Pedro Benítez (ALN).- Durante dos décadas, “el que diga Uribe” ha sido la expresión electoral fundamental de la política colombiana. Cuatro de las últimas cinco elecciones presidenciales efectuadas en ese país fueron ganadas por Álvaro Uribe, o por candidatos apoyados por él. Juan Manuel Santos en 2010 e Iván Duque en 2018. Incluso, su exministro Óscar Iván Zuluaga ganó la primera vuelta de la presidencial de 2014 a Santos, aunque finalmente fue derrotado por éste en el balotaje.
A esto, agréguese que su peso político fue decisivo al momento de inclinar a la mayoría del electorado en contra de la propuesta del expresidente Santos en el plebiscito sobre los acuerdos de paz del año 2016.
Sin embargo, todo parece apuntar que de cara la elección presidencial pautada para este año a la hegemonía electoral uribista se le ha acabado la magia.
A su apadrinado de hace cuatro años, el joven presidente Duque, no le ha favorecido la fortuna durante su gestión de gobierno. A la masiva, e inédita, crisis migratoria y social que ha recibido de Venezuela se le sumó la otra crisis provocada por la pandemia, más las violentisimas protestas de mayo del año pasado. Todo se ha combinado para desgastar al uribismo.
Pero, además, Duque no ha podido quitarse de encima la sombra de Uribe y evitar la sospecha entre muchos de sus compatriotas de que es elexpresidente quien en realidad manda. Esto en América Latina es casi fatal para cualquier gobernante.
A lo anterior hay que agregar otro factor no menos importante: El deterioro político del propio Uribe.
Con solo 19% de imagen favorable, según un reciente sondeo de opinión pública, el expresidente tiene su peor nivel de popularidad en 25 años.
La mayoría de los colombianos parece haberse saturado de su omnipresencia. Aunque el clivaje uribismo/antiuribismo no se ha extinguido, todo indica que en esta ocasión no será para favorecer al primero. Tópicos que en otros momentos fueron tan eficaces para movilizar a su electorado, como la seguridad democrática y el miedo a la guerrilla, ya no tienen el mismo efecto de otras épocas. Los años de la larguísima guerra civil van pasando al olvido y las prioridades de los colombianos son otras.
Así, la balanza política se ha inclinado hacia la izquierda favoreciendo a uno de los más contumaces críticos de Uribe, el senador y dos veces candidato presidencial Gustavo Petro.
Dos años liderando las encuestas
Con un 25% intención de voto, Petro tiene casi dos años liderando con comodidad todas las encuestas seguido del voto en blanco con un 18% y luego, a mucha distancia, el resto de los 18 candidatos.
El líder izquierdista, y exalcalde Bogotá, ha conseguido penetrar un electorado que antes dominó el uribismo con amplitud: Los más pobres. En su mejor momento entre 70% y 80% de la población menos educada y con menos ingresos lo respaldó, y a ella le debió sus victorias electorales.
Pero ahora Gustavo Petro, que cuenta con el respaldo del anti uribismo más furibundo, ha logrado seducir a esa parte del electorado. Por esas razones, a diferencia de hace cuatro años, el candidato de Uribe, que repite con Óscar Iván Zuluaga (6,4% en los sondeos), no podrá detener a Petro. Su rival tendrá que salir del otro lado.
Sin embargo, aunque el candidato de la izquierda tiene asegurado su puesto en la primera vuelta, también cuenta con suficiente rechazo en contra como para no tener asegurada la victoria definitiva en la eventual segunda vuelta a efectuarse el próximo 19 de junio.
Petro corre solo
Esa es la oportunidad que un lote de aspirantes presidenciales está codiciando. 15 de los 19 precandidatos han aceptado entrar en una de las tres coaliciones que esperan disputar la presidencia: El Pacto Histórico, cuyo favorito es Petro; Equipo por Colombia, conformado por los exalcaldes Federico Gutiérrez (Medellín), Alejandro Char (Barranquilla) y Enrique Peñalosa (Bogotá); y la Coalición Centro Esperanza, de centro izquierda, integrada por figuras como el excomisionado de Paz, Humberto de la Calle, el exalcalde de Medellín, Sergio Fajardo, el hijo del asesinado líder liberal Luis Carlos Galán, Juan Manuel Galán, y el excandidato presidencial y también exalcalde de Bogotá Antanas Mockus.
Este último grupo es el que en teoría más posibilidades tiene de socavar el piso electoral Petro, pues le disputaría el mismo espacio político. Y en una segunda vuelta su candidato podría acumular todo el voto anti Petro. De darse, este escenario sería el cambio político más importante que ocurra en Colombia desde que Uribe derrotó al centenario bipartidismo en 2002.
No obstante, las zancadillas, los egos, las ambiciones personales están a la orden del día dificultando consolidar ese bloque a poco más de tres meses para la primera vuelta, con un Petro que a estas alturas corre solo.
Mientras tanto el tiempo corre en contra para evitar que Colombia pase a un nuevo personalismo con signo ideológico distinto.