Pedro Benítez (ALN).- A dos años y dos meses de la cuestionada instalación la Asamblea Nacional Constituyente en Venezuela descansa el sueño eterno. No es noticia y nadie la extraña. Se la presentó en 2017 como el Poder Constituyente Originario, supraconstitucional y plenipotenciario, pero no puede ni designar a los rectores del Consejo Nacional Electoral y Nicolás Maduro que fue el promotor ni la toma en cuenta.
Un dato curioso y a la vez revelador: La cuenta oficial de Twitter de la ilegítima Asamblea Nacional Constituyente (@ANC_ve) de Venezuela no envía mensajes nuevos desde agosto de 2018. Curioso por tratarse de una “institución” que, según el principal promotor, Nicolás Maduro, iniciaría una nueva etapa histórica en el curso de la revolución bolivariana. Revelador por evidenciar la poca importancia que en la práctica el círculo de poder del régimen (empezando por el propio Maduro) le da a lo que en realidad es la ficción constituyente.
Se la presentó en 2017 como el Poder Constituyente Originario. Supraconstitucional y plenipotenciario. Nada estaría por encima de ella. Era el arma secreta y definitiva del chavismo.
Pese a que comparte espacios en el Palacio Federal Legislativo con los diputados de la AN, las sesiones de la ANC se convocan cuidadosamente para que sus miembros no tengan contactos ni con los opositores, ni con los periodistas. El orden del día y las decisiones se toman previamente por un grupo muy reducido de la estricta confianza de Maduro.
Sin embargo, la ANC no controla, no legisla, no autoriza viajes al extranjero de los altos funcionarios, ni siquiera ha discutido los artículos de una nueva Constitución que es la coartada de su existencia. No lo hace hoy, ni lo ha hecho desde que empezó a sesionar.
En la práctica es una asamblea de militantes y amigos del partido oficial y aliados. Sin mayor poder, sin ninguna incidencia. No despierta la atención noticiosa, terreno en el cual la Asamblea Nacional (AN) que preside Juan Guaidó la opaca totalmente. Una ironía política.
La ausencia durante varios días de su presidente, Diosdado Cabello, de visita a las dictaduras comunistas de Corea del Norte y Vietnam, mientras varios de los miembros cruzaban el pasillo central del Palacio Federal Legislativo para reincorporarse a las sesiones de la AN, fue como un acta de defunción.
En parte esto tiene que ver con el desprecio hacia las formas que caracteriza tanto a Nicolás Maduro como a Diosdado Cabello, que ni siquiera se han tomado la molestia de guardar las apariencias. Pero también con la disputa silenciosa entre los dos personajes. Mientras Delcy Rodríguez, hoy vicepresidenta Ejecutiva, estuvo al frente, Maduro le dio cierta relevancia. Ella, que es su alter ego, está donde está el interés real de Maduro.
En la batalla contra Guaidó, Maduro se quedó sin el factor sorpresa
A diferencia de la Constituyente de 1999, no digamos la de 1947, la de Maduro no ha despertado ninguna expectativa entre los venezolanos y mucho menos entusiasmo. Las resoluciones que en principio llamaron la atención fueron aquellas destinadas a perseguir a los opositores o a causar más caos económico.
Si los hechos hablan más que las palabras Nicolás Maduro admitió la inutilidad de su ANC cuando decidió jurar el cargo no ante ella, sino ante el Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) en enero de este año.
La Constituyente se concibió para reemplazar a la AN de mayoría opositora en sus funciones, pero no interpela ministros, no autoriza la designación de embajadores, no conoce ni aprueba acuerdos internacionales (y en cada viaje Maduro firma un convenio), no se le permite discutir ni aprobar el presupuesto de la nación (algo que en Venezuela es una entelequia) y mucho menos el endeudamiento público.
#EnFotos|| El poder plenipotenciario aprobó de forma unánime la propuesta de proyectos de decretos constituyentes para una nueva política fiscal y tributaria, presentado por el Vipdte. del Área Económica @TareckPSUV pic.twitter.com/gpmgwg99ju
— Constituyente (@ANC_ve) August 21, 2018
La ANC arrancó con cierto entusiasmo. Reemplazó en el cargo de fiscal general a Luisa Ortega Díaz por Tarek William Saab, dictó inhabilitaciones contra opositores, convocó elecciones que igual estaba previsto que se realizaran, juramentó gobernadores y alcaldes, aparentó discutir algunas leyes y prometió que en algún momento debatiría una nueva Constitución.
Con ella Maduro pretendía matar varios pájaros de un solo tiro. En un momento en el cual el chavismo amenazaba con resquebrajarse por la defección de Luisa Ortega (pieza clave en el entramado de poder) y rumiaba el descontento por la estrepitosa derrota electoral en las parlamentarias de 2015, aprovechó la ocasión para meter a todas las facciones en esa asamblea y las “empoderaba”.
Pero lo cierto es que nunca tuvo intención de que la ANC ejerciera poder alguno. Por eso impuso por encima de Diosdado Cabello como presidenta a Delcy Rodríguez, quien fungió como implacable comisaria política. Ella se encargó de mantener en orden el redil. Los constituyentes nunca tuvieran autonomía para proponer o debatir nada. Cero dibujo libre, ni autorización para pensar.
Las sesiones han siempre herméticas y muy controladas. Hasta el punto que la Constituyente no tiene página web propia. Si uno se quiere enterar de su agenda (bastante desactualizada, por cierto) debe ir a la página de la Vicepresidencia de la República que ejerce… Delcy Rodríguez.
Pese a que comparte espacios en el Palacio Federal Legislativo con los diputados de la AN, las sesiones de la ANC se convocan cuidadosamente para que sus miembros no tengan contactos ni con los opositores, ni con los periodistas. El orden del día y las decisiones se toman previamente por un grupo muy reducido de la estricta confianza de Maduro.
Cuando en medio de la ola hiperinflacionaria varios de sus miembros manifestaron malestar e impotencia, e incluso formularon críticas, Maduro le bajó el volumen a la asamblea e hizo destituir a uno de ellos: Isaías Rodríguez, el exfiscal y exvicepresidente de Hugo Chávez.
Sin legitimidad nacional e internacional, la ANC no le ha resuelto a Maduro el problema concreto de ejercer el poder. No le sirve ni para designar a los rectores del Consejo Nacional Electoral (CNE).
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Útil sí le fue para superar (no sabemos si definitivamente) las divisiones entre las distintas facciones del régimen. Esa es la función que cumplió.
Por lo tanto, la Constituyente es un reflejo del régimen de Maduro. Pura apariencia. Ninguna consistencia. Más débil de lo que aparente. Como suele ocurrir con las dictaduras.