(EFE) – Javier Milei ha emprendido desde su llegada al Gobierno argentino lo que él mismo describe como una «batalla cultural», que tiene múltiples escenarios y busca un cambio «moral» en la sociedad, con el reemplazo de «las ideas empobrecedoras del colectivismo» por el individualismo feroz que pregona su modelo ultraderechista y «anarcocapitalista».
Esta semana, a días de cumplir un año en la Presidencia, Milei se dirigió a un auditorio compuesto por referentes de la ultraderecha americana y europea y brindó un discurso de una hora y media en el que insistió, una y otra vez, sobre lo que considera la clave para «terminar de una vez por todas con la basura del socialismo»: la batalla cultural.
Lo mismo dijo tres semanas atrás durante la presentación de la Fundación Faro, el ‘think tank’ que impulsa las ideas del Gobierno y ante el que denunció que «bajo el manto del sentimentalismo y las buenas intenciones, los colectivistas lograron convertir en verdad indiscutible la mal llamada ‘justicia social’, que además se basa en una aberración: dice que donde hay una necesidad, nace un derecho».
«Socialismo empobrecedor»
Al otro lado del cuadrilátero ya no se encuentra la tan denostada ‘casta’, sino todos aquellos que impulsen una agenda progresista, feminista, vinculada a la Agenda 2030 o al «socialismo empobrecedor».
«La batalla cultural representa una disputa por las representaciones de la realidad. Esto es cómo nos explicamos la realidad en la que estamos viviendo», explica a EFE Daniel Feierstein, sociólogo e investigador principal del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet).
Y agrega que este enfrentamiento se da en varias dimensiones simultáneamente: la económica, la social y hasta la histórica.
A estas se suman escenarios de disputa mucho más concretos, como las aulas de escuelas y universidades, los medios de comunicación y la propia cultura.
La ofensiva retórica de Milei
Además de su ofensiva retórica, el oficialismo avanza con medidas claras: reducir o eliminar los programas de Educación Sexual Integral (ESI), revertir la legalización del aborto, modificar la memoria histórica de la dictadura, limitar el financiamiento a la cultura, reducir el presupuesto a las universidades públicas, rechazar el uso del lenguaje inclusivo y desarmar políticas de derechos humanos, entre otras.
Y el escenario principal de la batalla cultural está en las redes sociales.
Estas son el escenario de guerra de las denominadas ‘Fuerzas del Cielo’, una agrupación que se describe como el «brazo armado» del Gobierno y que se presentó en noviembre en un acto que tuvo como eje «la batalla cultural contra los zurdos» y que contó con una estética fascista, banderas y lemas que hacían mencion a Dios, la libertad, la vida, la patria, la familia y la propiedad.
Entre los oradores no solo había ‘influencers’ afines al presidente, sino también figuras como el secretario de Culto y Civilización, Nahuel Sotelo; el subsecretario de Políticas Universitarias, Alejandro Álvarez; y Agustín Laje, un pensador ultraderechista muy cercano a Milei que preside la Fundación Faro.
¿Tendencia global o un caso particular?
Feierstein inscribe esta batalla cultural en una tendencia global en la que «las nuevas derechas» buscan «transformar la comprensión social del mundo» aprovechándose de «una tremenda confusión teórica del progresismo», aunque resalta que el caso de Milei es particular ya que «mezcla una deriva neofascista con una visión anarcocapitalista».
Desde otra perspectiva, la historiadora de la Universidad Torcuato di Tella Camila Perochena explica que esta «batalla épica y ética» que «busca cambiar los valores» de la sociedad se enmarca en una «cultura política polarizada y facciosa que tiene raíces profundas en Argentina».
Y afirma que gobiernos anteriores, como el de Cristina Fernández (2007-2015), también libraron sus propias batallas culturales.
Un «cambio de mentalidad» requiere tiempo
Perochena lo identifica como una «estrategia ideológica» que busca «generar adhesión política y movilización», y subraya que en el caso de Milei parte de una «concepción de la política dividida entre un nosotros y un ellos, en la que el nosotros es el individualismo y la idea de libertad, y el ellos siempre está asociado al colectivismo».
Si bien la historiadora sostiene que un «cambio de mentalidad» como el impulsado por el Gobierno de Milei requiere mucho tiempo, Feierstein identifica ya «una sociedad mucho más violenta, donde se van desarmando los mecanismos posibles de diálogo y de conciliación».
Milei «busca que ese individualismo extremo nos vaya llevando a una situación donde vaya desapareciendo la posibilidad del lazo social, donde la única relación imaginable sea una de poder descarnado donde cada uno pasa por encima de los demás, donde es inimaginable la articulación solidaria», concluye este sociólogo.
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