Oscar Medina (ALN).- El crowdfarming, un esquema que se basa en nociones de ecología, producción sustentable y alimentos de alta calidad, ha resultado ser una gran fuente de negocios y al mismo tiempo permite ayudar a pequeños agricultores y ganaderos. Está en pleno desarrollo y su creación se atribuye a dos españoles, Gabriel y Gonzalo Úrculo Álvarez-Ossorio.
Economía colaborativa le llaman. Y es un concepto amplio, en desarrollo y con un potencial enorme. El crowdfunding se inscribe en esta tendencia que ha sido considerada por la revista Time como una de las ideas que imprimirán cambios en el mundo. Y una de las variantes más innovadoras nació en España: el crowdfarming, una manera muy singular de invertir en producción agrícola sin siquiera pisar una granja.
Fernando Álvarez-Ossorio compró la “Masía el Carmen” en 1972 y allí, en Bétera, Valencia, comenzó de inmediato a sembrar naranjos. En el 2000, tras su muerte, los nietos Gabriel y Gonzalo Úrculo Álvarez-Ossorio heredaron la propiedad siendo todavía muy jóvenes. Fue apenas en 2011 cuando ambos decidieron recuperar la granja del abuelo haciendo un gran esfuerzo en un contexto económico desfavorable en España. Pero lo hicieron.
En este momento crecen 10.847 naranjos, cada uno con su dueño particular, promedian 100 solicitudes al día y hay una lista de 5.000 en espera. Venden 50.000 kilos de naranjas a la semana
Tras experiencias poco alentadoras con el sistema de comercio tradicional de venta a intermediarios, Gabriel y Gonzalo se aventuraron a romper el esquema. En 2012 concibieron Naranjas del Carmen para convertirse en vendedores directos a través de un sitio web. Y las cosas mejoraron: en ese primer año de trabajo despertaron el interés de 150 familias que adquirieron sus naranjas. En 2012 incorporaron abejas a los campos para producir miel de azahar. En septiembre de 2014 también entraron en el negocio del aceite de oliva ecológico en el pueblo de Altura, en Castellón, y en octubre empezaron a renovar la plantación con la siembra de 1.400 nuevos árboles. Ya para entonces la cartera de compradores llegaba a 1.000 familias y la fama de las naranjas iba más allá de España.
En 2015 dieron el paso que les ha valido celebridad. Además de entrar en la producción de vinos y de otras frutas y verduras, crearon el sistema de crowdfarming a través del cual la gente se convierte en dueña de un árbol de naranja y puede bautizarlo con un nombre, recibir constantemente información sobre su desarrollo y, finalmente, recibir los frutos. Ese año ya contaban con el apoyo de 4.000 familias.
Además de esta historia, en naranjasdelcarmen.com explican los principios que sostienen su trabajo: “Queremos producir lo que realmente se vaya a consumir. Nos gusta trabajar sabiendo que hay alguien que espera pacientemente la cosecha que cultivamos. Somos conscientes de que existen personas que se interesan por lo que comen y demandan tener más información sobre su comida: de dónde viene, cuándo ha sido recolectada, quién y cómo la ha cultivado. La relación directa, la relación transparente entre agricultor y consumidor es clave si queremos producir calidad y evitar el desperdicio de alimentos”.
Y apuntan: “Nuestra filosofía: cultivar de forma honesta productos de temporada, cosecharlos y enviarlos bajo pedido. Nuestra fruta y verdura descansan en el huerto hasta que alguien las pide. No almacenamos. Recolectamos y enviamos directamente a casa de las personas que hacen su pedido a través de esta web”.
Tus frutos
A través de este sistema ya en 2016 habían podido financiar la siembra de 2.000 árboles. En este momento, de acuerdo a una nota publicada en El País, crecen 10.847 naranjos cada uno con su dueño particular, promedian 100 solicitudes al día y hay una lista de 5.000 en espera. Venden 50.000 kilos de naranjas a la semana principalmente a compradores de varios países de Europa –Alemania, Italia, Francia, Dinamarca, entre ellos- y facturaron el año pasado 2,5 millones de euros.
El principio es simple: “Plantaremos un naranjo para ti en nuestro huerto de Valencia. Podrás verlo crecer a través de tu móvil y recibir tu cosecha de naranjas en cualquier punto de Europa”, dicen en la web.
“El crowdfarming pretende ser un movimiento revolucionario para reducir el porcentaje de fruta que se desperdicia en el mundo hoy”
En la práctica, la persona paga 80 euros al año por un árbol, lo que le garantiza 80 kilos de naranjas en ese periodo. Y mientras crece, recibirá el fruto de otro que ya sea productivo. Si el cliente decide seguir, la cuota a partir del segundo año es de 60 euros.
Los envíos de la fruta, por supuesto, tienen un costo. Dentro de España recibir las cajas de cinco, 10, 15, 20 y 30 kilogramos requiere pagos de 10, 15, 18, 25 y 33 euros. Y hay una opción interesante: el cliente puede visitar su árbol e incluso cosechar sus naranjas directamente en el huerto ahorrándose los costos de logística y pasando a otro nivel en su vivencia como agricultor 2.0.
Cada vez son más
La idea detrás del modelo de Naranjas del Carmen tiene otro filón, es una muestra de cómo evitar un mal arraigado en la industria de los alimentos: el desperdicio de comida. Basados en datos de la Comisión Europea se estima que en la Unión Europea se tiran a la basura más de 100 millones de toneladas de alimentos, de los cuales 54% son frutas y verduras. Y es en las etapas de almacenaje y procesamiento donde mayor es el problema: 58% de lo que se desecha. De aquí surge un principio básico del crowdfarming: almacenar es igual a no desechar.
“El crowdfarming pretende ser un movimiento revolucionario para reducir el porcentaje de fruta que se desperdicia en el mundo hoy. Es la forma de cultivar la cantidad de fruta que realmente llega al consumidor final”, explican en la web: “Permite una trazabilidad y transparencia total del origen de los alimentos que recibes. Poner cara y ojos a quien te cultiva, recolecta y envía tu fruta es el mejor sello de calidad que podemos ofrecer”.
Los buenos resultados con las naranjas condujeron a que los hermanos Úrculo aplicaran el método a otros productos. A través de la firma Crowdfarming es posible patrocinar una colmena: “Adopta una familia de abejas y recibe tu propia miel en botes personalizados con tu nombre (o con el nombre que le quieras poner). Una familia de abejas de nuestro colmenar trabajará para ti produciendo la miel que más te guste”.
Y hay dos modalidades para participar en huertos diferentes de otros productores que se han sumado a la iniciativa de los hermanos madrileños: adoptando o plantando. La de “plantar” es similar al esquema de los naranjos y la de adoptar implica reservar la producción de un árbol ya maduro durante una cosecha, con opción de renovar. En estos casos las opciones son granado, olivo (en Castellón), almendro (en Granada), cepa de aceto (en el norte de Italia), albaricoquero y cacao (en Filipinas).
Gabriel y Gonzalo son reconocidos como los creadores del concepto, aunque al menos en España es posible rastrear un antecedente que parece olvidado en cada reseña que se hace sobre ellos: el de Ferrán Adriá.
Quizás no tuvo la base ecologista y se planteó más bien como un buen negocio para ofrecer una experiencia a los aficionados al vino, pero no debe descartarse como ensayo. El célebre chef de El Bulli fue uno de los principales promotores del proyecto Compreunaviña en 2005, que, en esencia, ofrecía la oportunidad de ser propietario de pequeñas porciones de los viñedos de la productora Cal Celdoni, en Tarragona, Cataluña.
El nuevo “dueño” recibía la ubicación precisa de las vides y podía participar directa o indirectamente de todo el proceso hasta ver los caldos embotellados y etiquetados con su nombre y con la promesa de recibir cada año 42 botellas de su vino.
Ganar y ayudar
El crowdfarming, como el crowdfunding, da para todo. Así como los jóvenes innovadores Gabriel y Gonzalo ampliaron el abanico y se aliaron con otros productores, el esquema ha permitido el desarrollo de muchas ideas.
Por ejemplo, la aplicación Ari.farm, una plataforma que hace posible invertir en ganado en Somalia. Es decir, en ovejas y cabras. Y hasta camellos. Mohamed Jumale, un ciudadano sueco de origen somalí y con alguna experiencia de trabajo en la Organización de Naciones Unidas, es su creador. Además de ser un negocio, se trata de una manera de tender una mano a los atribulados campesinos somalíes.
Y esta es la explicación: la ganadería es estacionaria en ese país, y en las temporadas bajas –las de sequía- los criadores no encuentran suficientes compradores para los animales. Y son días duros. En esos periodos quienes participan en la aplicación pueden comprar ovejas, cabras y camellos a precios bajos, el equipo de Ari.farm se ocupa de identificar vendedores y garantizar el mantenimiento del ganado, y cuando se vende en la temporada alta se capitaliza la inversión y todos ganan.
Farmable es otra iniciativa por el estilo. Ghana posee lugares óptimos para la cría de ganado vacuno, pero el escaso apoyo oficial y los métodos rudimentarios no han permitido el desarrollo necesario para cubrir las necesidades alimenticias de la población: se registra, de hecho, un déficit de 95.000 toneladas de carne por año.
En 2013 Kamal-Deen Yakub, Damian Brennan y Luis Grolez presentaron Farmable, un esquema de crowdfunding que conecta a los pequeños criadores de Ghana –que son la mayoría- con inversionistas del mundo que participan “adoptando” a una vaca y obteniendo un rendimiento económico al momento de la venta. Y parte de lo que obtiene Farmable se invierte en formación y capacitación de los campesinos.
Gabriel y Gonzalo Úrculo están considerando dar cabida al padrinazgo de vacas a través de la plataforma Crowdfarming. Es cuestión de tiempo. Y de vencer asuntos como el “vínculo afectivo” con un animal o la sensibilidad de los clientes vegetarianos. Pero eso está en marcha, junto a planes que también están relacionados con arbustos de café en Colombia y quesos franceses e italianos: no hay límites.