Rogelio Núñez (ALN).- En paralelo a la decadencia del ideal de integración chavista, se alza la Alianza del Pacífico que sale de la Cumbre de Lima más fuerte y con mayor proyección. La Alianza, nacida en 2011, ha tomado el liderazgo internacional a favor del libre comercio, la integración y el multilateralismo en un mundo convulso donde se encuentran en alza las tentaciones proteccionistas.
Tras la muerte de Hugo Chávez en 2013 la crisis que ya se gestaba durante su administración se convirtió, en el mandato de Nicolás Maduro, en colapso económico con hiperinflación y desabastecimiento, así como en tragedia humanitaria, la que se esconde tras la diáspora migratoria. Y todo ello en medio de una situación política en la que el régimen, aislado internacionalmente, incrementa sus perfiles más represivos y camina desde un “autoritarismo competitivo” a una abierta dictadura.
En política exterior también el proyecto chavista se ha hundido. El comandante tuvo un proyecto y una agenda latinoamericana (antiliberal y antiestadounidense) que se concretó en organismos como el ALBA y Petrocaribe (2005), Unasur (2008) y la Celac (2011). Hugo Chávez logró además construir una amplia red de apoyos entre aliados (Cuba, Nicaragua, la Honduras de Manuel Zelaya, Ecuador, Bolivia, el Paraguay de Fernando Lugo) y socios (la Argentina kirchnerista y el Brasil de Lula da Silva y Dilma Rousseff), a la que habría que añadir unas relaciones muy fluidas con Irán, Rusia o Turquía.
Auge y caída del proyecto latinoamericano chavista
Chávez vivía hace 10 años en la cúspide de su hegemonía en Venezuela y de su influencia regional tanto en Suramérica como en el Caribe. A comienzos de esta década el régimen chavista controlaba todos los poderes institucionales internos (acababa de ganar las elecciones legislativas de 2010), la economía se apoyaba en los altos precios del petróleo y la región estaba poblada de regímenes afines (la Bolivia de Evo Morales, el Ecuador de Rafael Correa, la Cuba de Raúl Castro y la Nicaragua de Daniel Ortega) o cercanos al gobierno de Caracas (los Ejecutivos de Dilma Rousseff en Brasil, la Argentina de Cristina Fernández de Kirchner, el Uruguay de José Mujica y el Paraguay de Fernando Lugo).
Sin embargo, ese viento de cola desapareció a lo largo de la década, cuando la Venezuela chavista fue perdiendo muchos de esos respaldos: en 2012 con la caída de Lugo, en 2015 debido al final del kirchnerismo en Argentina, en 2016 con el final del lulismo y en 2017-2018 con la ruptura entre Rafael Correa y el presidente Lenín Moreno que alejó a Ecuador del chavismo.
A ello siguió la expulsión de Venezuela del Mercosur en 2017, organismo que pasó de ser aliado a enemigo del gobierno de Caracas cuando presidentes de claro corte antichavista alcanzaron el poder: Mauricio Macri en Argentina (2015) y Michel Temer y Jair Bolsonaro en Brasil (2016 y 2019).
El proyecto de integración chavista se fue hundiendo al desaparecer los dos pilares en los que se sostenía: el liderazgo personal de Chávez y la capacidad financiera de Venezuela. Sin el carisma y las ideas del comandante y sin la chequera repleta de petrodólares, Venezuela no ha logrado mantener el liderazgo internacional ni sostener organismos como Unasur, que Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Paraguay y Perú abandonaron en 2018 y Ecuador en 2019.
El otro emblema del integracionismo chavista fue el ALBA, que luce paralizado mientras que su rival regional, la Alianza del Pacífico (conformada por México, Colombia, Perú y Chile), atraviesa por un momento de relanzamiento como se ha podido comprobar tras la Declaración de Lima.
El proyecto latinoamericano de Chávez, que a comienzos de esta década brillaba con luz propia (ALBA y Unasur) bajo el padrinazgo financiero y político venezolano, en 2019 se halla en plena decadencia.
La Unión de Naciones Suramericanas (Unasur) no sólo ha visto desertar a varios países sino que no ha logrado nombrar a un nuevo secretario general desde la salida del expresidente colombiano Ernesto Samper, en enero de 2017. La Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe (Celac) desde la cumbre en República Dominicana en 2017 no ha podido volver a concretar un encuentro de mandatarios. Y el ALBA, tras perder a Honduras en 2010 y Ecuador en 2018, se ha convertido en un espectro de lo que fue.
La pugna ALBA-Alianza del Pacífico
El ALBA y la Alianza del Pacífico fueron desde su nacimiento dos procesos de integración no sólo disímiles sino enfrentados.
Para la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA), la Alianza del Pacífico encarnaba el “neocolonialismo”, el “imperialismo de los dólares”, el “neoliberalismo” y el libre comercio, basados en crear zonas “de hambre y de pobreza”.
El entonces presidente ecuatoriano, Rafael Correa, llegó a establecer en 2013 los límites que separaban ambos proyectos: “Queremos mucho a Colombia, Perú, Chile, México, pero se enfrentan dos visiones del mundo: el neoliberalismo, el libre comercio, y aquellos que creemos en el socialismo, en garantía de derechos, en zonas libres pero no para el libre comercio sino libres de hambre, libres de pobreza”.
Una colisión entre ALBA y Alianza que ya se veía venir, como adelantaba en 2012 Carlos Malamud en un informe del Real Instituto Elcano: “La Alianza no olvida la política pero rescata la economía y el comercio como esenciales para la integración, como muestra su apuesta por el libre comercio y por vincularse a otras zonas con regímenes similares. Esta postura ha supuesto la oposición de los países del ALBA, más explícita en algunos casos que en otros. La división ya era perceptible en los intentos previos de constituir un área regional volcada al Pacífico”.
Frente a la emergencia de la Alianza, el proyecto del ALBA buscaba aglutinar fuerza en torno a organizaciones creadas por la Venezuela de Hugo Chávez (el propio ALBA o Petrocaribe) e instancias en las que participa o a las que ha estado vinculado el gobierno de Nicolás Maduro como el Caricom o Mercosur.
La victoria de la Alianza del Pacífico
En paralelo a la decadencia del ideal de integración chavista, se alza la Alianza del Pacífico que sale de la Cumbre de Lima (5-6 de julio de 2019) más fuerte y con mayor proyección. La Alianza, nacida en 2011, ha tomado el liderazgo internacional a favor del libre comercio, la integración y el multilateralismo en medio de un mundo convulso donde se encuentran en alza las tentaciones proteccionistas (guerras comerciales entre EEUU y China) y aislacionistas (Brexit).
La Alianza ha logrado asentarse y convertirse en un importante actor internacional.
Ha ido poco a poco, y en silencio, consolidando la coordinación entre sus componentes (ya se ha liberalizado el 92% de los bienes en el comercio entre los países miembro, así como en la circulación de los capitales y personas, además de haberse creado el Mercado Integrado Latinoamericano (MILA). Los países que conforman la Alianza del Pacífico tienen una población total de 225 millones de habitantes y representan el 37% del PIB de América Latina y el Caribe. Asimismo, concentran el 52% del comercio de la región y atraen el 45% de la inversión extranjera directa. El bloque conformaría la séptima economía del planeta.
Además, no sólo es un actor latinoamericano (capaz de romper la dicotomía Suramérica vs Norteamérica al incorporar a México) sino mundial y con “vocación global”.
La Alianza, que cuenta con 59 países en calidad de observadores, espera concluir a fines de este año la negociación para sumar como asociados a Australia, Canadá, Nueva Zelanda y Singapur, mientras que Corea del Sur y Ecuador podrían acabar siendo miembros de pleno derecho.
La Alianza se ha convertido en un espacio atractivo y acogedor para las inversiones gracias a que los países que la integran han hecho de la transparencia y la seguridad jurídica sus banderas.
La titular del mayor gremio de empresarios de Perú (Confiep) e integrante del Consejo Empresarial de la Alianza del Pacífico, María Isabel León, comentaba en la reunión limeña que “para poder abrir mercados hay que tener una base de seguridad jurídica que sea similar, evitar la doble tributación, y aliviar la situación para que en los cuatro países tengamos una plataforma de trabajo unificada”.
Pese a todos estos éxitos, en los últimos años la Alianza daba señales de estancamiento, algo que denunció en la cumbre peruana el presidente chileno Sebastián Piñera, quien llamó a iniciar una nueva etapa en la Alianza del Pacífico, recuperando el espíritu fundador con que nació el bloque. “Los países de América Latina y en especial los de la Alianza del Pacífico tenemos que darnos cuenta de que los éxitos del pasado pueden ser la peor amenaza de los éxitos del futuro. Tenemos que iniciar una nueva etapa de la Alianza del Pacífico, recuperar el espíritu fundador de ambición, flexibilidad, compromiso que yo siento que se ha debilitado”.
Y efectivamente en la Cumbre de Lima la Alianza ha dado un salto cualitativo. Por la ampliación a nuevos Estados asociados, por la inclusión de temas ambientales sobre gestión sostenible de los plásticos, por el apoyo para desarrollar la economía circular en el grupo y por la defensa del libre comercio.
Los países de la Alianza aspiran a colocarse a la vanguardia de las reformas estructurales que vinculen a la región con la IV Revolución Industrial. Eso pasa por hacer las economías del bloque más competitivas (aumentar su capacidad exportadora) y productivas, unidas a las cadenas internacionales de valor mediante exportaciones basadas en la innovación y la introducción de valor agregado. Con Estados eficaces, capaces de impulsar políticas públicas eficientes que apuesten por la formalidad, la transparencia y mejores servicios públicos.
La imagen de una Alianza del Pacífico adalid del libre comercio, fuerte y renovada al lado de un crepuscular ALBA no es sino la constatación de la derrota del proyecto chavista para Latinoamérica. Una Alianza que hoy está más cerca de conformar con Mercosur un gran bloque de países defensores del multilateralismo y el libre comercio, sobre todo tras el reciente anuncio del acuerdo UE-Mercosur.
Es la penúltima batalla perdida por Hugo Chávez. La última está por llegar y tendrá por escenario las calles de Caracas.