Antonio José Chinchetru (ALN).- El de Daniel Ortega es un régimen con voluntad de convertirse en dinástico. Sin embargo, ha fracasado en ese objetivo. La mujer del autócrata, Rosario Murillo, es todavía más impopular que él. Los hijos ocupan puestos claves en el entramado económico y mediático nicaragüense, pero carecen de carisma político.
El régimen de Daniel Ortega implantó una concepción del poder dinástica. La señalada para suceder al autócrata era su mujer y vicepresidenta, Rosario Murillo. Sigue los pasos del clan Somoza, que dio tres dictadores sucesivos al país. Es además un modelo similar al que instauró el peronismo en Argentina. A Juan Domingo Perón le sustituyó en el poder su esposa María Estela Martínez (más conocida como Isabel Perón). Además, como el castrismo en Cuba (donde Raúl Castro heredó a Fidel Castro y la siguiente generación familiar copa cargos de importancia), la familia gobernante ha ido colocando a varios de sus hijos en puestos de poder e influencia. Sin embargo, en el caso de Nicaragua la estrategia dinástica está destinada a fracasar.
El director del periódico digital Confidencial.com.ni, Carlos F. Chamorro, tiene claro que se aproxima el final de la presencia del clan Ortega en el poder. En un artículo publicado este fin de semana por El País de España afirmaba: “El proyecto de una dictadura dinástica en Nicaragua está muerto y enterrado”.
“Sin embargo, para doblegar la estrategia de terror de Ortega, la Alianza Cívica debe transformarse en una verdadera coalición política capaz de convocar una unidad nacional aún más amplia para resistir y conducir una batalla prolongada”, añade Chamoro, uno de los periodistas más prestigiosos de Nicaragua.
“Una genuina revolución pacífica sólo puede triunfar ante un régimen de fuerza si se mantiene la presión de la rebelión cívica al máximo nivel, en sincronía con una mayor solidaridad internacional y una acción multilateral, incluyendo sanciones efectivas que conduzcan al aislamiento total de la dictadura. Llegado ese punto de no retorno en el que mayores niveles de represión se tornan intolerables para la existencia misma de la nación, el Ejército de Nicaragua tendrá que escoger entre sus lealtades personales y partidarias y sus intereses institucionales y nacionales. Un dilema complejo pero determinante para ahorrarle al país más dolor y derramamiento de sangre”, sostiene el artículo.
Eduardo Fernández Luiña: “Rosario Murillo sin Ortega no es nada, y los hijos son ‘los gestores de la finca’ pero no tienen carisma político”
Eduardo Fernández Luiña, profesor de Ciencia Política de la Universidad Francisco Marroquín, tiene claro que la caída de Daniel Ortega arrastraría a toda la familia. “Rosario Murillo sin Ortega no es nada, y los hijos son ‘los gestores de la finca’ pero no tienen carisma político”, dijo a ALnavío. Para este académico, la clave de la permanencia del dictador está en la actitud que tenga el Ejército, algo que apuntaba Chamorro en su artículo.
“El Ejército se está manteniendo al margen, sin desgaste político, y hay altos mandos obteniendo rentas. Está en la posición más cómoda, no se desgasta políticamente a la ciudadanía y básicamente sigue apoyando al régimen”, señaló Luiña. El profesor añadió que “el Ejército puede ser un actor clave para derribar a Ortega, pero su actitud hoy es de pasividad total. Dice cuatro cosas ante la prensa, que no va a hacer nada contra la ciudadanía, pero no hace nada por cambiar el statu quo”.
El fin del sandinismo orteguista
Rogelio Núñez, investigador del Instituto de Estudios Latinoamericanos (Ielat) de la Universidad de Alcalá (Madrid) destacó a ALnavío que “el tema de la dinastía familiar” es uno de los paralelismos entre las épocas de Somoza y Ortega en Nicaragua. “En el somozismo, al padre (Anastasio Somoza García) le sucedió el hijo (Luis Somoza) y a este el hermano (Anastasio Somoza Debayle). Con Ortega no ha ocurrido, pero la esposa es la vicepresidenta y todos los hijos están muy bien posicionados en el régimen”.
Rogelio Núñez: “No sé si Ortega logrará terminar su mandato o no, pero el sandinismo orteguista ha acabado”
El académico del Ielat señaló los paralelismos con Cuba y Argentina y añadió que no se trata de un fenómeno nuevo en Nicaragua. “Hay una cultura política tradicional que se remonta al siglo XIX, no lo inventaron ni Ortega ni Somoza”, añadió.
Núñez tiene claro que “esto se ha terminado. No sé si Ortega logrará terminar su mandato o no, pero el sandinismo orteguista ha acabado. Ha terminado por la masacre, que no se ha dado con esa magnitud ni tan siquiera en Venezuela. Es de una magnitud que imposibilita la continuidad del régimen a medio plazo. La continuidad de Ortega es inviable y ocurre lo mismo con la de su esposa. En este caso se suma que además es muy impopular”.
Tampoco cree que los vástagos tengan capacidad de suceder al dictador. Dijo que “los hijos de Daniel Ortega tienen mucha influencia en el ámbito empresarial y de los medios de comunicación, pero el papel político relevante es el de Rosario Murillo”.
Evitar una nueva guerra civil en Nicaragua
Sergio Ramírez, exvicepresidente de Nicaragua y premio Cervantes, comparte la visión de que en este caso se trata de una revolución pacífica. En un artículo titulado Por qué la revolución sandinista se fue al traste, afirma: “La resistencia civil no violenta cuenta, antes que nada, con la voluntad de quienes resisten para no hacer uso de armas, y parece ser una voluntad indoblegable. Es por eso que hay que abrir bien los ojos frente a lo que ocurre en Nicaragua. Si logramos un cambio de la dictadura a la democracia sin guerra civil, nos evitaremos el riesgo, tantas veces probado, de que sobre los escombros del país se erija un nuevo tirano triunfante que se siente en la silla del tirano derrotado militarmente”.
Sergio Ramírez: “Ahora veo a alguien ensordecido por el éxito de la represión desmedida de sus fuerzas paramilitares”
En una entrevista concedida al diario Abc, Ramírez decía de Ortega: “Ahora veo a alguien ensordecido por el éxito de la represión desmedida de sus fuerzas paramilitares. No veo salida por medio de un diálogo, sobre todo después de criminalizar a los obispos. Eso es cerrar las puertas al diálogo”.
También afirmaba del dictador: “En 2006 ya empieza a concentrar en sus manos todo el poder, pero no en nombre de una idea o de un proyecto revolucionario, de un poder familiar y personal. Todo lo que la revolución significó, en 2006 ha desaparecido completamente, sólo queda la postura retórica de ese discurso antiimperialista, antioligárquico… que es sólo un cascaron, por debajo está un gobierno que lo único que busca es la concentración de poder y alianzas contranatura, con grandes empresarios. Algo que se rompe, y por lo que en parte está aislado”.
El presidente de Ecuador, Lenín Moreno, también criticó al dictador nicaragüense. Lo hizo en una entrevista concedida a El País. El mandatario afirmó: “Igual que otros países de la OEA, nos hemos manifestado en contra de esa represión. En contra de la intervención de grupos paramilitares que están cometiendo crímenes innombrables dentro de Nicaragua. Eso no puede ser aceptado bajo ninguna circunstancia. Sin embargo, al igual que lo han hecho muchos países, apelamos a la sensibilidad de las partes para que puedan sentarse en una mesa de diálogo. En caso contrario, la democracia de ese tipo, como está planteada en Nicaragua, no es viable”.
El gobierno de Moreno ya había dejado clara su postura de condena a la represión de Daniel Ortega. Fue, junto con otros 12 países de América Latina, uno de los firmantes de un comunicado emitido a mediados de julio en el que se exigía el fin de la violencia en Nicaragua (Ver más: Daniel Ortega está cada vez más aislado en la comunidad internacional). La nota exigía “el cese inmediato a los actos de violencia, intimidación y amenazas dirigidas a la sociedad nicaragüense; y el desmantelamiento de los grupos paramilitares”. También reclamaba el restablecimiento del diálogo nacional “dentro de un clima de respeto a las libertades fundamentales” y “el fortalecimiento de la democracia, los Derechos Humanos y el Estado de derecho en ese país”.