Daniel Gómez (ALN).- El periodista y activista social Jesús “Chúo” Torrealba, exsecretario ejecutivo de la Mesa de la Unidad Democrática, apuesta por modificar el esquema político de Venezuela. Romper el juego suma cero que ahora mismo tienen gobierno y oposición. “La clase política venezolana no entiende que el tema no es desplazar a quien está en el poder para ejercerlo de la misma forma”, dice en entrevista con el diario ALnavío.
Jesús “Chúo” Torrealba fue por dos años y medio secretario ejecutivo de la Mesa de la Unidad Democrática (MUD), la coalición de partidos opositores en Venezuela más exitosa hasta la fecha, hasta el punto de arrebatar la Asamblea Nacional al chavismo en 2015.
Pero para Torrealba ese periodo en la política fue “un simple accidente” en su carrera.
Además de periodista, se define como un activista político. Un ciudadano que trabaja para los sectores populares, desde donde observa una cotidianidad “muy ruda”. A veces desgarradora. Una realidad muy distinta a los grandes temas que copan la actualidad venezolana: la disputa entre Nicolás Maduro y Juan Guaidó, lo que ocurre dentro de la Fuerza Armada, el duelo geopolítico mundial con Venezuela…
Esta forma de ver las cosas lleva a Torrealba a analizar los temas de Venezuela desde un punto de vista diferente al que suelen tener politólogos y políticos. Y lo demuestra en esta entrevista con el diario ALnavío en la que aborda la actualidad de Venezuela. Desde la crisis de las vacunas ahora que el gobierno se niega a utilizar la AstraZeneca, hasta los esfuerzos de la sociedad civil por recuperar la ruta electoral.
– ¿Cómo valora lo que está ocurriendo con las vacunas en Venezuela?
– El episodio de las vacunas demuestra la escasísima capacidad del liderazgo político venezolano de colocar el bien común como centro y propósito de su accionar y de construir consensos básicos, elementales, para avanzar incluso en las circunstancias más apremiantes. Hoy Venezuela está entrando en la segunda oleada del virus con unos niveles importantes de contagio y de mortalidad y con un sistema de salud extremadamente frágil. En el caso venezolano hay algunos agravantes. Durante bastante tiempo, mientras España, Francia, Italia enfrentaron serios problemas con la segunda oleada, en Venezuela la pandemia tuvo un comportamiento diferente. Menos agresivo por circunstancias ya analizadas. El país tenía tiempo aislado del exterior antes de la aparición del virus. Además, internamente la movilidad de las personas era muy baja por la crisis económica y la escasez de combustible. Todo eso hizo posible que del 13 de marzo de 2020 a marzo de 2021 el comportamiento del virus fuera bastante menos agresivo que en el resto de la región. Sin embargo, no se aprovechó ese tiempo para fortalecer el sistema de salud, ni para construir conciencia social sobre el virus. Hoy estamos en una aguda crisis, con las UCIs de los hospitales públicos y de las clínicas privadas literalmente abarrotadas. Tenemos unos indicadores en cuanto a contagios y fallecimientos crecientes. Los indicadores oficiales, pese a los problemas de subregistro, lo muestran. Y, por otro lado, tenemos al gobierno, que debería ser el actor más dinámico en esta situación, entorpeciendo en vez de facilitando los acuerdos que permitan el acceso a la vacuna. Esto es una tragedia desde el punto de vista sanitario y médico, y una absoluta desgracia desde el punto de vista ético y político.
– ¿Desaparecieron las oportunidades para que gobierno y oposición consigan un acuerdo político para la vacuna?
– En Venezuela tenemos literalmente dos gobiernos. Uno que tiene acceso a recursos venezolanos en el exterior que son vitales para adquirir vacunas y fortalecer la capacidad del país frente al virus, pero que no tiene control del territorio. Y tenemos un gobierno que tiene control del territorio, de los hospitales, de las aduanas, pero que no es reconocido internacionalmente. Esa realidad obliga al acuerdo. Es extremadamente lamentable que en esta situación alguno de los factores anteponga la necesidad de vencer al adversario político. Esto ha ocurrido durante bastante tiempo y los papeles de bueno y malo se los han alternado. Hace un año, factores de la sociedad civil plantearon una solución para mitigar los efectos del caos eléctrico en Venezuela con la mejora de un conjunto de plantas a nivel estatal y un financiamiento ya aprobado por la CAF-Banco de Desarrollo de América Latina. Entonces sectores de oposición pensaron que ese financiamiento era quitarle presión al régimen de Maduro. Entonces para ellos era importante mantener su postura frente al pulso con el gobierno antes que beneficiar la calidad de vida del ciudadano. Hoy ocurre una cosa más grave. El gobierno retrocede un acuerdo con la oposición y la Asamblea Nacional del 2015 que revela su escasísima gobernabilidad interna.
– ¿Existe alguna explicación a la negativa del gobierno de adquirir la vacuna de AstraZeneca?
– Hay muchas especulaciones al respecto. Hay teorías puramente políticas. Están los que creen que los sectores radicales del gobierno le reclaman a Maduro el haber flexibilizado su posición frente a Guaidó para hacer posible la vacuna, señalándolo como si fuera un gesto de debilidad. Dentro de estos juegos típicos del izquierdismo tercermundista de presentarse unos como duros y otros como blandos se habría visto a Maduro con la necesidad de retroceder para verse tan duro como los radicales. Por otro lado, está el tema económico. La vacuna AstraZeneca en el contexto Covax tendría un costo entre los cuatro y cinco dólares, incluyendo traslado y flete, a diferencia de los anuncios del gobierno de por ejemplo la vacuna rusa, que estaría muy por encima de eso. Hay quienes especulan que habría negocios en la decisión de una y otra vacuna. Entonces me apalanco en una vieja máxima del periodismo: “Las opiniones son baratas pero los hechos son caros”. El hecho es que la cúpula del gobierno de Maduro que, por cierto, ya se vacunó, está bloqueando un convenio que haría que se vacunaran en un breve plazo millones de venezolanos. Eso desde el punto de vista médico es una tragedia y desde el político un autogol para Maduro tremendo. Si este resultado se produce por tratar con un competidor interno, esto se mira como un mal negocio para Maduro y lo expone ante el país como un factor que acrecienta el peligro en lugar de mitigarlo.
– Antes de que estallara la crisis de las vacunas, el tema en Venezuela era la recuperación de la vía electoral. ¿Es esto posible en un gobierno al que definen como totalitario? Usted en una entrevista para El Nacional advirtió que Maduro no iba a dar condiciones.
– Yo creo que hay exigir condiciones, luchar por ellas, exigir la mejora sustantiva de las condiciones que se quieren para votar. Lo que no se puede hacer es pretender que el régimen tenga una epifanía y se transforme mágicamente en lo contrario de lo que es. Los venezolanos estamos convocados a votar en el contexto de un régimen autoritario y no es la primera vez que nos ocurre. Nos pasó durante la dictadura de Marcos Pérez Jiménez. En aquella ocasión los partidos democráticos vieron en la convocatoria electoral una rendija que permitiese la activación de la opinión pública, el fortalecimiento de los valores democráticos, y una grieta en la que el mensaje de los demócratas pudiera llegarle al resto del país. Eso fue cierto antes y es cierto ahora. En este momento, habiendo estado probada la ineficiencia de la abstención por sí sola, el tema de las elecciones regionales y municipales es ciertamente, como en el pasado, una oportunidad que los demócratas no debieran desaprovechar.
– ¿Por qué Venezuela necesita unas elecciones?
– En este momento es importante remozar el liderazgo opositor. Desde la disolución de la exitosa Mesa de la Unidad Democrática, la oposición venezolana no cuenta con un centro de gravedad capaz de unificar todo el recurso humano del país. Así que no queda otra que apelar a la fuente primigenia de legitimidad: el voto. Hay un elemento que vincula el tema de la vacuna y el tema electoral. Hay quienes dicen que, al haber retrocedido el gobierno en el acuerdo que hacía posible el acceso a la vacuna, queda demostrado que no tiene sentido buscar acuerdos por la gente, acuerdos por la vida. Yo creo lo contrario. Lo que acaba de ocurrir revela que lo que tenemos que hacer es promover la búsqueda de consensos. Y si el gobierno los rompe o los traiciona, entonces que pague el costo político de traicionarlos. Lo otro es permitirle al gobierno hacer lo que quiera sin costo alguno.
– ¿Se está formando en Venezuela una tercera vía entre el gobierno y la oposición dominante?
– El surgimiento de una tercera vía significaría la validación del actual esquema por la ineptitud de los otros dos actores. Yo no estoy de acuerdo con ese enfoque. Esto es erróneo porque el actual esquema está diseñado para que precisamente no puedan surgir terceras oportunidades. Los factores en pugna terminan copando el espacio y evitando el surgimiento del debate, la reflexión, la argumentación. No se trata de competir en el actual esquema, sino de promover que haya otro abordaje de la clase política venezolana. Se trata de lograr que la clase política trascienda el juego suma cero. Entienda que después de 20 años de confrontación ni el gobierno va a acabar con la oposición ni la oposición va a cumplir su sueño de enviar a Maduro a Guantánamo. Hace falta entender que, en este país, por la vía del realismo político, es necesario lograr que los actores coincidan en construir calidad de vida.
– ¿Para lograr este cambio de esquema en Venezuela hace falta otro líder?
– Si nos mantenemos en la lógica anterior, haría falta un nuevo líder. El chavismo tiene ya casi una generación en Venezuela y los valores principales son los del grupo dominante. Esta concepción caudillesca del chavismo ha contaminado a factores de la oposición. En este momento, hay gente que muy ‘chavistamente’ piensa que lo que necesita Venezuela es un líder. Un concepto republicano de la vida, un concepto democrático de la política, entiende que no. Que aquí lo que hace falta son instituciones que funcionen. Hay que reinstitucionalizar el país. Esto lo ha entendido la sociedad civil venezolana antes que la clase política. Para la clase política opositora es muy tentador quedarse en el viejo esquema porque en el caso supuesto de que llegara al poder, entonces desaloja al madurismo del poder y lo ejerce con las mismas características de autoritarismo y control total que el modelo anterior. Por eso la clase política venezolana no entiende que el tema no es desplazar a quien está en el poder para ejercerlo de la misma forma. El tema es reinstitucionalizar al país. Esto lo ha entendido Fedecámaras, los movimientos laborales de base, las organizaciones de la sociedad civil agrupadas en el Foro Cívico Nacional, incluso muchos de los comunicados de la Conferencia Episcopal Venezolana apuntan a la superación de este esquema para colocar a la política en la búsqueda del bien común.
– Para reinstitucionalizar el país por algo hay que empezar. Y según el académico venezolano Michael Penfold, toda negociación debe partir de un mismo punto: un Consejo Nacional Electoral (CNE) creíble. ¿Está de acuerdo?
– Es un hito importante. Por eso apoyo y acompaño los esfuerzos de la sociedad civil para que la designación del Consejo Nacional Electoral no sea un proceso donde el oficialismo se pague y se dé el vuelto a sí mismo, sino que haya otras voces que respondan más al interés nacional y grupal. Es tremendamente llamativo cómo en la primera parte de este proceso la oposición político-partidista se abstuvo. Se quedó mirando los toros desde la barrera. Al parecer está en marcha un proceso de conversaciones que amplió el lapso de postulación de candidatos. Y al parecer habrá candidatos vinculados a la clase política opositora. En este caso coincido con Penfold, pero, y este pero lo subrayo, hay otras manifestaciones de la vida social en las que es muy importante que se coloque la lupa. La reinstitucionalización del país no es simplemente producto de un pacto entre cúpulas. Esto será el resultado de una conducta distinta de las cúpulas como consecuencia de la presión social. No habrá mejores gobiernos en Venezuela en tanto que no haya ciudadanos que así lo exijan.
– ¿Existe una presión social real para que se produzca este cambio?
– Hay procesos que se están dando en la base de la pirámide que tienen que ser advertidos, visibilizados, apoyados, porque son los que van a dar lugar precisamente a esos cambios a nivel institucional. Pongo un ejemplo que no es sexy para los analistas políticos pero que es fundamental para el ciudadano de a pie. La crisis de los servicios públicos es la manifestación más ruda de la crisis humanitaria compleja del ciudadano. Quien tiene recursos, aunque sean pocos, puede dar respuesta al tema de los servicios. Si usted tiene un vehículo, el drama del metro no le afecta. Si usted en su edificio puede alquilar un camión cisterna o instalar un pozo, usted puede saltar por encima de la crisis del agua potable. Si usted puede adquirir una planta eléctrica con gasoil, puede sentirse a salvo de los apagones. Pero esto es el 5% de la población. Para la inmensa mayoría de los venezolanos la crisis de los servicios es la crisis. En uno de los espacios más emblemáticos de la capital venezolana, en la parroquia de La Vega, la polarización no se da entre gobierno y oposición, entre izquierda y derecha, entre civiles y militares. En esta parroquia la polarización se da entre los sedientos, que son la inmensa mayoría, y los mezquinos, que son un pequeño grupo que utiliza el tema del agua para hacer negocios ilícitos o para ejercer discriminación política. Esa es la polarización real que hay en La Vega. Este enfoque que se ha dado en la práctica, en la lucha social en La Vega, hay que plantearlo en un ámbito mayor. A nivel nacional la polarización no puede ser Maduro-Guaidó, PSUV-oposición, en este momento la polarización debe ser entre la pequeña cúpula de los ya vacunados y la inmensa mayoría del país que exige su derecho a la vacuna. Esa es la forma de hacer frente a la crisis venezolana y forzar a la clase política de manera distinta. Así que no se trata de una tercera vía. Se trata de cambiar el enfoque político y la forma de vivir y hacer la política en el país. Aquí las conductas que se han desarrollado a lo largo de estos 20 años han conducido a lo que algunos politólogos llaman un empate catastrófico. Esto ha permitido que sectores de uno y otro bando terminen construyendo una suerte de modo de vida, por lo que prolongar ese empate catastrófico para ellos pudiera ser deseable porque ejercen sus roles y ejercen la política de la forma que están acostumbrados. Lo que pasa es que la distancia entre estos polos y los venezolanos es cada vez mayor.
– ¿Está Venezuela preparada para un cambio de enfoque así como usted lo plantea?
– Lo que está ocurriendo en la base de la pirámide es muy fuerte. Que el país haya pasado de ser la economía más próspera de la región a competir con Haití a ver cuál es más miserable es muy rudo. Y eso quienes lo padecen son quienes están en la base de la pirámide. Mi trabajo como activista político y ciudadano es en esta base. Y desde allí observo cómo toda la clase política ha hecho de su oficio una especie de teatro sin público porque el público no les interesa. La validación de sus roles no depende del público. Para el gobierno la validación de su rol depende de su control de las instituciones y sobre todo de los factores de fuerza. Y en el caso de la clase política opositora su poder y permanencia dependen de factores externos, la comunidad internacional, y no del consenso interno. Entonces a unos y a otros termina importándoles poco lo que ocurre en la base de la pirámide y en todo caso lo usan como recurso retórico. Sectores de la oposición que conocen de la crisis del país por lo que puedan leer de una encuesta usan el sufrimiento del venezolano para construir discursos desgarradores. Y luego está el caso del madurismo, que usa el sufrimiento del venezolano para señalar a las sanciones como culpables de la debacle. Pero en realidad no hay un compromiso de ninguno de estos sectores para resolver los problemas que denuncian. Y ojo, no estoy equiparando la responsabilidad de ambos sectores. Es claramente perceptible que el régimen del chavo-madurismo pasará a la historia como el culpable de que Venezuela haya perdido la burbuja petrolera más importante de nuestra historia. Los gobiernos de Hugo Chávez y Maduro manejaron más recursos que todos los gobiernos venezolanos juntos. Eso es mucho decir. Y la otra cosa que se perdió en estos 20 años fue el bono demográfico. Venezuela era un país de muchachos que ya llegaron a su edad productiva. Pero de este bono demográfico se benefició Colombia, Perú, Ecuador y otros países por la diáspora. Sin embargo, la responsabilidad de la dirigencia opositora era construir una alternativa creíble, viable, a ese caos, pero no ha sido eficiente. No estoy equiparando responsabilidad. Son distintas, pero ambas revelan la ineficiencia en sus roles.