Pedro Benítez (ALN).- Tomando en cuenta lo que ha ocurrido recientemente en España con su ex compañero de causa y ex diputado Íñigo Errejón, es de presumir que el destino de Juan Carlos Monedero sea el mismo, es decir, el del ostracismo político y la cancelación pública.
Según están difundiendo los medios españoles, la Unidad de Igualdad de la Universidad Complutense de Madrid ha abierto un expediente confidencial al cofundador de Podemos, y docente de ese centro universitario, tras una denuncia de acoso sexual efectuada por una alumna. Esto, pocas horas después de que esa formación política haya confirmado que lo apartó de la actividad del partido en 2023 por otras dos acusaciones de violencia sexual realizadas en su contra. Es decir, cuando todavía Irene Montero era ministra de Igualdad del Gobierno español, en la coalición PSOE-Podemos.
Desde esa instancia, Montero, con el respaldo de su movimiento, promovió la sanción de la controversial “Ley del solo sí es sí”, que eliminaba la distinción entre abuso y agresión sexual, y también la presunción de inocencia para los hombres cuando fueran acusados de acoso sexual. Este ha sido una de las banderas políticas de este grupo, siendo el elocuente Monedero uno de sus principales apóstoles, insistiendo que “cuando una mujer dice no, está diciendo no”.
Aunque desde 2015 no ocupa ningún puesto en la dirección de Podemos, y en mayo de 2023 renunció al cargo de presidente del Instituto República y Democracia, vinculado a ese grupo, Monedero ha sido una de sus caras y voceros más visibles.
Pese a que algunos estudiantes de la Complutense afirman que “llevan escuchando cosas de él bastante turbias bastante tiempo” (sic), el hoy señalado ha negado a través de sus redes sociales las acusaciones, declarándose objeto de una “persecución”. No obstante, también ha reconocido que aún tiene que aprender sobre feminismo y “empatía relacional”.
Errejón, también politólogo y cofundador de Podemos, vio su carrera política venirse abajo en octubre pasado luego de ser acusado de abuso sexual por parte de diversas damas. Aunque desde 2019 montó tienda aparte de Podemos, su línea política sobre el tema fue idéntica. Hasta que se volvió en su contra porque, al igual que él, Monedero y todo su grupo han afirmado, la sola acusación es prueba suficiente.
Así que los dos son víctimas (no serán los últimos) de la misma guillotina que diseñaron para otros. Todo el discurso que avalaron y promovieron condenado el “capitalismo heteropatriarcal” no tenía otro propósito que no fuera el de acusar, acosar y destruir a sus adversarios de la “derecha”.
Tal como le pasó al gángster Al Capone que no fue condenado por homicidio y contrabando, sino por no pagar los impuestos, la opinión pública española está montando un escándalo contra Monedero, pero no por su larga, abierta y suficientemente conocida colaboración con el régimen chavista. Recientemente, por ejemplo, se permitió dictar una conferencia magistral sobre derechos humanos en El Helicoide, en Caracas, sede del cuestionado Servicio Bolivariano de Inteligencia, argumentando que la “policía humanista es una de las máximas señales de democracia en un país”.
Con esto último no pretendemos pasar por alto la investigación abierta por la Justicia española contra él desde julio de 2022 por blanqueo y falsedad documental, en relación al cobro de 425.000 euros por un informe de asesoría para los países del ALBA. El proyecto se facturó tres años después de su presunta elaboración, por medio de la firma Caja de Resistencia Motiva 2 Producciones SL, de la cual era administrador único. Por cierto, obsérvese que cobró sus servicios en euros. No en bolívares, ni en pesos. Esas contradicciones que se deben cabalgar.
Sin embargo, llama profundamente la atención que no haya provocado similar o mayor escándalo al que lo envuelve hoy en España, su oposición pública a que se investigaran las violaciones a los Derechos Humanos ocurridas en Venezuela de 2014 en adelante. Tampoco su alineamiento automático, casi instintivo, cuando en octubre de 2020 la mayoría del Consejo de DDHH de las Naciones Unidas (ONU) votó a favor de una resolución que extendió por dos años el mandato de la Misión de Determinación de Hechos que investigaba los crímenes de lesa humanidad cometidos en el país, pese a que la decisión del Consejo no fue la de condenar al gobierno de Nicolás Maduro, ni actuó como tribunal. Se limitó a respaldar la labor de la Misión en medio de una intensa campaña internacional que los medios afines al gobierno venezolano emprendieron en su contra.
Coincido con @AliciaCastroAR: la @CancilleriaARG no puede votar la Resolución del Grupo de Lima, creado por los EEUU con el propósito explícito de desintegrar nuestro bloque regional e intervenir en Venezuela. Argentina debiera votar con @lopezobrador_ No con Bolsonaro y Piñera https://t.co/aNs2itgnhE
— Juan Carlos Monedero (@MonederoJC) October 6, 2020
En este tema hizo causa común, por cierto, con la desaparecida Hebe de Bonafini. Cualquier dirigente democrático con un mínimo de integridad personal tomaría, por lo menos, distancia de un gobierno objeto de semejantes señalamientos. Pero como sabemos, la política no funciona así, donde se suele imponer la solidaridad automática y se aplica un doble rasero con la democracia y los Derechos Humanos. Se condena (con toda razón) a dictadores como Augusto Pinochet o Rafael Videla, pero se defiende (hasta con pasión) a dictadores de signo contrario como los hermanos Fidel y Raúl Castro. Lo que es bueno para unos no lo es para los otros.
Nuestro personaje de hoy, ha sido uno de los profetas más conocidos de la “revolución bolivariana” o “socialismo del siglo XXI”. La debacle venezolana no lo ha desanimado, por el contrario, su interés por esta parte del mundo ha persistido, como en ocasión de la elección de Pedro Castillo como presidente de Perú en 2021, a quien no tardó en “ofrecer sus servicios”, y por esos días se dejó ver en conferencias y declaraciones desde Ciudad de México.
Conocido primero en la televisión oficial venezolana, que en las tertulias españolas, este profesor de Ciencias Políticas consiguió puerta franca en las oficinas presidenciales de Miraflores como parte del selecto grupo que incluía a Heinz Dieterich, Marta Harnecker e Ignacio Ramonet, gracias a su capacidad retórica y manejo de los temas ideológicos. Desde esos días ha sido un apasionado y comprometido defensor del chavismo, relación que le abrió a él, y a su amigo Pablo Iglesias, las puertas de otros países como Ecuador, Argentina e Irán.
Los dos quedaron fascinados (Ernesto Laclau también) por el proceso mediante el cual Hugo Chávez edificó su hegemonía política en Venezuela. En algún momento, por allá en 2014, cuando las encuestas favorecían a Podemos, creyeron posible hacer lo mismo en España. Barrer con todo el sistema político que ese país había conocido desde el inicio de la Transición a fin de instaurar una nueva hegemonía, encabezada por ellos, naturalmente.
La idea era usar la democracia para destruir la propia democracia, apelando al voto de la venganza de una parte de la sociedad contra sus élites. No conformarse con llegar al gobierno, sino capturar el poder. De eso se trataba el ambicioso proyecto de Unidas Podemos. Ya los antiguos griegos, Tocqueville en el siglo XIX y Hannah Arendt en el siglo pasado, habían advertido que la democracia podía ser el instrumento de su propia destrucción. Lo que nadie se imaginó hace una década es que ese intento de asalto contra la democracia-liberal, que ellos soñaron protagonizar, viniera ahora no desde la extrema izquierda, sino desde la extrema derecha. Y no en la América Latina, sino en los países más importantes de Europa occidental y en la república fundada por John Adams, Benjamin Franklin, Alexander Hamilton, Thomas Jefferson y James Madison. El destino tiene maneras crueles de sorprendernos.