(EFE).- “Mujeres maduras” y “MILF” (madres con las que me gustaría acostarme, según sus siglas en inglés) están entre los términos más buscados por los consumidores iberoamericanos de pornografía, según el último informe de la plataforma Pornhub. Cuando la pantalla no es suficiente, los usuarios buscan hacer realidad sus fantasías con mujeres mayores que “hacen la calle”. Así es la prostitución en España.
El investigador de la universidad española de Les Illes Balears Lluís Ballester explica a Efe que “resulta muy seductor para algunos hombres el cuerpo fragilizado de la mujer”. A este prototipo responden adolescentes, embarazadas y mujeres mayores, entre otras.
Tras realizar un estudio sobre mujeres de más de 45 años en situación de prostitución, Ballester concluyó que son más susceptibles de caer en ella las que ejercen “trabajos con baja cualificación”, pues “en tiempos de crisis” son despedidas y encuentran dificultades para “reincorporarse al mercado laboral”.
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Este fue el caso de La Cachonda, de 65 años, que comenzó a “hacer la calle” hace tres décadas cuando se separó de su marido y dejó su trabajo como camarera por las malas condiciones laborales.
“Me quedé sin trabajo y, para mantener a mis hijos, me puse a hacer lo que hice”, relata a Efe, al tiempo que agrega que a lo largo de los más de 30 años que ejerció la prostitución intermitentemente se ha encontrado con “gente buena, gente mala” y “que no sabe cómo es una mujer de verdad”. “Te puedes enfrentar a que te roben, a que te maltraten, a que te apuñalen, a todo”, agrega.
El caso de «La Cachonda»
Uno de los clientes que más le marcó fue un médico, que tras perder a su mujer comenzó a buscar en ella a una persona con la que hablar.
“Me dijo que nosotras somos como los curas: sabemos escuchar, dar consejos y ayudar. Eso se me quedó, se me ha quedado muchos años”, recuerda.
La Cachonda volvió a casarse y abandonó el mundo de la prostitución, hasta que el cáncer de su marido hizo que volviera a la calle.
“Tuve algunos parones cuando encontraba un trabajito para cuidar a una persona mayor, pero no te aseguraban (como trabajadora), entonces cotizaciones tengo pocas. Esos años que estuve trabajando ahí ¿cómo los haces constar?”, lamenta, mientras denuncia el abandono del Gobierno español hacia personas mayores, que condena a “mujeres de 65 e incluso 70 años” a “hacer la calle”.
Esta mujer catalana salió de la prostitución hace apenas tres años, con la ayuda de Casal Petit, centro dependiente de las Hermanas Oblatas en Palma de Mallorca (Mediterráneo), que durante un tiempo la acogió en sus viviendas y la ayudó a tramitar un subsidio del Estado.
Sin papeles
Ballester asegura que en los últimos años el riesgo al que se enfrentan las mujeres en situación de prostitución “ha escalado de manera bestial” e identifica dos grandes peligros: en el ámbito social, por temor a que vecinos y amigos descubran a qué se dedican, y en el sanitario.
“Al principio, en la cultura de la prostitución no se permitían besos en la boca. Ahora nos enfrentamos a prácticas como el sexo anal, la eyaculación en la boca o la penetración sin preservativo”, matiza.
Asimismo, señala que las extranjeras y “sin papeles” muchas veces corren el riesgo de “ser más explotadas y controladas por terceras personas”, cayendo en manos de proxenetas.
Esta irregularidad fue la que llevó a Yolanda, nombre ficticio para proteger su identidad, a ejercer la prostitución. Víctima de una red de trata, llegó a España desde Colombia bajo el falso pretexto de emplearse en un hotel y acabó encerrada en una casa de campo hasta que la liberó la Policía.
Actualmente, ante la imposibilidad de encontrar un empleo, trabaja “en la calle” y paga por una habitación donde hacer sus servicios.
Prostitución en España: “Aquí no hay ninguno que te guste”
Tras tres años ejerciendo de “chica” y a pocos días de regularizar su situación en España, Yolanda tiene claro que cuando alcance su “meta” dejará la prostitución. Hasta entonces, asegura que cuando se enfrenta a un cliente difícil, opta por no mirarle a la cara y por establecer límites.
“Aquí no hay ninguno que te guste”, insiste, mientras denuncia el comportamiento de algunos que se quitan el preservativo sin consentimiento.
La colombiana también destaca el acoso por parte de mujeres del vecindario, que le gritan cosas como “qué asco de viejas” mientras trabaja, y la discriminación de algunos arrendatarios, a los que oculta su situación.
“Nosotras no andamos buscándolos a ellos, no los obligamos. Son ellos los que nos buscan a nosotras y quienes solitos meten su mano a la billetera”, concluye.