Daniel Gómez (ALN).- El presidente de Datincorp, Jesús Seguías, sostiene en una entrevista con el diario ALnavío que la oposición en Venezuela ha sido torpe. Torpe porque demonizaron la vía electoral y los procesos de negociación. Torpe porque confiaron en un mantra cuyo primer punto, el cese de la usurpación, es imposible de cumplir. Y torpe porque ligaron su destino al presidente Donald Trump, quien está de salida de la Casa Blanca, y que tras varios años de promesas de cambio para Venezuela terminó convirtiéndose “en un problema más” para los venezolanos.
El venezolano Jesús Seguías preside Datincorp, una firma de asesoría e investigación de mercados, y líder en mediciones políticas para Latinoamérica. Elabora informes, incluso en Venezuela, donde los datos confiables e indicadores de calidad también escasean. De hecho, gracias a Datincorp se sabe que más del 43% de los venezolanos no se siente identificado con ningún partido político, y que en Venezuela quienes están totalmente decididos a votar en las elecciones del 6 de diciembre superan a quienes definitivamente no van a votar (40% frente a 27%, respectivamente). “No significa que ese vaya a ser el cuadro final, porque muchos factores están tratando de modificarlo”, apuntó.
Quizá porque se apoya en datos y estadísticas, Jesús Seguías sostiene que la ruta electoral es la única que puede garantizar una solución a las seis megacrisis (política, económica, servicios públicos, social, emocional y la pandemia) que conmueven al país. Solución que, por cierto, está lejos de materializarse. Esto es así porque a los obstáculos que ha puesto el gobierno de Nicolás Maduro, se suman los errores de la oposición, que ha venido “demonizando” las elecciones y cualquier intento de negociación, dijo a ALnavío.
Seguías, en una entrevista con este diario, analiza el futuro de Venezuela, y también lo que está ocurriendo en Estados Unidos, donde reside en este momento.
– ¿Por qué en Florida buena parte de los venezolanos le compraron la tesis del fraude a Trump?
– La mayoría de los venezolanos que se han apasionado con el proceso electoral de los Estados Unidos no lo hacen pensando en el futuro de este país, ni en el fortalecimiento de la democracia estadounidense. No. En lo que piensan es en Venezuela, y en la superación de sus crisis. Por supuesto, es muy legítimo que lo hagan. La desesperación y la agonía en que se encuentran los venezolanos lo explican claramente. Y ven en Donald Trump la última esperanza para los venezolanos, lo ven como el único que puede ponerle fin al gobierno de Nicolás Maduro. Casi que lo miran como el segundo Simón Bolívar de nuestra historia. Lo que hay que preguntarse es si Trump es en verdad una solución a la crisis de Venezuela, o terminó convirtiéndose en un problema más para los venezolanos.
– Y usted qué piensa: ¿Es Donald Trump un problema o una solución?
– Creo que Donald Trump terminó convirtiéndose en un problema más. Al principio quiso crear una amenaza creíble, apelando a aquella famosa frase: Todas las opciones están sobre la mesa. Pero resulta que no era verdad. No todas las opciones estuvieron sobre la mesa. La opción de una intervención militar, especialmente con el envío de tropas, jamás estuvo sobre la mesa. Y justo ésta es la que están esperando muchos venezolanos. Las únicas opciones que sí fueron activadas son las diplomáticas, incluyendo las denuncias en la Corte Penal Internacional, las económicas, las judiciales contra muchos funcionarios del gobierno chavista, incluyendo al propio Maduro. Creían que con eso era suficiente para que Nicolás Maduro pusiese el cargo a la orden, o que fuese destituido del cargo por sus mismos compañeros. Pues, han pasado dos años desde que activaron el juego duro y las estrategias de presión, y Maduro sigue allí. Muy debilitado, sí, pero sigue allí, y con el apoyo de Rusia, China, Irán, Turquía y Cuba. Hasta se maquinaron golpes militares el 27 de febrero y el 30 de abril de 2019, los cuales fracasaron rotundamente. Después de todo esto, se tranca el juego, y Trump termina reconociendo que Maduro le resultó un jugador duro. Y aquí estamos varados, y con el juego trancado.
– ¿No hay posibilidades entonces de una opción militar?
– Observo con asombro que algunos venezolanos todavía sigan presionando para que Trump envíe tropas a Venezuela. Tuvo que intervenir Elliot Abrams, enviado especial de Estados Unidos para Venezuela, para decirle a quienes claman por el desembarco de los marines que eso es “realismo mágico”. Sin embargo, y a pesar de la clara posición de la Casa Blanca al respecto, algunos venezolanos siguen creyendo que Trump, apenas fuese reelecto, va a enviar a los marines a Venezuela. Es por eso que, ante la inminente victoria de Joe Biden, muchos venezolanos entraron en un estado de guayabo profundo, de desencanto inmenso, de amargura, y andan haciéndose eco de un supuesto fraude en los Estados Unidos que hasta ahora ningún abogado de Trump ha podido probar. Todo lo contrario, éstos han terminado admitiendo ante los jueces que lo del fraude en realidad no tiene asidero. Lo que está ocurriendo en las cortes de varios estados es vergonzoso para el equipo de abogados de Trump.
– ¿Cómo puede cambiar la relación de Estados Unidos y Venezuela con Joe Biden de presidente?
– Hay que entender que si la idea es sacar a Maduro a través de una confrontación militar, pues entonces los venezolanos deben saber que ni Biden ni Trump serán buenos aliados para esta estrategia. Ninguno de los dos va a activar la opción militar a menos que esté en juego en términos reales la seguridad interna de los Estados Unidos. Y eso no lo vemos en el escenario venezolano. No olvidemos que Maduro es de la escuela de La Habana. Los cubanos llevan 60 años conviviendo con los Estados Unidos sin problema alguno. Nunca se convirtieron en una amenaza para la seguridad de su vecino gigante. Y justo ese es el estatus que quiere lograr Nicolás Maduro. Dudo que Maduro quiera convertirse en el estúpido más grande del mundo, amenazando en términos reales la seguridad de los Estados Unidos. Hasta ahora ha demostrado no ser tan estúpido como muchos creen. Por otro lado, debo decir que la política de Estados Unidos respecto a Venezuela es bipartidista. Las sanciones forman parte de un consenso bipartidista. Joe Biden no quiere a Maduro con la misma intensidad que no lo quiere Donald Trump.
– ¿Entonces dónde está la diferencia?
– La diferencia está en que Trump, después de poner sobre la mesa un brillante ‘Marco para la Transición Democrática en Venezuela’, con grandes concesiones al chavismo gobernante, comete el error de condicionar esa transición a que Maduro se vaya del poder. Es decir, reafirmaron el cuento del mantra y del cese de la usurpación, a pesar de haber fracasado rotundamente. Algo inexplicable en términos de política internacional. Creo que Biden se distanciará de ese error.
– Año y medio después de pedir y presionar por el fin de la usurpación Maduro sigue en el Palacio de Miraflores ¿Qué falló?
– Ese mantra político, que niega cualquier posibilidad de negociar una salida electoral con el chavismo mientras Maduro esté en el poder, fracasó totalmente. Se han perdido dos años en un capricho político que le ha costado mucho a los venezolanos. Se desechó la mediación de Noruega y la elección del nuevo CNE porque no podían desviarse del objetivo de provocar primero la salida de Maduro. En realidad, negociar una vía electoral en forma directa no era la prioridad estratégica de la oposición conducida por Juan Guaidó y Leopoldo López.
– Pero Juan Guaidó es el líder reconocido por la comunidad internacional, especialmente los Estados Unidos.
– En este momento Juan Guaidó es rechazado por el 88% de los venezolanos, y apenas el 16% lo reconoce como presidente de la República. Esto debe decir algo en términos políticos. Lo peor es que el gobierno de Trump convirtió a Juan Guaidó en una pieza innegociable dentro de la misma oposición. Es decir, sólo él y nadie más que él puede dirigir a la oposición. Esto es insólito, más cuando se supone que en la oposición debe privar un liderazgo colectivo y no mesiánico. Con Hugo Chávez tuvimos suficiente. Y no se trata de algo personal, pues Juan Guaidó ya es un activo político importante en el país, y tiene un futuro por delante, al igual que Leopoldo López. Pero si la opción que queda (después del fracaso del “cese de la usurpación”) es la negociación de una ruta electoral, entonces hay que apelar a interlocutores válidos para la otra parte, en vez de insistir con voceros que son un claro obstáculo. Es algo elemental cuando se quiere el éxito de un objetivo.
– La oposición siempre ha hablado de convocar elecciones confiables y transparentes…
– Aquí entramos en lo que yo llamo “la indefinición de los objetivos”, tanto en la oposición como en la Casa Blanca. Ni Trump ni la oposición conducida por el llamado G-4 han tenido claridad de objetivos. Proponer un acuerdo de paz, hablar de elecciones, pero al mismo tiempo y en forma simultánea propiciar conflictos violentos, golpes militares, acciones de mercenarios armados, amenazar con que todas las opciones están sobre la mesa, es decir, también la guerra pero sabiendo que no ocurrirá ninguna intervención militar internacional, es un verdadero desastre estratégico. Sencillamente es un verdadero despropósito político cuyo único destino es el fracaso, dejando a los venezolanos en la nada, sufriendo al extremo y con el juego trancado.
– Y entonces…
– Pues entonces Maduro sigue allí, fortalecido por algunos dirigentes de oposición que insisten en que la única opción de sacar a Maduro es por la fuerza y con la ayuda de las fuerzas armadas estadounidenses. Pero estos guerreristas son pícaros y cobardes. Esperan que la guerra la hagan los otros, es decir, los hijos de los Estados Unidos, de Colombia… creyendo que los demás son idiotas. Que sepamos, no hemos visto a ninguno de esos guerreristas tomar las armas y construir frentes guerrilleros. Muchos hablan de la guerra desde el exterior y critican a los que están en Venezuela, pero ninguno se atreve a cruzar la extensa frontera colombo-venezolana o la brasileña para pelear por lo que pregonan. El 30 de abril del año pasado, un grupo de militares intentó dar un golpe de Estado. Menos de 1.000 personas, quizás 500, se fueron a acompañar a esos militares. Los guerreristas se escondieron y dejaron a los militares solos. Eso dejó muchas lecciones dentro de la Fuerza Armada. Lo mismo ocurrió en Cúcuta dos meses antes. Después se preguntan por qué los militares no intervienen. Repito, son fanfarrones y cobardes. Pero en las redes sociales son los más bravos e intrépidos, insultan y fusilan moralmente a quienes hablan de otras opciones.
– ¿Joe Biden puede cambiar las cosas en Venezuela?
– Una vez hayamos comprendido que la ruta insurreccional y la militar no son una opción viable para solucionar las seis megacrisis que padece Venezuela, entonces sólo queda apelar a salidas pragmáticas, basadas en una audaz negociación ganar-ganar con el gobierno, y donde la ruta electoral es lo más próximo a la verdad. En este escenario, a mi entender, es donde Biden puede jugar un rol más adecuado que Trump.
– Si Biden elimina la “amenaza creíble” de Trump, ¿no cree que Maduro se va a envalentonar?
– Muchos venezolanos están equivocados con Trump y con Biden. Ven a Trump como más decidido a ir a la guerra, cuando es todo lo contrario. Este es partidario, por ejemplo, de retornar a casa a los 4.500 soldados estadounidenses que quedan en Afganistán, cuidado si no lo hace antes de enero. Se retiró de Siria, y no ha propiciado ninguna intervención militar en ninguna parte del mundo. Biden es un demócrata de mucha convicción anticomunista, no es militarista pero tampoco dudará de ir a la guerra si las circunstancias lo imponen. Creo que Biden mantendrá las sanciones como mecanismo de presión, no para que derroquen a Maduro ni para que este renuncie, lo cual ha sido la estrategia fracasada de Trump, sino para que Maduro acepte un desenlace electoral, donde queden garantizados todos los derechos políticos de los chavistas.
– Maduro está contento con la victoria de Biden, pues cree que podrá ponerlo de su lado.
– Aconsejo al chavismo gobernante que no se confundan con Biden ni con los demócratas. No van a ser niñitos de pecho ni van a aceptar cualquier chapuza del gobierno venezolano, ni de nadie. Nunca olvidemos que el partido más guerrerista de Estados Unidos ha sido el Partido Demócrata. Lo que sí puede ocurrir es que Biden no divague en amenazas no creíbles ante un gobierno que está bien asesorado en inteligencia militar y política por Rusia, China, Irán y Cuba. Un gobierno de Biden buscará sinergizar con el Grupo de Lima y Europa en la búsqueda de acuerdos negociados.
– ¿No tiene Biden el terreno difícil para negociar? Maduro está acusado de narcoterrorista en Estados Unidos y en la Corte Penal Internacional, donde ya no dudan que en Venezuela se han cometido crímenes de lesa humanidad.
– En diversas ocasiones, la Casa Blanca ha dicho que muchas de las acusaciones contra el gobierno de Maduro se pueden revertir con acuerdos políticos, con lo cual reconocen que no son acusaciones consistentes desde el punto de vista penal. Con respecto a la Corte Penal Internacional ya son palabras mayores, y ahí es donde yo digo que Maduro debe apurarse porque hay cosas que no se van a detener si se activan. Creo que Maduro tiene muchísimas razones que lo obligan a sentarse a negociar una solución a la crisis. Y también es importante dar incentivos al chavismo, entre ellos dar garantías de seguir en el juego político en caso de salir derrotados en un proceso electoral. Esto es lo más cercano a la realidad. Lo demás es ilusión.
– ¿Y cuál es el papel de la oposición en Venezuela? Ya dijo usted que mucha gente está rechazando la ruta de Guaidó.
– En este momento, buena parte de la oposición sigue desvariando. Y ahora con la inminente derrota de Donald Trump las cosas se le complican aún más a los pregoneros del “cese de la usurpación”. Quienes aún andan buscando salidas insurreccionales y militares sin duda están perdidos en el espacio. Diciembre es quizás el plazo final que les queda para demostrar que esa ruta es viable. De lo contrario, a partir de enero surgiría un nuevo cuadro político. Es lamentable que la oposición haya dilapidado un formidable apoyo internacional tratando de imponer salidas inviables. Lamentablemente contaron para esa aventura con el apoyo de la Casa Blanca. Pero la mayor responsabilidad es del liderazgo opositor. A muchos países se les ha mentido acerca de la viabilidad de salidas insurreccionales y militares. En este momento hay un hastío en la comunidad internacional respecto a Venezuela. Los colombianos dicen que Venezuela se ha convertido en un chicharrón. Hay que actuar rápido en el diseño de una nueva estrategia política que genere confianza en los venezolanos y en la comunidad internacional. No olvidemos que la crisis de la pandemia he hecho que el caso Venezuela quede fuera del radar de asuntos importantes para los demás países.
– ¿Y cuál sería la principal característica de ese nuevo marco político?
– Sin duda, retomar la ruta electoral como vía obligatoria para superar las crisis. No hay otra. No hay que seguir inventando absurdos. Además, la ruta electoral es la única donde la oposición ha conseguido victorias, a pesar de las irregularidades que todos conocemos. En cambio, la ruta insurreccional y militar ha sido una voluminosa cosecha de fracasos y ha significado un inmenso desgaste de fuerzas y de pérdidas progresivas de poder. Esto convierte a la ruta electoral en la mejor de todas, por viable, por ser la de menor costo, porque garantiza acumular poder, y porque brinda a los inversionistas privados la paz social y política que exigen para invertir en la costosísima reconstrucción del país. Esto último es extremadamente importante.
– Se dice que en Venezuela se vota, pero no se elige, y que el CNE es fraudulento. ¿Cómo confiar entonces en esa ruta?
– La oposición cuando ha sabido hacer las cosas bien le ha pasado por encima al chavismo y al CNE. Desde el referéndum por la reforma en 2007, la oposición venía acumulando éxitos y relativos poderes. La elección parlamentaria de 2015 fue un ejemplo formidable de perseverancia, coherencia política, y buen diseño estratégico electoral. Y ese CNE que tanto hemos cuestionado reconoció los 112 diputados que obtuvo la oposición. Quien luego desconoce a los tres diputados de Amazonas es el Tribunal Supremo de Justicia. Pero la actuación del CNE en sí fue casi que impecable en lo que corresponde al escrutinio de esas elecciones. Obvio, hubo muchas irregularidades previas al acto de votación. El único caso de fraude comprobado fue el que ocurrió en el estado Bolívar durante las elecciones de gobernación en 2017, y eso ocurre porque la diferencia fue de apenas un punto porcentual entre ambos candidatos.
– ¿Usted dice entonces que el CNE sí ha sido confiable?
– El sistema electoral venezolano como un todo ha estado plagado de irregularidades, sin duda, pero el protocolo de votación, es decir, un voto que se emite es un voto que debe contarse, hasta ahora ha funcionado con alto nivel de confiabilidad. Y eso lo sabe todo el mundo en la oposición. Y eso es lo que finalmente interesa. Mientras la oposición cuente con una buena defensa del voto, es muy difícil para el gobierno hacer fraude, especialmente cuando la diferencia entre ambas opciones es superior a los cinco puntos porcentuales. Por eso fue un grave error no ir a elecciones municipales en 2017 y a las elecciones presidenciales de 2018. Sepultaron la vía electoral porque no contaban con un sistema perfecto. Cuando se está luchando contra un gobierno que juega duro, y el cual ha sido calificado de dictatorial, es una exquisitez estar exigiendo tanta perfección. Y lo que revela en realidad esta postura es que se están buscando excusas para no participar más en procesos electorales porque creen que la cosa viene por otra vía.
– ¿Y qué cosa no sería una exquisitez electoral entonces?
– Lo que realmente debe importar a los opositores es armar un buen padrón electoral, una buena defensa del voto, que las máquinas funcionen como funcionaron en 2015, y que la gente salga a votar masivamente. Punto.
– ¿Y si el gobierno no reconoce los resultados?
– Entonces el gobierno estaría legitimando cualquier reacción de la población y de las fuerzas armadas para hacer valer la voluntad popular. Esa es la hora de oro para quienes hablan de insurrección popular y militar.
– En la oposición también se ha demonizado la negociación. El fracaso de todas las negociaciones anteriores sirve de argumento para rechazarlas…
– Demonizan las negociaciones de manera indebida. Es parte de las torpezas de la oposición. Por eso es que no tienen fácil el futuro próximo. No es lo mismo negociar teniendo como garantes de los acuerdos a países pequeños que tener de garantes a China, Rusia, Estados Unidos y Europa. Son palabras mayores. Las condiciones hoy día son totalmente diferentes a las ocurridas en República Dominicana, por ejemplo.
– ¿Qué esperan los venezolanos?
– Entre un gobierno fracasado y arrogante, y una oposición también fracasada y arrogante, lo único que han logrado es hundir al país en un conflicto necio, inmoral y criminal. Es un conflicto que se circunscribe a las ambiciones de poder de unos cuantos dirigentes políticos. Llegó el momento de pensar en el país. Ese es el tema de fondo. Nuestros políticos deben tener el coraje y la decencia para admitir que nos hemos equivocado y que hay que dar un viraje radical en todas las instituciones de la nación. Creo que será inevitable construir una nueva mayoría en el país y reformular las narrativas y los objetivos políticos. No se trata de hacerlo con marcianos sino con los recursos humanos que tenemos. Se trata de un franco y sincero proceso de rectificación personal y colectiva, tanto de opositores como de chavistas. Por el bien de Venezuela, todo el mundo tiene que rehacer su juego, pues la verdad es que nuestros políticos, todos, le han fallado a los venezolanos. Pero soy optimista.