Pedro Benítez (ALN).- A Juan Manuel Santos le preocupa, y mucho, la crisis venezolana. Por ello ha tratado el tema con La Habana y es un punto importante de la agenda en la visita a Cartagena del vicepresidente de Estados Unidos, Mike Pence.
Muchos en Venezuela tienen miedo de que el país se quede solo; es decir, que la comunidad democrática internacional se termine cansando de esta larga crisis y dirija su atención a otra parte, con lo cual el amplio sector del país que adversa a Nicolás Maduro estaría inerme frente a un régimen que ha demostrado no importarle que sus ciudadanos fallezcan por falta de alimentos y medicinas, y no tener inconvenientes en mantenerse en el poder a sangre y fuego. Después de todo cada país tiene sus propios problemas.
Pero hay un país que no tiene esa opción. Ese país es Colombia. Su principal temor hoy es quedarse solo con la crisis de Venezuela.
Colombia y Venezuela son países siameses. En las respectivas capitales, Bogotá y Caracas, esa es una realidad que suele con frecuencia pasarse por alto. Pero en las regiones cercanas a la frontera común la percepción ha sido desde siempre muy distinta y por fuertes motivos.
Parte del proceso de conquista española de los Andes y el occidente de lo que hoy es Venezuela partió de la meseta de Bogotá. Durante la época colonial española en varias ocasiones territorios que hoy son parte de Venezuela estuvieron bajo la jurisdicción del Virreinato de la Nueva Granada.
Una masiva movilización de venezolanos huyendo del hambre será un gravísimo problema para Colombia
La Independencia de la Nueva Granada fue posible por la fuerza militar que Simón Bolívar organizó y llevó desde los llanos venezolanos. Por otra parte, la Independencia de Venezuela no hubiera sido posible si Bolívar no libera primero Nueva Granada. Esa fue una de las razones que lo llevaron a intentar crear un solo Estado con los dos territorios.
Dos venezolanos fueron presidentes de Colombia: Bolívar y Rafael Urdaneta. De hecho, el país le debe su nombre actual al primero. Tres presidentes de Venezuela fueron hijos de colombianos: Juan Vicente Gómez, Carlos Andrés Pérez y Ramón J. Velázquez. Este último caso es interesante porque su abuelo era venezolano y en la Guerra Federal (1859-1863), que diezmó a Venezuela, se fue a Colombia.
Fue muy común que durante los largos conflictos civiles en ambos países los perdedores buscaran refugio en el otro. Es el caso de Cipriano Castro, general y político liberal venezolano que se exilió al otro lado de la frontera, hasta que las circunstancias cambiaron en Venezuela y desde la ciudad colombiana de Cúcuta organizó en 1899 una revolución que terminó llevándolo al poder en Caracas.
Durante la larga dictadura de su sucesor, el general Juan Vicente Gómez (1908-1935), miles de campesinos del estado fronterizo de Táchira se refugiaron en Colombia huyendo de la represión. El Plan de Barranquilla, uno de los documentos políticos más importantes del siglo XX venezolano, fue redactado y suscrito en esa ciudad de la costa caribe colombiana por un grupo de estudiantes venezolanos que se habían exiliado allí.
Luego del inicio de la denominada era de la “Violencia” en Colombia en 1948, con el asesinato de Eliecer Gaitán, decenas de miles de colombianos buscaron refugio y una mejor vida en Venezuela. Ese fue el comienzo de la más importante migración ocurrida en Suramérica entre dos países. En algún momento se estimó que unos tres millones de colombianos o sus descendientes estaban viviendo en Venezuela, a fines del siglo XX.
Los distintos gobiernos, y las Fuerzas Armadas y policiales venezolanas solían ser mucho más duras con el bandolerismo y la guerrilla provenientes de Colombia que las propias administraciones de Bogotá, que siempre tuvieron problemas para ejercer el control pleno de su complejo territorio.
El narcotráfico, la guerrilla subversiva y el paramilitarismo comenzaron en Colombia pero se transformaron en un problema común. En particular con la llegada de Hugo Chávez al poder en Venezuela.
Hasta 1999 la actitud de los gobiernos de Caracas hacia Colombia varió de la fría indiferencia, pasando por la tensión hostil (los dos países estuvieron al borde la guerra en 1987 por la disputa territorial sobre el Golfo de Venezuela), hasta la cordial cooperación que Carlos Andrés Pérez promovió en sus dos administraciones y que llevó a sus adversarios en Venezuela a acusarlo de filocolombiano.
Con Chávez la política hacia Colombia cambió drásticamente. Él se convirtió en un aliado de las FARC, el principal y más antiguo grupo guerrillero colombiano. Al principio esas fueron relaciones furtivas, que con el paso del tiempo se hicieron más abiertas hasta llegar a un punto en el cual por primera vez un gobierno venezolano tomaba partido abierto por el bando insurrecto del país vecino.
Quiso el destino que este giro coincidiera con la llegada al poder de Álvaro Uribe y el enfrentamiento entre los dos gobiernos llegara a escalar hasta las amenazas de guerra por parte de Chávez.
Venezuela en la agenda de Santos con La Habana y con Mike Pence
La distensión llegó con el presidente Juan Manuel Santos, que interesado fundamentalmente en promover el proceso de paz con las FARC, se convirtió en el “nuevo mejor amigo”, en palabras de Nicolás Maduro. Pero justo en estos años se ha gestado la gigantesca crisis económica venezolana, siendo una de sus secuelas la emigración masiva.
En los próximos meses (si no semanas) Colombia podría perfectamente desplazar a Estados Unidos y España como el mayor receptor de la diáspora venezolana. Ya la tradicional tendencia migratoria entre los dos países se revirtió como consecuencia de la mejora de la economía colombiana, simultánea al desplome de Venezuela.
Por todas las razones anteriores Venezuela no es para Colombia lo que Cuba para Estados Unidos. Para empezar no los separan 80 millas de mar, sino que los unen más de 2.219 kilómetros de frontera terrestre.
Una masiva movilización de venezolanos huyendo del hambre será un gravísimo problema para Colombia. Desde el punto de vista de la clase dirigente de Bogotá lo que ocurre en Venezuela no es solo una cuestión de defensa de la democracia y los derechos humanos.
No hay manera de que la crisis en Venezuela no arrastre fatalmente a Colombia. Eso se va a transformar en una crisis regional
Por todas estas razones, si para un país es fundamental que la deriva venezolana se detenga urgentemente, ese país es Colombia.
De hecho, la semana pasada en el primer debate de los precandidatos presidenciales colombianos uno de los dos temas fue la crisis venezolana y la amenaza de un éxodo masivo.
De modo que así como no fue casual que en el viaje de Santos a La Habana antes de la cuestionada elección de la Asamblea Nacional Constituyente, Venezuela fuera una de los temas, tampoco lo ha sido en el viaje que el vicepresidente norteamericano, Mike Pence, acaba de realizar a Cartagena.
Así como Estados Unidos, en boca de Pence, ha dicho que no va a tolerar una nueva dictadura en el continente, Colombia no puede tolerar el desastroso régimen de Maduro.
No hay manera de que la crisis en Venezuela no arrastre fatalmente a Colombia. Eso se va a transformar en una crisis regional. El régimen de Maduro es una amenaza y no solo para los venezolanos.
Santos va a apostar por resolver la crisis venezolana mediante el diálogo porque un conflicto armado para él es impensable. Pero fuera de eso no tiene una estrategia para lidiar con un gobierno vecino al que parece no importarle nada.