Pedro Benítez (ALN).- Contrariamente a lo que se cree dentro y fuera de Venezuela, en este país no se está consolidando un régimen totalitario al estilo de Cuba o Corea del Norte, sino por el contrario, cada día se parece más a un Estado fallido. Nicolás Maduro no gobierna Venezuela, no la administra, no desarrolla políticas públicas. Manda, domina sobre el país, de manera cada vez más precaria. Para muestra, basta observar el caos de la frontera con Colombia, cuyo flujo de emigrantes parece una estampida.
El general Néstor Reverol, ministro de Interior del gobierno de Nicolás Maduro, anunció una serie de medidas y acciones oficiales para controlar la frontera venezolana del estado Táchira con el departamento del Norte de Santander, en Colombia. La de mayor movimiento de personas y mercancías de todo el país.
Por lo visto, el Gobierno venezolano ha decidido intentar poner orden (nuevamente) en un paso fronterizo donde viene ocurriendo un inédito, creciente y desordenado flujo de personas de Venezuela hacia Colombia.
El ministro informó por su cuenta de Twitter la instalación de una policía que “asuma el control migratorio en toda la entidad”. Con lo que por primera vez el Gobierno venezolano estaría admitiendo tímidamente lo que ya es público y notorio en Colombia: hay un grave problema migratorio entre los dos países. Nunca antes tantas personas, en tan poco tiempo, habían cruzado la frontera de Venezuela hacia su vecino occidental con la intención de ir a otros destinos de Suramérica o encontrar algún tipo de sustento en la propia Colombia. Las autoridades colombianas estiman que desde 2015 un millón de personas han cruzado la frontera y de ellas, más de 500.000 se han quedado en ese país (Leer más: Las 6 caras del drama venezolano en la frontera más caliente de América).
Por primera vez el Gobierno venezolano estaría admitiendo tímidamente lo que ya es público y notorio en Colombia: hay un grave problema migratorio entre los dos países
En principio fueron profesionales de clase media, emprendedores y jóvenes trabajadores. Ahora salen sectores socialmente más desfavorecidos a los que el clientelismo chavista ya no puede sostener. El colapso del bolívar está acelerando ese flujo de personas y provocando una fuerte tensión social en Cúcuta, la principal ciudad colombiana fronteriza con Venezuela. Ni Caracas ni Bogotá han podido controlar nunca a ese tercer país que es la frontera común.
Todo esto está incrementando el tradicional caos que ha dominado sobre los 2.219 kilómetros de frontera común, que va desde el mar Caribe hasta la selva del Amazonas. Frontera que en vez de separar, en realidad une la población de los dos países. Nunca para ninguno de los gobiernos de Caracas y Bogotá ha sido posible controlar el flujo de personas y el tráfico de mercancías, creando las condiciones óptimas para el desarrollo de una economía ilegal y propiciando todo tipo de ilícitos y violencia.
La crisis venezolana ha acrecentado ese ambiente caótico, pese a que el gobierno de Maduro (como el de Hugo Chávez en el pasado) siempre ha pretendido cargarle la responsabilidad en exclusiva a su vecino.
Así por ejemplo, el 19 de agosto de 2015 los medios oficiales venezolanos reportaron un ataque paramilitar a soldados de la Fuerza Armada Nacional (FANB) en San Antonio del Táchira (del lado venezolano). Al día siguiente se procedió a un drástico cierre de la frontera colombo-venezolana mediante una fuerte movilización militar.
La medida incluyó un decreto de estado de excepción para once municipios del estado Táchira y el paso fronterizo de Paraguachón en la Alta Guajira, en el estado venezolano del Zulia, con el objetivo de “controlar la zona fronteriza y proteger al pueblo del contrabando de alimentos y combustible”.
Todo el alto gobierno encabezado por Maduro se movilizó en una auténtica cruzada atribuyendo al vecino país el origen de casi todos los problemas económicos y de inseguridad de Venezuela. Si escaseaban productos básicos, eso era por culpa del contrabando de extracción hacia Colombia. Si asesinaban y secuestraban en Caracas, eso tenía que ser por acciones de paramilitares de origen (por supuesto) colombiano.
Las medidas del Gobierno venezolano incluyeron, sin importarle la pésima imagen internacional que se daba, la deportación forzada de miles de humildes familias colombianas asentadas ilegalmente del lado de Venezuela. Se aseguró que desde Cúcuta se realizaban “ataques” contra la moneda venezolana aprovechando el diferencial cambiario de la frontera.
Por supuesto, ninguno de los problemas que se dijo combatir se resolvieron. La razón es muy sencilla: no es en Colombia donde se originan los problemas venezolanos.
Nicolás Maduro manda pero no gobierna
Pero más significativa aún fue la absoluta incapacidad del Estado chavista para hacer cumplir sus propias decisiones. Miles de litros de gasolina subsidiada por Petróleos de Venezuela S.A. (PDVSA) siguieron pasando hacia las ciudades colombianas pese a la presencia de (o en realidad gracias a) la Guardia Nacional venezolana (GNB); y ningún poder pudo detener la cotización al alza del dólar paralelo en Cúcuta.
Once meses después miles de venezolanos forzaron el paso fronterizo en busca de alimentos y medicinas hacia esa ciudad, para alegría de los comerciantes y para amargura de los teóricos de la guerra económica del régimen chavista. Pero además, la seguridad de la frontera no mejoró en lo absoluto.
Por supuesto, ninguno de los problemas que se dijo combatir se resolvieron. La razón es muy sencilla: no es en Colombia donde se originan los problemas venezolanos
En esa incapacidad para controlar su propio territorio, puertos, aeropuertos y pasos terrestres con Colombia, puede estar la clave para explicar dónde está parado el régimen venezolano y hacia dónde se dirige el país. El ministro Reverol anuncia su próximo fracaso. Simplemente no podrá hacer ahora lo que no pudo hacer ayer.
Si como alguna teoría supone, Maduro está consolidando su poder mediante una maniobra de anarquía controlada, el régimen estaría haciendo entonces algo inédito en el mundo porque ninguna dictadura se ha afianzado así.
Este recuento nos lleva a concluir que, contrariamente a lo que se cree dentro y fuera de Venezuela, en este país no se está consolidando un régimen totalitario al estilo de Cuba o Corea del Norte, sino por el contrario, cada día se parece más a un Estado fallido.
El gobierno de Nicolás Maduro no gobierna Venezuela, no la administra, no desarrolla políticas públicas. Manda, domina sobre el país, de manera cada vez más precaria.