Pedro Benítez (ALN).- Las condenas a 10 meses de prisión, por un delito contra la Hacienda pública española, de Raúl Morodo, ex embajador de ese país en Venezuela durante el gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero, y de su hijo Alejo Morodo por dos años, son otra evidencia del entramado internacional de la corrupción chavista y de como está no solo recorrió el continente americano de norte a sur, sino que además cruzó el Atlántico.
En el caso que hoy nos ocupa ya no se trata de indicios, presunciones o una imputación. Tenemos, finalmente, una condena firme. La Justicia tarda y a veces llega, aunque en esta ocasión no sea completa. La evidencia y confesión de haberse apropiado de recursos venezolanos probablemente quedará impune.
Progenitor y vástago han sido procesados desde 2019 por supuesta defraudación al fisco español de ganancias obtenidas mediante contratos falsos de asesoría legal suscritos entre los años 2013 y 2015 con la estatal Petróleos de Venezuela (PDVSA). Como suele ocurrir en este tipo de situaciones, el dinero supuestamente se habría blanqueado mediante una compleja trama de sociedades creadas por el retoño, la nuera del ex embajador y dos socios venezolanos. Como en el célebre caso de Al Capone los agarraron por ingresos no declarados.
Por la confesión de los hechos y pago de 1.410 millones de euros a Hacienda la pena les ha sido atenuada.
Según la Audiencia Nacional y la Fiscalía Anticorrupción de España, desde que Morodo abandonó su cargo diplomático y hasta 2013 su hijo recibió decenas de transferencias de PDVSA por supuestas labores de “asesoría jurídica” a través de una sociedad instrumental panameña. Así que detrás de su fervientemente apoyo al chavismo existía un fuerte interés personal. Su lealtad tenía precio.
Aunque todo el proceso judicial abarca hechos ocurridos una vez que Morodo salió de la embajada en Caracas, nos permitimos recordar aquí que en el ejercicio de esa alta responsabilidad diplomática (2004-2008) fue abiertamente aliado y operador del expresidente Hugo Chávez. Más leal a él que al país que representaba. Sin disimulo alguno. Durante esos años fue el representante diplomático más cercano al régimen chavista y en privado se ufana ante los dirigentes opositores venezolanos de su amistad personal con el ex comandante/presidente.
Por cierto, fue durante esos años que el gobierno venezolano realizó la compra a España de ocho patrulleras de vigilancia por más de 1.200 millones de euros, a lo que luego se sumaron varios aviones de transporte.
Entre grandes signos de interrogación queda la muerte del abogado venezolano Juan Carlos Márquez Cabrera, quien fuera mano derecha de Rafael Ramírez. El 18 de julio de 2019 fue detenido a su llegada al Aeropuerto de Barajas, tras lo cual accedió a colaborar en la investigación y reconoció ante el juez del caso haber firmado facturas y contratos en nombre de PDVSA por 4,5 millones de dólares en favor de Alejo Morodo. El dinero fue transferido a diversas empresas en Panamá. Dos meses después el cadáver de Márquez apareció en unas oficinas de Madrid con una nota de suicidio.
La trama que involucró a más de 40 personas, evidenció la existencia de una empresa “Offshore” registrada en San Vicente y las Granadinas mediante la cual se efectuaba el movimiento del dinero. La nuera de Morodo continua en investigación a fin de determinar el origen de su patrimonio que incluye inmuebles valorados en más de cinco millones de euros y millonarias cuentas en Suiza y Portugal.
De modo que aquí se repite un modus operandi conocido por los interesados en la realidad venezolana de los últimos lustros. Un esquema muy parecido a la relación que estableció el régimen chavista con Juan Carlos Monedero y Pablo Iglesias, justamente en esos años.
Tampoco fue casualidad que el origen de los fondos fuera de PDVSA. La única empresa latinoamericana que por lo visto puede competir (y cuando se saquen las cuentas superará con creces) a Odebrecht en el terreno de los sobornos.
En siglo XX el apoyo incondicional de los viejos comunistas a la Unión Soviética, incluyendo sus numerosos crímenes, era de carácter cuasi religioso. Era una cuestión de fe, no de dinero.
Con el chavismo es (y ha sido) exactamente al revés. El dinero ha ido primero que la fe. En realidad, los petrodólares compraron la conciencia de muchos. Fue el caso del ex embajador socialista, catedrático de Derecho Político y Constitucional, y figura en la Transición española.
Chávez no instauró su régimen fusilando opositores como hicieron Fidel Castro y el Che Guevara en la fortaleza de La Cabaña a inicios de la revolución cubana (aunque había un plan muy parecido si su intento de golpe militar hubiera tenido éxito en 1992), sino comprando conciencias.
Tuvo la fortuna histórica (para él, más no para los venezolanos) de disfrutar del más grande y extenso auge de precios petroleros de todos los tiempos (2003-2014). Eso explica en buena medida su popularidad dentro de Venezuela, sus sucesivas victorias electorales, pero también el apoyo político (y complicidad) en el resto del mundo.
Aprovechándose de la ola política hacia la izquierda en la región y del uso discrecional que podía hacer del ingreso petrolero de Venezuela, apoyó sin tapujos ni disimulos a cuanto político se autoproclamase antimperialista (es decir, antiestadounidense), prometiera barrer con la clase política anterior, hablara con admiración de Fidel Castro, tuviera suficientes credenciales izquierdistas o simplemente quisiera ser su amigo.
En extender su influencia al otro lado del Atlántico contó con varios generosos aliados entre los que se cuentan el ex alcalde de Londres Ken Livingstone, los fundadores de Podemos y el ex embajador Modoro. Ellos (entre otros) además operaron activamente para que Chávez reforzara su control autoritario en Venezuela, ese mismo contra el que hoy luchan los venezolanos.
La red de relaciones que se tejió desde Caracas incluyó entre otros a Lucio Gutiérrez y Rafael Correa en Ecuador, Ollanta Humala en Perú, Evo Morales en Bolivia, Néstor y Cristina Kirchner en Argentina, Daniel Ortega en Nicaragua y Mel Zelaya en Honduras. En Colombia desde Piedad Córdoba hasta las FARC. En Uruguay y Chile a las distintas franquicias del Frente Amplio. A prácticamente todos los líderes de las islas del Caribe, a varios miembros del Congreso de los Estados Unidos como Joseph P. Kennedy II y, por supuesto, por encima de todos, a los hermanos Castro en Cuba.
Todos estos fueron beneficiarios directos, copartícipes y cómplices del saqueo que se perpetró contra la renta petrolera venezolana a cuenta de PDVSA, asaltada sistemáticamente en beneficio de un proyecto de poder megalómano y estructuralmente corrupto. Una versión de las internacionales socialistas de hace un siglo, solo que bajo el amparo del Foro de Sao Paulo, pagado con los petrodólares venezolanos y con la bendición de La Habana.
Un manejo desnudo y cínico del poder. Todo lo demás es retórica de la vieja izquierda. Con los petrodólares venezolanos éste lubricó generosamente afinidades ideológicas sin ningún rubor. Morodo fue otra pieza del entramado de esa internacional de la corrupción. Otra punta del iceberg. Parte de la explicación de la resistencia de los herederos en el poder.
De cómo esos tentáculos envolvieron al gobierno español de aquella época no se sabe aún ni la sombra. Pero se sabrá.
@PedroBenitezf