Ysrrael Camero (ALN).- A través de varios gestos públicos el vicepresidente Pablo Iglesias, cabeza de Unidas Podemos, ha pretendido marcar diferencias con el PSOE, organización con la que comparte coalición de gobierno. Ha llegado a presentar, junto con ERC y EH Bildu, una enmienda a los mismos Presupuestos Generales del Estado que había presentado previamente con Pedro Sánchez. Por ello Iglesias ha sido acusado de deslealtad.
La gestualidad de Pablo Iglesias ha motivado llamadas de atención de parte de otros miembros del gabinete. La ministra de defensa, Margarita Robles, ha recordado que existe un solo gobierno, y que el presidente ejecutivo es el socialista Pedro Sánchez. No se hizo esperar la airada respuesta de Ione Belarra, secretaria de Estado de Agenda 2030, quien acusó a Robles de dejarse “adular por la derecha mediática”.
Aunque es normal que existan roces dentro de un gobierno de coalición, el carácter público de los mismos y la falta de prudencia en las formas ha motivado la acusación de deslealtad contra Iglesias.
Sin embargo, esta gestualidad, lejos de ser un desliz involuntario realizado al calor de un debate, parece ser parte de una estrategia comunicacional de Unidas Podemos (UP) para marcar un perfil propio que los diferencie del PSOE.
Efectivamente, Pablo Iglesias quiere escapar del abrazo de oso que implica ser el socio menor en un gobierno de coalición. En la medida que una coalición se estabiliza la posibilidad de que el socio más grande vaya tragándose el electorado del socio menor se incrementa. Para una organización como Unidas Podemos, que pretendía asaltar los cielos y derrumbar el régimen del 78 para instalar la “Democracia Real”, esto constituiría una irónica tragedia.
Un matrimonio por conveniencia
Recordemos que la coalición entre el PSOE y Unidas Podemos es más un producto de la necesidad que del deseo, y que las relaciones entre Pedro Sánchez y Pablo Iglesias no eran las mejores antes de pactar. UP se propuso, al inicio de su acción pública, desplazar al PSOE en el electorado de izquierdas a través de un sorpasso. Identificaba Iglesias al partido de Felipe González como el partido central del régimen del 78.
Pero se atravesó Pedro Sánchez, tomando el control del PSOE con unas elecciones, moviéndolo más a la izquierda, ampliando su distancia con el Partido Popular, y recuperando progresivamente al electorado que había empezado a votar por Podemos.
Hasta allí llegaron los sueños de “asaltar el cielo” de la tolda morada. El movimiento de Pedro Sánchez detuvo la sangría electoral del PSOE hacia Podemos. La moción de censura contra Mariano Rajoy unió a Sánchez con Iglesias en un movimiento táctico para constituir una endeble mayoría que convirtió al primero en presidente en funciones.
Tuvieron que pasar dos elecciones generales para ponerse de acuerdo y formar gobierno. En los comicios de noviembre de 2019, Unidas Podemos había descendido y Vox emergía con fuerza, amenazando al régimen del 78 desde la derecha. La opinión pública y el electorado no dejarían pasar unas terceras elecciones sin castigarlos.
Una pandemia cohesionadora
Ni 100 días duró la felicidad que implicó formar el primer gobierno de coalición de la democracia. En marzo de 2020 llegó la pandemia global y trastocó toda planificación previa, tanto en España como en el resto del planeta.
A la tensión generada sobre el sistema sanitario y el aparato económico se sumó pronto el uso político que la oposición dio al manejo gubernamental de la pandemia. Esta amenaza contribuyó a darle mayor unidad a la naciente coalición.
Sin embargo, dos elecciones autonómicas, realizadas el 12 de julio, en Galicia y en Euskadi, durante la pandemia, encendieron alarmas en Unidas Podemos. Pretendían capitalizar electoralmente el hecho de ser partido de gobierno, pero los resultados fueron pésimos.
Los gallegos no sólo le dieron la mayoría absoluta a los populares con Alberto Núñez Feijóo, sino que también sacaron a las confluencias podemitas del Parlamento. A pesar del empeño que la ministra Yolanda Díaz puso en darle apoyo a su organización en Galicia, estos desaparecieron electoralmente.
En el País Vasco ocurrió algo similar. El electorado ratificó a Iñigo Urkullu, del PNV, como lehendakari, pero Podemos perdió casi la mitad de su representación parlamentaria, pasando de 11 a seis diputados.
El rojo grande se come al pequeño morado
Parecía cumplirse la maldición de los gobiernos de coalición, fortaleciendo al partido principal, en este caso el PSOE, y debilitando al partido minoritario. La sucesión de encuestas ratifica la tendencia. El peso político de Unidas Podemos se va diluyendo, mientras que el PSOE permanece como primera fuerza, dominando al electorado de izquierda sin verse amenazado.
Eso ratifica que Pablo Iglesias y Unidas Podemos se encuentran atrapados como socios de gobierno. La conformación del gabinete da muestras del cerco político. Es Iglesias vicepresidente, como las socialistas Carmen Calvo, que controla la articulación política, y Teresa Ribera, así como lo es Nadia Calviño, quien ejerce una función moderadora en el área económica, con un vínculo fuerte con las instituciones europeas.
Diferenciarse sin caer fuera del poder
En ese marco, las desavenencias públicas de Pablo Iglesias son desesperados intentos para diferenciarse frente a su propio electorado. Gestos para preservar su nicho, que va en camino a reducirse al de Izquierda Unida.
La ratificación del carácter republicano de Unidas Podemos, como analizamos en un artículo previo, lo llevó a criticar públicamente la salida del rey emérito Juan Carlos I, así como el hecho de que no fue una decisión informada por Pedro Sánchez.
En materia de política exterior también Pablo Iglesias ha tenido alguna intervención polémica, violentando los parámetros de la coalición. El caso de Marruecos fue delicado: Pablo Iglesias declaró a favor de un referéndum de autodeterminación de la población saharaui, como ha sido tradicional en UP, violentando la posición prudente del gobierno español. Se le recordó que la política exterior la maneja la ministra de Asuntos Exteriores y el mismo presidente, con lo que quedó desautorizado.
La disputa también tiene lugar en la negociación de los Presupuestos Generales del Estado. El PSOE no quiere quedar atrapado en la radicalización que impulsa UP, e insiste en mantener puertas abiertas y manos tendidas a Ciudadanos (Cs), al tiempo que fortalece su vínculo con el PNV, partido moderado y centrado.
Unidas Podemos intenta evitar el giro al centro de los socialistas, por lo que no sólo ataca a Cs, sino que trata de consolidar el apoyo de ERC y de EH Bildu, convirtiendo en mayoría de gestión la endeble mayoría que permitió la formación del gobierno.
El gesto de presentar una enmienda, junto a estos socios, para evitar los desahucios, de espaldas al PSOE, sin informar a las ministras de Hacienda y Economía, fue una evidente deslealtad. Este fue el gesto que provocó la llamada de atención de Margarita Robles, y la disputa con Ione Belarra.
Pero no lograrán zafarse el uno del otro sin caer al abismo. Ambos socios se encuentran atrapados en el gobierno, y tres años quedan para lograr convivir en este matrimonio de conveniencia.