(EFE).- La «costra biológica» del suelo -la fina capa superficial donde habitan comunidades de bacterias, hongos, musgos o líquenes que pasan desapercibidas para la población- es imprescindible para limitar la acción erosiva del viento y reducir las emisiones de polvo a la atmósfera, y su deterioro es un riesgo potencial para el clima, el medioambiente y la salud humana.
Las emisiones de polvo pueden llegar a causar daños muy importantes, ya que el desplazamiento de grandes cantidades de partículas puede ser muy perjudicial para la salud humana, además de facilitar la entrada de plantas invasoras que desplazan a la vegetación local original y arrastrar microorganismos que pueden colonizar nuevos hábitats o patógenos que resulten perjudiciales para la salud de las personas, de los animales o de las plantas.
Así lo ha puesto de relieve un equipo internacional de científicos, que ha estudiado cómo esas «biocostras» consiguen reducir las emisiones de polvo a la atmósfera y ha calculado que esa fina capa que cubre el 12 por ciento de la superficie terrestre del mundo (principalmente zonas áridas) puede reducir las emisiones mundiales de polvo en un 55 por ciento y evitar la liberación de unos 700 millones de toneladas de polvo cada año.
Los científicos, que han publicado hoy los resultados de su investigación en la revista Nature Geoscience, han corroborado la importancia de esa «costra», que comparan con lo que sería la «piel viva» de las tierras áridas del mundo, en la gestión del cambio ambiental global.
Los científicos han observado que si la pérdida de esa capa del suelo, inducida por el cambio climático y la intensificación del uso de la tierra, es tan grave como se espera, en el año 2070 la carga de polvo mundial aumentará hasta un 15 por ciento.
«Costras biológicas» del suelo se localizan en la mayoría de los suelos desprovistos de vegetación
Entre los investigadores que han llevado a cabo este trabajo está el español Emilio Rodríguez Caballero, quien ha explicado a Efe que esas «costras biológicas» del suelo se localizan en la mayoría de los suelos desprovistos de vegetación, en ecosistemas naturales de las denominadas tierras secas, aquellos donde el agua es el principal recurso limitante para el crecimiento de la vegetación.
Rodríguez Caballero ha destacado el importante papel que desempeñan esas comunidades de bacterias, hongos, musgos, líquenes o algas y, sobre todo, la protección que ejercen frente a la erosión eólica. «Cuando el suelo está cubierto por biocostras, menor es la perdida de suelo por la acción erosiva del viento y llegan menos partículas de polvo a la atmósfera», ha afirmado.
Los modelos de distribución de esas «biocostras» apuntan a que su cobertura va a disminuir «drásticamente» debido al cambio climático y a la intensificación de uso de la tierra durante las próximas décadas, ha explicado el investigador, quien ha advertido de que eso provocará que aumenten las emisiones de polvo a la atmósfera.
Y en ese sentido ha puesto el foco en la importancia y el papel fundamental que el polvo tiene en el intercambio de energía solar con la superficie terrestre, en la formación de nubes y en otros muchos fenómenos, por lo que es de esperar que su papel reduciendo las emisiones de polvo atmosférico sea también muy relevante para el balance de energía del planeta.
Las corrientes atmosféricas
Tienen mucho que ver esas emisiones con la llegada por ejemplo de polvo africano a Europa, ya que ocurren en las zonas con poca vegetación y con condiciones climáticas que favorecen la emisión de polvo y su ascenso a la atmósfera; una vez allí se transportan a largas distancias, siguiendo las corrientes atmosféricas.
El investigador ha incidido en la importancia de «cuidar y preservar» esas costras para evitar que aumente la erosión, pues son un agente estabilizador del suelo.
Rodríguez Caballero ha señalado también el empobrecimiento de los suelos desde los que se producen las emisiones de polvo, que con frecuencia son también poco fértiles, y el efecto negativo de este fenómeno sobre la vegetación local, mientras que en las zonas en las que se produce la deposición de ese polvo ocurre el efecto contrario, debido a un aporte extra de nutrientes.
El investigador ha alertado de que ese aporte extra de nutrientes, cuando ocurre en zonas particularmente estériles, puede causar daños muy importantes, ya que facilita la entrada de plantas invasoras que desplazan a la vegetación local original, y ha avisado de que el polvo puede llevar también microorganismos que pueden colonizar nuevos hábitats o patógenos que resulten perjudiciales para la salud de las personas, de los animales o de las plantas.