Caleb Zuleta (ALN).- Algunos medios han presentado este hecho como de lo más normal. Una banda femenina militar que canta a Kim Jong-un. Que las mujeres se emocionan hasta el llanto de algunas. Pero el acto implica más que eso. Es un cuadro representativo de la manipulación totalitaria. Ocurre en un espacio cerrado. Un escenario preparado y montado bien para esa escena o para otra de igual naturaleza. La actitud del dictador es del hombre que se complace. No parece conmovido sino jactado. Un líder sensible hubiera interrumpido el evento ante la expresión sufrida de las participantes.
No entendemos qué cantan las mujeres. Diera la impresión, por los gestos, que se trata de un relato épico, una gesta que involucra, por supuesto, al gran líder. La posición de Kim Jong-un es la del dictador que pasa revista a una puesta en escena. De allí la mirada penetrante. La aguda observación, y después el aplauso porque la actuación ha sido perfecta. Las mujeres pasan la prueba. Una prueba que humilla. Que somete. Que obliga.
En otras ocasiones, los expertos han analizado escenas similares. Mujeres que lloran hasta el desagarro en desfiles o en otros eventos públicos. Igual pasa con soldados. O como el viejo oficial que aparece sentado al lado de Kim Jong-un y se seca una lágrima. Los expertos dicen que son puestas en escenas que luego se transmiten por la televisión estatal. Para que el pueblo las vea. Para que los niños sepan desde pequeños que el líder se merece todas las lágrimas del mundo.
Esas mujeres están obligadas a cumplir con el rol encomendado. Si se les ha dicho que deben llorar, tienen que hacerlo. Si no lo hacen, pagan las consecuencias. Lo primero es satisfacer al gran dictador. La propaganda del régimen vende fanáticos y el régimen los reproduce. Estas puestas en escena logran el cometido. La dignidad humana no le importa al modelo totalitario.