define como el cociente entre los parados y los activos, y los activos son la suma de los parados y los empleados. El tercer término es la “tasa de actividad”, el porcentaje de la población en edad de trabajar que, o bien tiene empleo, o bien lo está buscando. También se la conoce como “tasa de participación”. Y, finalmente, el último término es un factor demográfico que recoge el envejecimiento de la población. Si la población de más de 65 años aumenta, este factor se reduce. Por tanto, podemos reescribir la anterior identidad como:
Si la productividad crece, aumenta la renta per cápita. También lo hace si se reduce la tasa de paro, si se eleva la tasa de actividad o si mejora el factor demográfico. A corto plazo, la evolución del PIB per cápita dependerá, por tanto, de estos cuatro factores. Sin embargo, a largo plazo, esto no será así. Ninguno de los tres últimos factores tiene “tendencia”, es decir, no puede crecer de forma permanente e indefinida. La razón es que todas estas tasas o factores están acotados por definición (no pueden exceder el 100%) y generalmente fluctúan dentro de un rango pequeño. Por tanto, pueden explicar pequeños movimientos de la renta per cápita a corto plazo, pero no en un horizonte mayor. La única variable que tiene tendencia y, por tanto, puede explicar el crecimiento a largo plazo es la productividad.
Es difícil medir la productividad. El concepto más fácilmente observable, el cociente entre la producción y el empleo, está sujeto a fuertes oscilaciones cíclicas por la creación y destrucción de empleo asociadas a los booms y recesiones y que poco tienen que ver con el crecimiento a largo plazo de un país. En su lugar se utiliza la “productividad de los factores” (PTF), que es la cantidad de output que puede producirse con una determinada cantidad de factores, capital y trabajo, incluyendo el capital humano. Así pues, cuando la PTF aumenta, la economía puede producir más renta con la misma cantidad de capital físico y de capital humano. Por tanto, la PTF resulta fundamental para explicar el crecimiento a largo plazo de un país, al recoger básicamente los efectos del progreso tecnológico, entendido éste en sentido amplio.
En el Gráfico 1 se presenta, con datos anuales de la Comisión Europea, la evolución de la Productividad Total de los Factores (PTF) para España, Alemania y EE.UU. Quizás no haya un gráfico mejor que ese para ilustrar el problema del “modelo productivo” español.
Tomando el valor 100 en 1990, la PTF apenas creció un 5% acumulado en dos décadas y media en España, mientras que lo hizo en un 20% y un 27% en los EE.UU. Muchas veces se compara a España con EE.UU. en su comportamiento macroeconómico: déficit por cuenta corriente, deuda privada y burbuja inmobiliaria. Pero esta es una variable que los distingue radicalmente. Y es una variable fundamental. Explica no sólo el crecimiento a largo plazo de una economía, sino la evolución de los salarios reales, la competitividad exterior y la sostenibilidad del Estado del Bienestar. Y, si tomamos el periodo que siguió a nuestra entrada en el euro en 1999, los datos son aún más deprimentes. La PTF apenas ha crecido un 1% acumulado en estos 18 años de pertenencia a la moneda única, frente al 10% de los EE.UU. y el 13% de Alemania.
La inversión en I+D+i como factor explicativo
Empíricamente no es fácil encontrar una relación estrecha entre I+D y productividad total de los factores. Los motivos son dos: (i) que hay problemas de medida con la PTF, porque al fin y al cabo se estima como un residuo[1], es decir, la parte del crecimiento del PIB real que no se puede explicar por la acumulación de factores productivos, capital y trabajo y (ii) porque hay retardos, que pueden ser significativos. La inversión en I+D puede tardar años en traducirse en un aumento de la productividad y, por tanto, de la renta per cápita. Piénsese en un avance tecnológico que mejora la productividad del capital y del trabajo. Primero habrá una etapa de investigación, posteriormente de patentes, seguida por una fase de desarrollo y finalmente de difusión por el tejido productivo. Pese a estas dificultades, la evidencia con datos de sección cruzada demuestra que los países que más invierten en I+D consiguen alcanzar mayores tasas de crecimiento a largo plazo.
En este sentido, la situación de la inversión en I+D en España es decepcionante. Tras unos años, bajo el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero, en los que el gasto en I+D recortaba distancias con respecto a nuestros socios europeos, desde la crisis se ha revertido la tendencia, sobre todo a partir de la llegada de Mariano Rajoy a La Moncloa.
El Gráfico 2 recoge una evidencia que puede resumirse en los siguientes hechos:
- La inversión promedio en I+D en España desde 1990 a 2015 ha sido apenas un 1% del PIB, frente al 2,6% de EE.UU. y un 2,5% de Alemania, que casi triplican el esfuerzo hecho por España. Ello explica el gap en renta per cápita de España frente a otros países desarrollados.
- Desde 2002 y, sobre todo, desde 2005 se produce una convergencia del esfuerzo en I+D de España en relación con el de Alemania y los EE.UU.
- El ratio máximo en España se alcanza en 2009 y 2010, con un 1,35% del PIB. Ello quiere decir que, pese a la crisis, el Gobierno de Zapatero no recorta el esfuerzo en I+D hasta el año 2011.
- En los años de Gobierno de Rajoy se produce una importante caída de la inversión en I+D, hasta volver al 1,21% del PIB, el nivel que existía a principios de 2007. Una década perdida.
- Alemania y EE.UU. no han recortado su esfuerzo de I+D como consecuencia de la crisis. De hecho, los EE.UU. han mantenido la inversión en investigación, mientras que Alemania la ha elevado. Por tanto, desde 2012 se produce una divergencia en el proceso de acercamiento de España a los ratios de I+D de los principales países industrializados.
El Informe COTEC
El pasado lunes 12 de junio, la Fundación COTEC presentó su Informe anual sobre la Situación de la Investigación y el Desarrollo en España. El informe puede descargarse en un formato innovador. Con la presencia de los Reyes de España, tanto el Rey Felipe VI como el Rey Emérito, Juan Carlos I, y en un acto masivo y original, las conclusiones del Informe COTEC 2017 sonaron muy contundentes. Pueden resumirse en lo siguiente:
- El conjunto de la Unión Europea invierte hoy un 25% más en I+D que antes del inicio de la crisis económica. España, un 10% menos.
- Si la tendencia no cambia de forma urgente, no parece que España pueda desempeñar un papel protagonista en un escenario de profundos cambios.
- La financiación de la I+D por el sector privado español es inferior a la mayoría de los países desarrollados. Por tanto, tenemos no sólo un problema de inversión pública en I+D, sino también de inversión empresarial. En España sólo un 52% del total del gasto en I+D lo realizan las empresas. En la Unión Europea ese porcentaje supera el 63%.
- Casi la mitad del gasto empresarial en I+D fue ejecutado por PYMES. Ello demuestra que el sistema de incentivos a través de deducciones fiscales en el Impuesto de Sociedades no está funcionando.
- Aunque el gasto en I+D en 2016 ha aumentado por primera vez desde el inicio de la crisis, ha seguido cayendo en términos del PIB, alejándonos más del promedio europeo.
- La producción científica, que había alcanzado un máximo en 2014, ha retrocedido un 5%, siendo España superada por Australia.
- El número de patentes, tanto nacionales como europeas, ha retrocedido un 20% desde 2008. Con 32 patentes por millón de habitantes nos alejamos de las 307 patentes de países como Alemania.
- En los Presupuestos Generales del Estado hay una brecha creciente entre los presupuestos iniciales y el volumen efectivamente ejecutado. En 2015 se registró la menor tasa de ejecución presupuestaria desde que existen datos, un 61%.
- La estructura de cualificaciones de la población española limita el desarrollo e incorporación de las innovaciones. Hay una alta presencia de trabajadores con un nivel de cualificaciones muy bajo.
- En cuanto al número de investigadores, en 2003 en España había cinco investigadores por cada 1.000 ocupados. En 2009 se había conseguido alcanzar el promedio europeo: casi siete de cada 1.000 ocupados, y la cifra siguió subiendo hasta 2010 (véase Gráfico 3). Hoy hay en España unos 122.000 investigadores, un 10% por debajo del máximo, volviendo a las cifras que había en 2007. Ello indica que también hemos retrocedido casi una década en lo que se refiere a personal investigador. Por el contrario, en el conjunto de la Unión Europea, el número ha continuado creciendo, pese a la crisis. Por consiguiente, muchos de esos investigadores españoles perdidos son jóvenes que se han ido al extranjero y serán difícilmente recuperables.
Lo más llamativo de este informe es, además de sus conclusiones demoledoras, la escasa incidencia política que ha tenido. Al día siguiente de su presentación tenía lugar el inicio del debate de una moción de censura contra el presidente del Gobierno, con la presentación de una alternativa que, como se esperaba, fue ampliamente derrotada por el Parlamento. Pero en el largo debate de dos días no se habló apenas de la I+D ni del Informe COTEC. Indiferencia absoluta.
Ello me recuerda lo que ocurrió cuando en 2004 llegamos a la Presidencia del Gobierno tras la victoria de Zapatero en las elecciones generales. Al poco tiempo de tomar posesión el presidente se reunió por separado con cada uno de los presidentes de las Comunidades Autónomas. Al acabar la ronda me llamó a su despacho, como director que era de la Oficina Económica del presidente, y me confesó: “Me han pedido carreteras, aeropuertos, puertos, puentes y AVE. Pero nadie me ha pedido I+D”. Casi 15 años después, parece que seguimos con la misma indiferencia política. Ni siquiera ha cambiado con la llegada de los nuevos partidos, más innovadores en teoría.
Pero el problema con esta indiferencia es que, como bien decía el primer presidente de COTEC, José Ángel Sánchez-Asiain, recientemente fallecido: “Ya no hay duda de que hemos entrado en un período en el que la apuesta por la innovación es la única posible para sociedades como la nuestra”.