Juan Carlos Zapata (ALN).- El epicentro del chavismo del continente está en crisis. Es la crisis de la Venezuela del chavismo y del gobierno de Nicolás Maduro. Y es también la crisis del chavismo en la Nicaragua de Daniel Ortega. Dos ejemplos que son ya casos de juicio internacional. Y dos casos en los que la inversión extranjera no quiere entrar. Si las grandes empresas españolas, por ejemplo, no se han retirado de Venezuela es porque aún aguardan por un cambio. El propio gobierno de España, en palabras del canciller, Josep Borrell, ha advertido que el mandato constitucional y legítimo de Maduro se acaba el 10 de enero próximo. ¿Y después qué? Hacia Nicaragua, por otra parte, se endurece la presión internacional, también marcada por la posición española. De hecho, banqueros consultados en Madrid han dicho a ALnavío que la represión del régimen de Ortega minó la confianza hacia Nicaragua y por coletazo hacia América Central, al punto de que se han suspendido proyectos de inversión hacia la zona.
Este viernes será de negocios en La Habana. Para Cuba y España. Y aquel constituye el escenario regional en el que se darán cita más de 100 empresarios con el poder castrista de Cuba. Y Cuba no es Venezuela ni tampoco Nicaragua. En Cuba han entrado en vigencia nuevas leyes para atraer la inversión extranjera. Porque Cuba quiere salir del atasco económico. La crisis del chavismo y la crisis con la que no puede lidiar el gobierno de Nicolás Maduro, le favorece en esta etapa de mostrarse como un país con problemas, sí, pero estable, con un poder consolidado aunque en transición y con necesidad de capitales para seguir apuntalando el turismo, y ahora desarrollar infraestructuras y energías renovables.
Por Cuba pasó el chavismo como un viento que llevó dinero y muchos discursos y muchas promesas. Pero poco podía aportarle el chavismo en cuanto a política, ideología, historia y épica al castrismo de la revolución cubana. Por ello, el chavismo no está en crisis en Cuba. Porque nunca la penetró. En cambio, el castrismo sigue en pie, y de allí las líneas políticas centrales de los últimos tiempos: La reanudación de las relaciones con Estados Unidos en el periodo de Barack Obama, y esta apertura hacia la inversión extranjera.
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De modo que este viernes es el turno de la empresa española en Cuba. Y se produce en el marco de la visita de Pedro Sánchez. El turismo, las energías limpias y las infraestructuras son los sectores que más llaman la atención también al capital de España. En el gobierno de España dijeron a ALnavío que iban a poner el foco en América Latina, y Sánchez lo está haciendo. Y no sólo en lo que concierne a la política. También tiene que ver con los negocios. En el viaje que realizara a Bolivia -el único reducto continental chavista sin crisis-, Sánchez logró abrirle las puertas a la empresa española en los contratos del superproyecto del Tren Bioceánico.
Las empresas españolas van a la carga
Por su lado, Cuba tiene un portafolio que le resulta atractivo a la empresa española. Como Mariano Rajoy mantuvo una posición distante con Cuba, fueron otros los países que a raíz del deshielo con los Estados Unidos comenzaron a explorar las oportunidades: Francia, Rusia, Vietnam, China y Brasil, entre otros. Todos quieren participar en este escenario cubano. España ha dicho que no quiere quedar fuera como ocurrió en el pasado.
Ya existe un inventario de miles de proyectos que pueden requerir inversiones por más de 10.000 millones de dólares. Francia ya firmó acuerdos en materia de ferrocarriles. La infraestructura es un campo abierto. Hay mucho por hacer en Cuba en carreteras, transporte. Aunque el turismo sigue siendo lo más importante. Hace un año se informó de más de 100 nuevos proyectos, lo que incluye mejora de aeropuertos, administración y construcción de nuevos hoteles. Allí el ejemplo reciente de Iberostar con el Hotel Riviera de La Habana. Pero hay más. Hoteles de lujo desarrollados con capital de cadenas suizas, españolas y francesas. Porque en Cuba crece el turismo. Si en 2017 la meta era alcanzar los 4,2 millones de visitantes, para 2019 la cuota sube a los cinco millones. Y eso significa un incremento del volumen de plazas de alojamiento. Cuba aspira llegar a 104.000 en 2030, que eso significa casi duplicar las que cuenta hoy, 68.000.
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El esfuerzo de Cuba por atraer inversión extranjera en estos dos últimos años ha sido intenso. En 2016 celebró la Feria Internacional de La Habana que atrajo a 60 países, y en la que se ofreció de todo. Hasta de Estados Unidos hubo representación, siguiendo la línea del deshielo Obama-Castro, ahora puesta en el congelador con Donald Trump. La nueva Ley de Inversión Extranjera ofrece ventajas y con ella Cuba intenta convencer. Y convencer con la ley y el discurso. Porque había que escuchar a Raúl Castro antes de abandonar la Presidencia, y a los ministros de Castro, exponer las ventajas y la necesidad y la urgencia de la inversión extranjera. Castro llegó a decir que no se puede distribuir la riqueza que no se ha creado. Para crearla se requiere de lo que Cuba no dispone: capitales y experticia empresarial. Y esto se traduce en inversión. En empleo. En riqueza. Las españolas van a la carga. Tal vez con cuidado. Pero no con miedo. El miedo abunda allá. En Venezuela. En Nicaragua. Cuba le es leal al chavismo de Maduro y al chavismo de Nicaragua. Pero, por su lado, hace su propio juego.