Pedro Benítez (ALN).- No es un secreto, en Venezuela hay una crisis dentro del Ejército y la Policía Nacional. Dos grupos clave para el sostenimiento del régimen de Nicolás Maduro. La tremenda crisis social y económica venezolana ha llegado a los cuarteles.
Si usted quiere saber por qué los gobiernos no pueden convivir con la hiperinflación por mucho tiempo Venezuela es un ejemplo en pleno desarrollo. La pulverización del salario en el país está provocando una estampida de la población en edad de trabajar de todos los sectores, incluyendo la administración pública y en particular de dos grupos clave para el sostenimiento del régimen de Nicolás Maduro: el Ejército y la Policía Nacional Bolivariana (PNB).
Al igual que otros miles de venezolanos, son cada vez más numerosos los casos de militares que piden la baja o sencillamente desertan para cruzar la frontera hacia Colombia en búsqueda de mejores ingresos económicos para sostener a sus familias.
La situación ha llegado a tales extremos que en días recientes periodistas venezolanos filtraron una comunicación del Ministerio de Interior donde se dictaban duras medidas contra los policías que abandonen sus funciones, incluyendo la anulación de pasaportes y alertas a migración.
Son cada vez más numerosos los casos de militares que piden la baja o sencillamente desertan para cruzar la frontera hacia Colombia en búsqueda de mejores ingresos económicos
La causa es la misma, los ingresos no son suficientes para cubrir la alimentación personal más básica, mucho menos las necesidades del grupo familiar, esto pese a los más de 33 aumentos salariares que el presidente Maduro ha dictado desde que llegó al poder hace cinco años.
A modo de compensación el Gobierno complementa ese ingreso con bonos especiales destinados sólo a adquirir alimentos. La suma de los dos la denomina salario integral y hoy es el ingreso base de la mayoría de los funcionarios del Estado, incluyendo los cuerpos armados y de seguridad pública. No obstante, la imparable alza de los precios lo transforma casi literalmente en sal y agua.
Según el cambio oficial el salario mínimo venezolano es apenas una fracción de cualquier otro de América Latina y luego de cuatro años de depresión económica sólo lo devenga un porcentaje minoritario de la población.
Visto así resulta lógico e inevitable que la crisis venezolana llegara a los cuarteles militares. En particular, por el hecho sorprendente (y al mismo tiempo revelador) de que pese a los enormes privilegios y espacios de poder que el gobierno de Nicolás Maduro les ha otorgado a los militares, que incluye el manejo de empresas públicas (como PDVSA) y organismos públicos, eso no ha conseguido aislarlos del deterioro generalizado en las condiciones de vida de los venezolanos. Sólo un selecto grupo de altos oficiales goza de los beneficios materiales que otorgan las altas posiciones dentro de Estado (así como los negocios ilícitos), mientras el resto de oficiales, personal profesional y por supuesto tropas comparten la penuria generalizada del resto de la población.
Como una muestra de incapacidad el Gobierno no ha podido garantizar siquiera la alimentación dentro de las unidades militares y policiales. Cada vez se hace más común ver policías pidiendo abiertamente comida en las calles puesto que el dinero en efectivo ha perdido casi todo valor.
Por su parte, el descontento en el Ejército por el mismo motivo se ha ido extendiendo desde hace meses. Esto en medio de la agudización de los conflictos políticos que Venezuela ha experimentado desde el año pasado cuando Maduro optó por convocar una Asamblea Nacional Constituyente (ANC).
Maduro luce cada vez más aislado
Ese malestar parece haber desembocado en un movimiento dentro del propio Ejército contra el Gobierno, si damos como buena la versión oficial con la que se han justificado las recientes remociones y encarcelamientos de comandantes de batallones, incluyendo el Juan Pablo Ayala, unidad blindada muy importante por su capacidad de fuego, que está ubicada en Fuerte Tiuna, al sur de la ciudad de Caracas.
Según informaciones divulgadas (y no desmentidas por el Alto Mando militar), hasta 19 oficiales serán pasados a tribunales militares en las próximas horas bajo la acusación de “rebelión militar” y “traición a la patria”.
Tribunal Militar, dicta privativa de libertad a 6 Tcnel, 1 Ptte y 2 Sgtos, todos del Ejército, por integrar supuestamente “Movímiento sé Transición de la Dignidad del Pueblo”
— Alonso Medina Roa (@medinaroaalonso) 10 de marzo de 2018
No es la primera vez desde la llegada de Maduro al poder que hay “ruido de sables” entre los militares venezolanos. En abril de 2017 corrieron informaciones de un intento de golpe de Estado que involucraron a miembros de la promoción de la Academia Militar de 2012, último grupo de egresados de la era del expresidente Hugo Chávez. Lo que cambia ahora es el contexto: la dramática agudización de la debacle socio-económica venezolana.
Preocupado por su propia estabilidad, temeroso de conspiraciones reales o supuestas, desconfiado de cualquier movimiento dentro del propio régimen que intente desplazarlo, Nicolás Maduro luce cada vez más aislado, confiando en un círculo muy reducido de colaboradores, entre los que se cuentan su esposa Cilia Flores, el vicepresidente ejecutivo Tareck El Aissami y los hermanos Jorge y Delcy Rodríguez, ministro de Información y presidenta de la ANC, respectivamente.
Maduro sólo cuenta con los servicios de la policía política (Sebin) y de la contrainteligencia militar (Dgcim) para abortar conspiraciones reales o supuestas dentro de la institución militar
Ante la pérdida de apoyos internacionales que caracterizaron al chavismo en el pasado, sin la abundante renta petrolera y el mayoritario respaldo popular del que disfrutó Chávez, Maduro sólo ha contado con el respaldo militar como el último pilar de real sostén del régimen. Pero ahora incluso este respaldo está en duda, por lo que sólo cuenta con los servicios de la policía política (Sebin) y de la contrainteligencia militar (Dgcim) para abortar conspiraciones reales o supuestas dentro de la institución militar.
De modo que en Venezuela en cierta manera se repite la historia de la última dictadura militar (en los años 50 del siglo pasado), cuando el general Marcos Pérez Jiménez usó a la siniestra policía política, la Seguridad Nacional, para acosar y hostigar a sus propios compañeros de armas que lo sostenían en el poder.
Recordemos las recientes declaraciones del secretario de Estado de EEUU, Rex Tillerson, de las que podemos colidir que la Administración de Donald Trump está muy al tanto del ambiente de descontento que hay dentro de las fuerzas militares venezolanas. El pasado 1 de febrero, en un discurso en la Universidad de Texas, antes de salir de gira por varios países de Latinoamérica, Tillerson dijo: “En la historia de Venezuela y otros países suramericanos, muchas veces el ejército es el agente de cambio cuando las cosas están tan mal y el liderazgo ya no puede servir a la gente”. Cada día que pasa es menos un secreto a voces.