Zenaida Amador (ALN).- La reaparición de enfermedades, las fallas alimenticias, la ausencia de medicamentos y la profundización de la crisis económica pintan un panorama sombrío para Venezuela. En esta serie de entregas ALnavío analiza a fondo la paralización de una de las naciones más ricas del mundo.
Venezuela enfrenta una emergencia humanitaria compleja desde 2015 que responde a multiplicidad de causas, pero que afecta gravemente todos los órdenes de la vida y que, dada su profundidad, requiere de una respuesta internacional. Sólo recientemente el mundo entendió la magnitud de la crisis y por eso se encendieron las alarmas, se hicieron gestiones para enviar ayuda humanitaria al país y muchos siguen presionando para que se produzca un desmontaje del modelo de gestión que tras 20 años en el poder condujo a la nación a esta circunstancia.
Y es comprensible este afán, pues está claro que en la medida en que la situación se prolongue mayor será el deterioro y, en consecuencia, peores las condiciones sanitarias y de salud, lo que amenaza con el contagio internacional de enfermedades que muchos países incluso consideraban erradicadas.
El estudio “Crisis humanitaria de Venezuela, resurgimiento de enfermedades transmitidas por vectores y su implicación en la propagación en la región: una reseña y un llamado a la acción”, que fue liderado por investigadores de la Universidad de Glasgow, advierte que se podría generar “una epidemia de proporciones sin precedentes” en América del Sur por el brote de enfermedades mortales en Venezuela
En este sentido, recientemente se divulgó el estudio “Crisis humanitaria de Venezuela, resurgimiento de enfermedades transmitidas por vectores y su implicación en la propagación en la región: una reseña y un llamado a la acción”, que fue liderado por investigadores de la Universidad de Glasgow, donde se advierte que se podría generar “una epidemia de proporciones sin precedentes” en América del Sur por el brote de enfermedades mortales en Venezuela.
La alerta se activa dado el alto volumen de emigrantes venezolanos de los últimos años, que la agencia de la ONU para los refugiados ubica en 3,7 millones. Según la OEA, sin un cambio significativo que pueda revertir la crisis económica, política y social en Venezuela, “el número total de migrantes y refugiados podría llegar a estar entre 5,39 y 5,75 millones a finales del año 2019”.
El citado estudio detectó, entre otras cosas, el incremento de epidemias de enfermedades graves tales como malaria, enfermedad de Chagas, leishmaniasis, zika y dengue, y su propagación continua a países vecinos, aunque sobre datos imprecisos. “Lamentablemente, hoy en día las instituciones gubernamentales venezolanas pudiesen estar activamente ocultando datos relacionados a la salud pública”.
Tapar el sol
Esta semana el régimen de Nicolás Maduro aseguró en la ONU que son falsos estos señalamientos, pues “en Venezuela sí hay vacunas” y “la situación de la malaria, el sarampión y la difteria ha mejorado sensiblemente por nuestra cooperación con la Organización Panamericana de la Salud”.
Sin embargo, eso no es lo que reportan varias Organizaciones No Gubernamentales que les hacen seguimiento a los indicadores de salud en Venezuela luego de que en 2015 el gobierno de Maduro decidiera omitir los reportes epidemiológicos y demás estadísticas de interés. Tales investigaciones indican que la malaria dejó de estar en áreas remotas para extenderse a zonas urbanas y periurbanas, con presencia en todo el territorio nacional. En la actualidad Venezuela concentra 60% de los casos de esta enfermedad en América Latina.
Estas ONG, donde se cuentan Codevida, Senos Ayuda, Provea y el Observatorio Venezolano de la Salud, también revelan que, entre 2017 y 2018 los casos de sarampión aumentaron de 727 a 5.332 confirmados, sobre 7.370 sospechosos en total, con 64 defunciones. Entre las causas se cuentan las bajas coberturas de vacunación.
La Encuesta sobre Condiciones de Vida (Encovi), realizada por las principales universidades del país, detectó en 2017 que 54% de los niños no había recibido la primera dosis contra sarampión y a 30% le faltaba las vacunas contra la difteria.
Pero los problemas van más allá. La infraestructura hospitalaria también colapsa, las existencias de equipos, medicamentos y reactivos están en mínimos, por ello 18,7 millones de personas no tienen garantías de acceso a diagnósticos ni a tratamientos, en este grupo se cuentan al menos 7,4 millones de personas hipertensas y 2,4 millones con diabetes.
Cuesta arriba
El desmejoramiento de los servicios de salud se agudizó con el desplome de los ingresos de la nación desde 2013. La firma Torino Capital estima que los ingresos en divisas de Venezuela en 2019 podrían llegar a tan sólo 10.473 millones de dólares, 67% menos que en 2018 y 86% menos que en 2013, lo que hace temer una agudización de la crisis.
La falta de divisas es una de las principales causas de desmantelamiento de la producción de medicamentos en Venezuela. Cálculos de la Cámara de la Industria Farmacéutica (Cifar) indican que el sector pasó de producir 714 millones de unidades promedio en 2014 a menos de 200 millones de unidades en 2018.
Hay una amplia gama de medicamentos que no se producen en el país y que, sin divisas, ya no se importan. A fines de 2018 se estimaba en 79,9% la escasez de medicamentos para controlar la hipertensión, en 83,3% para diabetes, 85% para diarreas y 95,6% para infecciones respiratorias agudas. En el mejor de los casos los ciudadanos han recurrido a sistemas de compras en el exterior o a vías informales para poder traer las medicinas al país, muchas de las cuales son de alto costo o para tratamientos crónicos, y en el peor, las personas fallecen por falta de tratamientos.
Precaria alimentación
En el último año y medio Venezuela ha experimentado un proceso hiperinflacionario, cuyo impacto directo se ha reflejado en el empobrecimiento de la nación. Datos de Encovi indican que cerca de 90% de los hogares venezolanos viven en situación de pobreza medida por ingresos, lo que termina por agravar el cuadro de salud.
En el caso del sistema educativo, un estudio preparado en octubre de 2018 por organizaciones como la Fundación Agua Clara, determinó que planteles de todos los niveles educativos (básica, media, diversificada y universitaria) también sufren las consecuencias por deficiencias en el servicio de agua, por problemas sanitarios y por inundaciones por efecto de las lluvias.
“El derecho humano al acceso, disponibilidad y utilización de los alimentos, en la cantidad y calidad necesaria para un consumo adecuado, se ha hecho imposible para la mayoría de los venezolanos, trayendo como consecuencia un acelerado deterioro nutricional de la población, siendo más afectados los niños y niñas, las embarazadas, las personas de edad, las personas en condiciones crónicas de salud y las personas que se encuentran recluidas o en zonas de difícil acceso geográfico”, señala el reporte Derecho a la alimentación preparado en diciembre pasado por la Fundación Bengoa, Observatorio Venezolano de la Salud y la Red Agroalimentaria de Venezuela.
Allí se determina que 94% de la población venezolana no cuenta con ingresos suficientes para pagar los precios de una canasta de alimentos y de servicios básicos por las extremas condiciones de privación económica.
En consecuencia, entre 2016 y 2018 subió de 5% a 11,5% la porción de la población subalimentada en Venezuela “y la desnutrición aguda global alcanzó porcentajes de emergencia en niños menores de 5 años y embarazadas de parroquias pobres”. Según este reporte, la combinación de emergencias en alimentación y salud disminuye las probabilidades de que los niños más pequeños y las embarazadas que sufren de desnutrición severa tengan oportunidad de sobrevivir.
Problemas sanitarios
Antes de que en marzo de 2019 colapsara el sistema eléctrico, que es clave para el bombeo de agua a las tuberías, ya 82% de la población no recibía el líquido de forma continua. Pero el problema va más allá de los hogares: 75% de los centros hospitalarios de salud pública nacional no tienen suministro continuo de agua y 25% dejó de recibirlo.
En el caso del sistema educativo, un estudio preparado en octubre de 2018 por organizaciones como la Fundación Agua Clara, determinó que planteles de todos los niveles educativos (básica, media, diversificada y universitaria) también sufren las consecuencias por deficiencias en el servicio de agua, por problemas sanitarios y por inundaciones por efecto de las lluvias.
Lo más grave de esta investigación fueron los hallazgos sobre las condiciones de potabilización del agua en Venezuela: “no hay agua potable en el país”.
La escasez de agua hoy es más aguda que al cierre de 2018 y, dada la crisis, crecen aún más las dudas sobre su calidad. Para mejorar su potabilidad a los venezolanos les resta hervir el líquido, pero las fallas eléctricas a nivel nacional y el hecho de que 64% de la población no recibe gas limitan esta opción y aumentan los riesgos de enfermedades.