Pedro Benítez (ALN).- El general Vladimir Padrino López se sumó a la enrevesada maniobra política de Nicolás Maduro para tomar el control de la Asamblea Nacional de Venezuela. La maniobra ha salido mal de todas las formas posibles. Entre otras cosas porque ha puesto a la fuerza militar en el ojo del huracán al tener que confrontar y ceder antes los políticos civiles. Juan Guaidó no ha sido anulado sino que, por el contrario, se ha crecido y los militares lo saben. Son ellos los que sostienen a Maduro y la población también lo sabe.
Un Juan Guaidó desarmado desafió este martes al poder militar de Venezuela. Con el respaldo de sus colegas diputados encaró a los oficiales de la Guardia Nacional (GNB) que habían tomado el control del Palacio Federal Legislativo (sede tradicional del Parlamento venezolano) desde el pasado domingo, forzó el dispositivo militar e ingresó al recinto.
Las imágenes y videos de los hechos se esparcieron como un reguero de pólvora a través de las redes sociales en Venezuela y el mundo. El aparato de comunicación del régimen chavista dirá que todo fue un show y menospreciará el incidente. Pero ayer Guaidó consiguió varios triunfos psicológicos.
-Por un lado, conectó emocionalmente con una población hastiada que ve en los militares el último y auténtico sostén de Nicolás Maduro en el poder.
-Por el otro, puso en evidencia las fragilidades del aparato militar. Sus dudas. Y su falta de compromiso.
No es común ver a un civil desarmado encarar a un alto oficial militar como lo hizo Guaidó. Tampoco es corriente que un alto oficial ante esa situación titubee. Mucho menos ver a guardias nacionales huyendo de políticos.
Se harán muchas especulaciones sobre la verdadera razón por la cual los funcionarios de la GNB dispuestos para controlar el acceso a la sede parlamentaria finalmente cedieron, dejando al bloque mayoritario de 100 diputados que encabeza Guaidó ingresar al recinto.
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Una versión indica que el oficial de la GNB encargado de controlar militarmente el Palacio Legislativo responde directamente a Diosdado Cabello.
Pero el hecho cierto y público es que el pasado lunes 6 el ministro de la Defensa, general Vladimir Padrino López, respaldó por su cuenta de Twitter a la Unidad Especial de la GNB que restringió el acceso de los diputados a la instalación de la Asamblea Nacional (AN) el domingo. De modo que como máxima autoridad militar del país el general Padrino asumió la responsabilidad por la acción de sus subordinados.
La imagen del quiebre de la autoridad militar acontecido este martes que se ha difundido difícilmente puede ser peor para la cadena de mando que encabeza el ministro.
En menos de 72 horas los acontecimientos han dado un giro en Venezuela. Nicolás Maduro le ha otorgado un regalo a Guaidó que este parece dispuesto a aprovechar. Como hace un año, la oposición venezolana lucía a la defensiva y en crisis, acosada por una maniobra oficialista orientada a profundizar sus divisiones internas y a fracturarla aún más.
La estratagema por parte del chavismo de entregarle a la brava la dirección de la AN a un grupo de diputados de la oposición, señalados de paso de vínculos con la trama corrupta del CLAP, ha salido mal.
A Guaidó se le ha presentado la oportunidad de reanimar su liderazgo y pasar a la ofensiva, que es lo que veremos en los próximos días.
En el medio ha quedado mal parada la Fuerza Armada Nacional (FANB), en una situación que como institución ha evadido, al menos desde que el general Padrino asumió el Ministerio de la Defensa en julio de 2014.
No es la primera vez en dos décadas de hegemonía chavista que hay una confrontación en el Poder Legislativo. Pero sí es la primera vez que esa confrontación se da entre los políticos opositores y los funcionaros militares directamente, sin intermediarios.
Hasta ahora la costumbre chavista era hacer uso de sus activistas, sus grupos de choque y los colectivos armados, mientras que la GNB hacía de testigo silencioso y cómplice por inacción. Se le ahorraba así el costo de la confrontación política.
Pero Maduro, que cada vez le ha dado más protagonismo a los militares, los puso en el ojo del huracán al determinar qué diputado entraba o no a la sesión de instalación de la Asamblea. Ese fue el primer error.
El resto del mundo no ve a la GNB, un componente de la FANB, controlando la sede parlamentaria por encima de los civiles. Ve a los militares. En plural. Con su mensaje por Twitter el general Padrino reforzó esa percepción. Ese fue el segundo error. Juan Guaidó ha aprovechado los dos.
Con un país que recibe el nuevo año con la hiperinflación nuevamente fuera de control, con un recrudecimiento de la crisis en el suministro de gasolina y con medio territorio nacional con cortes en el servicio eléctrico, nuevamente está servida la mesa para que el descontento social se transforme en protestas de calle y con un liderazgo político dispuesto a capitalizarlo.
Del otro lado el poder militar. El verdadero sostén de Maduro. La población lo sabe. Para Guaidó no hay duda de con quién es la disputa. Por eso es que se dirige directamente al general Padrino.
Un general que no tenía un pasado de radical chavista, sino de moderado, pero desde que Maduro instaló su Asamblea Nacional Constituyente (ANC) en 2017 ha dado declaraciones cada vez más comprometidas con el régimen. Ha entrado de lleno en la disputa política y con él ha arrastrado a la institución.
La situación del general Padrino no es la misma de enero de 2016 cuando se instaló por primera vez esta Asamblea. Entonces era el prestigioso general que había garantizado el respeto a la voluntad de los electores.
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Pero de allá para acá su imagen se ha corroído como lo han hecho la economía y la vida cotidiana de Venezuela. A los ojos de la población es el jefe de la institución que sostiene un gobierno que ha hundido al país de todas las formas posibles. Y de paso se suma a las retorcidas maniobras políticas de Maduro.
Puede que Guaidó haya logrado que los civiles y los políticos opositores le pierdan el temor al uniforme militar. Sin ese factor psicológico de disuasión la efectividad de su poder se pierde.
En las imágenes se pudo observar que la mayoría de los guardias nacionales eran muy jóvenes, entre 18 y 20 años, sin mayor entrenamiento para la situación que enfrentaron. Una consecuencia de la continua deserción de funcionarios que se van del país por razones económicas. La crisis le ha pasado también su factura a la FANB.
No es el chavismo de calle, no son los militantes del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) los que van a defender a Maduro. Es esa desgastada y desmoralizada institución militar. Con oficiales poco convencidos y menos comprometidos en la defensa de los altos mandos militares y políticos que disfrutan de todos los privilegios. El rey está desnudo.