Pedro Benítez (ALN).- Desde el 28 de julio la principal noticia en los medios colombianos y motivo de angustia en la Casa de Nariño es la crisis venezolana. Cuando en el año 2017 Gustavo Petro pasó por Caracas, y grabó un video intentando desmentir las informaciones divulgadas en su país acerca de la dramática crisis que desabastecimiento en que se encontraba Venezuela, no le pasó por la mente que, tiempo después, una vez en la Presidencia, la deriva de autoritaria de Nicolas Maduro le quitaría horas de sueño.
Para nadie es un secreto que él es el mandatario de la región más preocupado por lo que ocurre en Venezuela. Desde hace meses se sabe que la continuidad del madurismo en el poder reactivará la migración venezolana a lo largo de los incontrolables 2.219 kilómetros de frontera común. Los estudios de opinión pública que acertaron los resultados de la elección presidencial, también indican que un porcentaje nada desdeñable de venezolanos se plantean emigrar solo por causas políticas. Los más pobres, los que no tienen cómo pagarse un pasaje en avión, acceder a un pasaporte o a una visa, tienen a Colombia como su primer y obvio destino. Los hijos de todos aquellos a los que la “revolución bolivariana” prometió redimir. La Venezuela chavista lleva años exportando su crisis social al vecino.
Por eso las gestiones de Petro, orientadas desde hace meses a tenderle un puente de salida. Él es quien llama y presiona a Lula Da Silva y Andrés Manuel López Obrador para que no lo dejen solo en esta coyuntura. Si el presidente de Colombia fuera Iván Duque la actitud del brasileño y el mexicano sería otra.
Pero si la crisis venezolana ya era grave para las expectativas del gobierno colombiano, desde la noche del pasado domingo las cosas se han puesto mucho peor. En plena campaña electoral estadounidense todo empuja a la administración Biden a desconocer la proclamación de Maduro para un tercer mandato, a reconocer a Edmundo Gonzalez como el ganador legítimo y de allí a reimponer sanciones solo hay un paso. Dejar las cosas como están ya es lo suficientemente malo para la economía venezolana; pero es que retirarle la licencia a Chevron (“el segundo Banco Central”, Manuel Sutherland dixit) llevaría la crisis a dimensiones bíblicas.
A lo anterior agreguemos la afirmación del presidente de Panamá, José Raúl Mulino, según la cual por aquí (el Darién) no pasará más nadie.
Pero, además, desde el punto de vista de Petro eso es solo una parte del problema. Es que hay otra. La determinación de Maduro de continuar en el poder por las malas, y la brutal represión contra la protesta social venezolana, ha dejado gravemente herida la nueva propuesta sobre una posible Asamblea Constituyente, anunciada por el ministro del Interior colombiano, Juan Fernando Cristo.
Este es un tema que Petro viene acariciando desde hace meses, pero que en el actual contexto ha llevado a muchos en su país a preguntarse abiertamente (con buena y mala intención) si lo que ocurre en el país vecino no es el ensayo de lo que le aguarda a Colombia. No nos detengamos aquí a aclarar las diferentes circunstancias políticas e históricas de cada caso; la cuestión es que la mayoría de los electores y políticos colombianos no se van a detener en esos detalles. Por medio de las redes sociales y otros medios ven lo que acontece al otro lado de la frontera. ¿No busca Petro una argucia que le permita reelegirse como presidente igual como lo hace Maduro?
La derecha colombiana, aún aturdida por la derrota electoral que hace dos años le propinó el petrismo, ha visto en este tema la bandera que movilice su una amplia base social.
Mezcle todo lo descrito y agítese bien. La crisis venezolana puede terminar arrastrando a Petro. Este no solo no controla todas las instituciones de su país, es que tiene varias abiertamente en contra. La Fiscalía colombiana tiene abierta, por ejemplo, al menos una causa contra su campaña presidencial de 2022, que él califica como “plan contra la democracia”. Y ha quedado pendiente el caso de hijo, Nicolas Petro, por lavado de dinero en otro asunto que también involucra el financiamiento de la misma.
Y dejemos de lado por hoy las frustradas gestiones por conseguir la paz definitiva con el ELN y las disidencias de la FARC, en las que Petro creyó que Maduro podría ayudarle. De modo que con lo de Venezuela, el mandatario colombiano se juega muchas más cosas que ningún otro de la región.
@PedroBenitezf