Pedro Benítez (ALN).- La progresista alcaldesa mayor de la ciudad de Bogotá, Claudia López, sigue rompiendo moldes. Ha sido la primera mujer abiertamente homosexual en ser electa para gobernar una capital latinoamericana, luego de ganar una elección en la que se destacó por sus llamados a la tolerancia y al respeto, en particular de los grupos sociales más vulnerables. Ahora sorprende con una postura hacia la migración venezolana que le está dando mucha atención pública, y, probablemente, bastantes votos. A costa, por supuesto, de estigmatizar a todo un grupo de personas. El poder bien vale esas contradicciones.
Era sólo cuestión de tiempo para que algún político inescrupuloso quisiera explotar en Colombia las tensiones que la masiva migración de venezolanos (1.700.000) ha provocado desde 2014. En más de un país de la civilizada Europa está ocurriendo lo mismo con movimientos migratorios mucho menores.
Lo sorpresivo es que quien ha empezado a explotar el tema sea la alcaldesa de Bogotá, Claudia López, la primera mujer abiertamente homosexual en ser electa para gobernar una capital latinoamericana.
Elegida el 27 de octubre de 2019 con el apoyo del partido de centro-izquierda Alianza Verde, López hizo campaña contra la corrupción, el racismo, la xenofobia, la homofobia y todo tipo de discriminación. Teniendo un origen humilde, y por pertenecer a un sector largamente estigmatizado en la sociedad, su ascenso político al segundo cargo ejecutivo más importante de Colombia se recibió con mucha expectativa.
Se afirmó con mucha frecuencia, en particular fuera de su país, que su elección vendría a ser un soplo de aire fresco en un sistema controlado por las tradicionales castas políticas.
Claudia López vendría entonces a calzar en la nueva Colombia urbana, la que se ha modernizado en los últimos 20 años, con una creciente clase media deseosa de dejar atrás el pasado de violencia que caracterizó la segunda mitad del siglo XX para esa nación.
Pero ha querido la voluntad de poder torcer esos buenos deseos. A raíz de los problemas de inseguridad pública propios de una urbe de las dimensiones de Bogotá, hace una semana la alcaldesa hizo unas afirmaciones que la acompañarán por mucho tiempo: “No quiero estigmatizar, ni más faltaba, a los venezolanos… pero hay unos inmigrantes metidos en criminalidad que nos están haciendo la vida de cuadritos”.
El hechizo de amor de Claudia López con un sector progresista, abierto y más tolerante de la opinión pública se rompió. ¿Cómo alguien que simboliza la lucha contra la estigmatización, puede estigmatizar a todo un grupo nacional?
A continuación se desató el debate en las redes y medios sobre el tema, no faltando quien le diera la razón. Mientras que otros, como el director de Migración Colombia, Juan Francisco Espinosa, cifras en mano señalara que sólo el 3,2% de los delitos en Colombia son cometidos por venezolanos.
Por medio de su cuenta de Twitter el periodista y escritor Daniel Samper difundió su demoledora disección de la afirmación de la alcaldesa poniendo en evidencia su inconsistencia moral. Delincuente es delincuente sin importar su origen nacional o condición.
No podía quedarme sin decirlo, especialmente porque soy uno de sus votantes: esto pienso de las feas palabras de Claudia López contra una población que no puede ser estigmatizada. #UnChallengePorVenezuela pic.twitter.com/DJFpj5s6hC
— Daniel Samper Ospina (@DanielSamperO) November 3, 2020
Al estilo Trump
Sin embargo, basta con seguir el mismo debate en Europa y Estados Unidos para darse cuenta de que siempre hay un importante grupo de personas que anteponen sus prejuicios a los datos y la razón. Es de imaginar que Claudia López por su trayectoria política y profesional lo sabe.
No obstante, lo que pudo haber sido un desliz cometido en medio de una rueda de prensa, parece más bien parte de una actitud política deliberada.
La alcaldesa ha insistido con el tema y en su cuenta de Twitter afirmó: “La Ley colombiana prevé la deportación de quienes cometen delitos en Colombia. Esa Ley no es xenófoba, es lógica”.
Esto es cierto, pero el contexto del debate que lo precede es una reiteración de su postura.
La siguiente semana se volvió a referir al tema al denunciar que bandas criminales en la ciudad “se aprovechan de condiciones de jóvenes migrantes para reclutarlos”.
E insistió con que “el 48% de los hurtos en TransMilenio son de inmigrantes”. Lo que contradice lo dicho por el director de Migración Colombia.
Cuando la pandemia de covid-19 afectó a Bogotá, López estuvo de acuerdo con que los inquilinos de las zonas económicamente más desfavorecidas de la ciudad dejaran de pagar los arrendamientos durante dos meses ante la paralización de las actividades productivas. Pero apoyó la medida sólo para los colombianos, no para los extranjeros, en su abrumadora mayoría venezolanos a quienes lamentó no poder ayudar. Así, se calcula que unos 100.000 venezolanos se lanzaron a las carreteras de Colombia rumbo a sus hogares en Venezuela, donde al otro lado de la frontera los esperaba Nicolás Maduro para a su vez estigmatizarlos y acusarlos de ser armas biológicas.
Es razonable concluir que Claudia López ha descubierto un tema que le puede dar inesperados réditos políticos. Sus ambiciones de ser presidenta de Colombia (ya fue candidata a vicepresidenta en las elecciones de 2018) son evidentes. Poner sobre la mesa el debate acerca de la migración venezolana y la delincuencia como un solo paquete es repugnante, pero electoralmente muy atractivo.
Ya otros han hecho uso descarado de la misma táctica con bastante éxito. Para muestra, recordemos que así fue como Donald Trump comenzó su campaña en 2016, señalando a los migrantes mexicanos como delincuentes y violadores. Mucha gente se escandalizó entonces, demostró con datos que sus afirmaciones eran falsas. Pero nada de eso importó. Consiguió lo que quería: ponerse en el centro del debate que luego lo llevó a ganar la nominación del Partido Republicano y finalmente la presidencia.
A lo mejor la dura, polémica y ambiciosa alcaldesa Claudia López ve la misma oportunidad. Ya sabemos cómo comienzan esas historias y estamos viendo, también, cómo terminan.