Pedro Benítez (ALN).- El presidente de Venezuela está ofreciendo una moneda digital respaldada en reservas de petróleo no explotadas como alternativa al colapso del bolívar. Asegura que será una nueva criptomoneda, pero no es sino un nuevo intento de buscar una solución milagrosa al desastre económico que ha provocado. Otra muestra de su concepción económica radicalmente errada.
El proyecto de crear una criptomoneda respaldada en “la riqueza natural” de Venezuela es una evidencia más de la concepción radicalmente equivocada que el presidente Nicolás Maduro y sus asesores tienen de la economía. Desatino en el cual no está sólo en el mundo pues ese es el fundamento de análisis de la autodenominada izquierda progresista de América y Europa.
Contrariamente a lo que esta afirma, los recursos naturales no son riqueza material. El agua, el petróleo, el gas, el carbón, el cobre, la tierra fértil… son recursos; riqueza es la capacidad humana de transformarlos en bienestar material.
Los ejemplos clásicos: Suiza y Japón, países que no cuentan con estos recursos o por lo menos en proporciones muy limitadas, pero son sociedades opulentas. Al otro extremo tenemos países como el Congo, Zimbabue, Argentina y Venezuela, bendecidos por la naturaleza, pero sin poder sacarle todo el provecho que la tecnología y la economía moderna permiten.
Esto, sin embargo, no nos puede llevar a concluir en otra idea equivocada según la cual la abundancia en recursos naturales es una especie de maldición. No lo han sido en el caso de países como Canadá, Noruega y Estados Unidos. No lo fueron para Argentina y Venezuela por décadas.
Aunque resulta muy revelador señalar a Alemania, que sin poseer reservas de petróleo ha desarrollado una enorme industria petroquímica y un PIB que es varias veces el de Arabia Saudí y Rusia, que son los dos primeros productores y exportadores de crudo del mundo.
Maduro está ofreciendo una moneda digital respaldada en reservas de petróleo no explotadas
Aunque asociar la riqueza natural con el bienestar material es una idea demostrablemente falsa, no obstante, es muy atractiva y ha lastrado el progreso de sociedades enteras por décadas. Venezuela es un ejemplo clarísimo de esto.
En un intento por conseguir alternativas de solución al colapso del bolívar, Maduro anunció el pasado 3 de diciembre la creación de una moneda digital respaldada por petróleo y oro; “el petro”. Posteriormente firmó un decreto asignando el campo número uno del bloque Ayacucho de la Faja Petrolífera del Orinoco como base material de lo que asegura será una nueva criptomoneda.
En su razonamiento da por hecho que sólo por atribuírsele a Venezuela las mayores reservas de petróleo del planeta (una afirmación técnicamente discutible) es suficiente para que, aprovechando la moda de las monedas digitales, el petro tenga una aceptación garantizada en el mercado mundial.
Por supuesto, ni él, ni sus asesores y voceros de su gobierno parecen haber considerado que según las tecnologías actuales sólo el 8% de todo el petróleo existente en la Faja Petrolífera del Orinoco es recuperable y comercializable.
Es crudo pesado y extra pesado y, por lo tanto, necesita complejos y costosos procesos para su explotación, mejoramiento y transporte. En realidad, toda la industria petrolera venezolana requiere de grandes aportes (incluyendo sus declinantes yacimientos en petróleo ligero) en capital y tecnología que ni el Estado venezolano ni sus socios tienen.
Asociar la riqueza natural con el bienestar material es una idea demostrablemente falsa
Por lo tanto, Maduro está ofreciendo una moneda digital respaldada en reservas de petróleo no explotadas.
No hay que ser muy agudo para deducir que este nuevo experimento fracasará rápidamente, pero el simple hecho de su concepción demuestra el enorme poder destructivo que tienen las ideas equivocadas. Toda la visión económica de Maduro, de su partido y de su principal asesor, Alfredo Serrano Macilla, se fundamenta en esta concepción radicalmente errada.
Pero, insistimos, ellos no están solos en el mundo; desde el Gobierno cubano hasta Podemos en España repiten y creen en eso.
La creencia de “los extranjeros nos roban”
Uno de los paradigmas de la cultura venezolana ha sido la ferviente y generalizada creencia de que el país era rico por sólo poseer petróleo. Si había pobreza y dificultades era porque “alguien” (muy probablemente los políticos) estaban robando esa riqueza.
Por lo tanto, repartiéndola mejor (en este caso sacando a los políticos) el país automáticamente mejoraría. Esa creencia fue la que estuvo detrás de la victoria de Hugo Chávez en 1998.
Incluso, tres décadas antes se había creado un consenso nacional en torno a la idea de que las transnacionales petroleras se quedaban injustamente con una parte del pastel petrolero que le pertenecía a los venezolanos. Por lo tanto, si se querían mejorar los ingresos y avanzar más rápido como país ese recurso debía ser nacionalizado, tal como ocurrió en 1976.
Esa era una idea muy extendida en América Latina y que tenía fundamento en el pasado colonial: los extranjeros nos roban. La misma fue la justificación de las nacionalizaciones que conoció la región, desde el petróleo mexicano, a los ferrocarriles argentinos y el cobre chileno.
En el caso venezolano en los años que siguieron a la nacionalización, la producción de hidrocarburos disminuyó y sólo volvió a subir con la apertura petrolera de los años 90, que Chávez posteriormente revirtió en parte.
A los latinoamericanos les tomó décadas de desastres económicos aprender de sus errores y, sin embargo, ideas sobre las cuales Maduro fundamenta su propuesta de “el petro” siguen siendo atractivas y uno de los principios de fe de la izquierda. Por ahora, los venezolanos pagan con su tragedia cotidiana el costo del experimento del socialismo-chavista.