Daniel Gómez (ALN).- El último evento de la fundación de Mario Vargas Llosa fue un ejemplo más de que, por momentos, Madrid recuerda a una pequeña Caracas. No por la cantidad de venezolanos, que también, sino por la intensidad con la que viven la lucha contra el régimen de Nicolás Maduro. Las emociones se ponen a flor de piel.
En Madrid lloran por Venezuela. Hay a quienes les parte el corazón. Otros, sin embargo, luchan. Eso dicen. Y es que emprenden una causa que muchos gritan, vitorean y celebran. Una causa que levanta pasiones. Tantas que incluso hay partidos políticos que se aprovechan de ella. Si no, que se lo pregunten a Vox, el PP y Ciudadanos.
Por momentos Madrid parece una pequeña Caracas. Los más de 42.000 venezolanos que viven en la capital se hacen notar. Lo que ocurrió este lunes en el Instituto Cervantes fue la prueba.
Allí, el escritor Mario Vargas Llosa, como presidente de la Fundación Internacional para la Libertad, organizó un foro sobre Latinoamérica. Entonces habló de Venezuela. “Del problema de Venezuela”.
Vargas Llosa dijo que lo que pasa en el país “le parte el corazón”. Se lo parte que no sea una de las economías más competitivas del mundo. Que su democracia no sea tal cosa. Y se lo parte ver a millones de venezolanos que “se echan a los caminos de Latinoamérica a buscar la libertad que no les deja su país”.
Esta frase no pasó por alto. Muchos, por ser parte del éxodo, se sintieron identificados. El auditorio estalló en aplausos. “¡Bravo!”, se escuchó entre el público, de mayoría venezolana y con algunos de los exiliados más famosos de Caracas: el alcalde Antonio Ledezma, el expreso Lorent Saleh y Antonieta Mendoza, madre del preso político Leopoldo López.
En una ponencia especial los tres hablaron de Venezuela. Aunque antes proyectaron un vídeo. Duró 10 minutos. Era el extracto de un documental que alertaba sobre la situación de Venezuela. Un país donde la gente no puede comer, donde el dinero no vale nada, donde no hay medicinas, y donde sólo abunda una cosa: la inseguridad.
De las lágrimas a los aplausos
Las imágenes mezclaban la utopía con la realidad. Eran duras. Explícitas. Mientras el expresidente Hugo Chávez hablaba de paz, los policías chavistas aparecían golpeando a un grupo de manifestantes. Sin piedad. Por eso una chica en el auditorio lloraba. Se echó al llanto desde que comenzó el documental. Aun así, poco después aplaudió.
Mientras el expresidente Hugo Chávez hablaba de paz, los policías chavistas aparecían golpeando a un grupo de manifestantes. Sin piedad. Por eso una chica en el auditorio lloraba
Cuando acabó el documental, era el turno de Ledezma. Lo presentaron como el exalcalde de Caracas, y pronto corrigió. “Perdón, el alcalde legítimo de la ciudad de Caracas”, dijo orgulloso.
Eso provocó de nuevo vítores y aplausos. También su discurso, vigoroso, encendido, hablando de la lucha en el exilio y criticando, dice, la falta de compromiso del Gobierno español con la causa venezolana. “A España no le pedimos misericordia, sino que denuncie los crímenes de lesa humanidad en Venezuela”.
En el auditorio, de los aplausos pasaron al llanto. Era el turno de Lorent Saleh. Él mismo inició los sollozos. Era el momento de contar su relato. Trágico, cruel, reciente. Hace poco más de un mes que abandonó la cárcel. Todo eso la gente lo sabía y entonces aparecieron los móviles.
Por medio de Instagram y Twitter algunos venezolanos del auditorio trasmitieron en vivo el testimonio de Saleh. Cómo con tono pausado, entrecortado a veces por la emoción, contaba su soledad en “la tumba”.
La sala se volvió muda
Saleh narró la paradoja de cómo cada día que pasaba encerrado en esa prisión, blanca, pulcra, diminuta, claustrofóbica, pasaba sobre su cabeza el Metro de Caracas. Desordenado. Lleno de vida. Partícipe de una frenética cotidianidad.
Lo de Saleh fue el relato de la soledad. Tan bien contado que la sala empatizó con él y se quedó muda. Momento que aprovechó para pasar a la acción. Para comenzar con la causa. “Las tiranías también sangran, también sudan y se derrotan”, dijo.
El público se animó. Asentía y expresaba su conformidad. Otros, presos del móvil, seguían grabando el relato. “El pueblo venezolano es profundamente democrático, pacífico, y la tiranía lo sabe y por eso se aprovecha”, añadió Saleh subiendo la intensidad.
Entonces paró de nuevo. Reflexionó de forma pausada, casi teatral. Una sonrisa torcida, irónica, cruzó su boca. “Somos tan demócratas que aun sabiendo que vamos a ser asesinados, marchamos firmemente hasta esa barricada donde sabemos que nos van a disparar a mansalva”, dijo con voz suave.
La sala quedó muda de nuevo. Y Saleh volvió a reivindicar la causa. “No ha habido una sociedad que se movilice tan masivamente como Venezuela. Ni Siria. Ni Centroamérica. Ni Europa. Y lo seguiremos haciendo: afuera, adentro, donde sea. Sabemos que la libertad implica responsabilidad. Y la asumiremos”.
Saleh se ganó el aplauso más sonoro del día. También el más duradero. Casi después de un minuto, le tocó hablar a Antonieta Mendoza. Dijo estar emocionada. Porque tras el relato de Saleh pudo ponerse en la piel de su hijo, Leopoldo López, quien ha estado encarcelado, y sigue preso bajo arresto domiciliario.
La oposición se reivindica
Mendoza leyó una carta de López. No se mostró expresiva ni emocionada en su lectura. Aun así, el mensaje era lo suficientemente fuerte como para encender al público. Dijo, como si fuera su hijo, que la oposición en Venezuela “sigue unida”. Preparada para gobernar y “refundar una democracia sobre bases más justas y más sólidas”.
En la carta López clamó por “un gobierno de unidad nacional, representativo, plural y comprometido”. Y concluyó: “Es así la Venezuela que viene y el primer paso es derrotar a esta dictadura. En Venezuela somos millones los que clamamos por un cambio. Resistiremos, lucharemos y venceremos”. Entonces hubo aplausos.
Terminada la mesa de Venezuela, Ledezma siguió con la causa. Aprovechó que el juez que destapó el caso Odebrecht en Brasil, Sergio Moro, fue ponente del evento para plantearle un reto.
En enero de 2019, Moro se convertirá en el ministro de Justicia de Brasil. Un cargo que le permitirá seguir de cerca las investigaciones del caso Odebrecht, pero ahora, desde un punto de vista más político.
Consciente de esto, Ledezma le propuso a Moro otra forma de investigar el caso Odebrecht en Venezuela. No con las averiguaciones -de momento nulas- que vienen por parte del Ministerio Público de Tarek William Saab. No.
Ledezma le propuso investigar el caso a través del tribunal supremo que el magistrado Miguel Ángel Martín impulsa desde el exilio. Para desgracia de la causa, Moro admite que, si bien la medida “es interesante”, sirve de poco desde un punto de vista jurídico.
Para que una investigación anticorrupción salga adelante “hace falta tener feeling” con el otro gobierno, dijo Moro. Y con Nicolás Maduro en un lado y Jair Bolsonaro en el otro, no parece que ese entendimiento vaya a llegar.