Pedro Benítez (ALN).- El pasado domingo se efectuaron elecciones para renovar la mitad de los miembros (30 en total) de la Legislatura de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Pero lo que debería haber sido una elección local sin trascendencia nacional se transformó en una despiadada competencia por definir el liderazgo de la derecha argentina. La disputa la protagonizaron, sin disimulo alguno, el actual inquilino de la Casa Rosada, Javier Milei, al frente de La Libertad Avanza (LLA), y el expresidente Mauricio Macri, principal referente de Propuesta Republicana (PRO).
Con el 30 % de los votos se impuso la lista de la LLA, encabezada por el portavoz de la Presidencia de Argentina, Manuel Adorni, dejando en segundo lugar al candidato de la izquierda peronista (27 %) y en el tercer lugar (apenas 15 %) a las candidaturas respaldadas por Macri y su primo Jorge Macri, jefe de Gobierno de Buenos Aires. No son resultados espectaculares desde un punto de vista cuantitativo, pero sí tienen una importancia simbólica: una estrella asciende, mientras otra, inevitablemente, se apaga.
Desde que en el año 2007 Macri, por entonces presidente del mítico Club Boca Juniors, se alzó con la elección para el gobierno de la capital de Argentina, él o candidatos apoyados por él han ganado todos los comicios realizados allí, generalmente por márgenes amplios. Esa fue la base que lo proyectó a la presidencia de ese país en 2015. Incluso, cuando perdió la reelección presidencial de 2019, el candidato del PRO fue reelecto para seguir gestionando la ciudad.
Otro dato adicional que puede ser ilustrativo: en la primera vuelta de la elección presidencial de 2023 (mes de octubre), la fórmula nominada por el PRO, Patricia Bullrich/Luis Petri, se impuso con comodidad en Buenos Aires con el 41 % de los sufragios, mientras que la dupla Milei/Villarruel quedó relegada al tercer lugar (por detrás de los candidatos peronistas) con el 19,9 %.
Milei también perdió en esa ocasión en la provincia de Buenos Aires (no confundir con la ciudad), principal distrito electoral del país, pero pasó a la segunda vuelta y la ganó porque, para sorpresa de propios y extraños, arrasó en la mayoría de las provincias del interior argentino. Desde entonces, la base dura del mileísmo no es la clase media de los elegantes barrios del norte de Buenos Aires, tradicionalmente antiperonista, sino los jóvenes pobres.
Romper con Macri, aliarse con Milei
No obstante, eso también explica que LLA, como típico movimiento político aluvional, se encontrara al frente del gobierno nacional con apenas 38 de 257 diputados y 8 de 72 senadores sentados en el Congreso. De modo que, ante una coalición kirchnerista (la izquierda peronista) golpeada pero aún en pie como primera minoría, el apoyo de los 61 diputados y 14 senadores macristas resultara fundamental para sacar adelante su programa de liberalización económica.
Pero, con la audacia propia de quien todo le está saliendo bien, Milei ha optado por fagocitar a su aliado. Pese a que el respaldo de Macri fue determinante para darle la victoria definitiva en la segunda vuelta presidencial de 2023, y le ha aportado gobernabilidad, a lo largo de estos meses se ha negado a cogobernar con el expresidente, mientras le ha ido sacando dirigentes importantes de su partido en una especie de “OPA hostil”. Como mejor ejemplo, tenemos los casos de los excandidatos a presidente y vicepresidente del PRO, Patricia Bullrich y Luis Petri, quienes rompieron con Macri para incorporarse, por su cuenta y riesgo, al equipo de gobierno de Milei como ministros de Seguridad y Defensa, respectivamente.
En ese sentido, el pasado domingo Milei dio un paso adicional al desafiar a Macri en su bastión electoral, dejándolo casi liquidado. En cierta forma, se podría decir que ha matado al padre para reinar él.
Todo esto tiene un curioso antecedente. Hace exactamente veinte años, Néstor Kirchner le aplicó la misma estrategia a quien lo sacó de la lejana provincia de Santa Cruz para llevarlo a la Casa Rosada.
Campaña sucia
Corría el 2003 cuando el entonces presidente Eduardo Duhalde buscaba un candidato dentro de las divididas filas peronistas que le cerrara el paso a las aspiraciones reeleccionistas del expresidente Carlos Menem. Ese aspirante resultó ser Kirchner. El objetivo se cumplió, pero, una vez que el nuevo y desconocido presidente se sintió seguro en su cargo, optó por emanciparse. En las elecciones legislativas de medio término de 2005, desafió a su mentor presentando como candidata al Senado por la provincia de Buenos Aires a su esposa, Cristina Fernández de Kirchner, en contra de otra aspirante peronista, la popular Chiche Duhalde, a su vez esposa del expresidente homónimo. Esa fue una de las campañas electorales más sucias desde el retorno de la democracia en 1983.
Si bien la pareja Duhalde obtuvo alrededor del 25 % de los votos, los Kirchner los superaron por 20 puntos y ese fue el momento en el cual tomaron el control político de la provincia que ha sido el corazón del poder electoral peronista en Argentina. Con esa base, más los generosos recursos del presupuesto público, reunieron a la mayoría de los dirigentes políticos y sindicales del peronismo bajo una única jefatura, escorando hacia la izquierda al movimiento fundado por Juan Domingo Perón.
También se alinearon con la internacional de mandatarios latinoamericanos que por esos días encabezaban Lula da Silva y Hugo Chávez, y que tenía de padrino de honor a Fidel Castro. Así fue como nació el kirchnerismo, esa cepa tan particular del peronismo que hegemonizó la vida pública argentina por dos décadas.
Economía a favor
Néstor y Cristina fueron implacables con los Duhalde y no dudaron en demonizar a Menem, de quien también se habían servido.
Pues bien, así como Néstor Kirchner mandó a las duchas a Duhalde, Javier Milei está haciendo lo mismo con Macri. Los propósitos ideológicos son distintos, pero el juego de poder es exactamente el mismo.
Y, tal como ocurrió con Kirchner en esos días, la economía está jugando a favor de Milei. El índice de inflación bajó luego del reciente levantamiento del cepo (control) cambiario y las expectativas de crecimiento lucen positivas para este año.
Además, hay un ambiente de relativa estabilidad del dólar, amenaza de todos los gobiernos argentinos. Lo peor del duro ajuste económico parece haber pasado sin que ocurriera el temido estallido social que hubiera llevado nuevamente a un peronista a la Casa Rosada. Por el contrario, la tasa de pobreza experimentó, en el segundo semestre de 2024, una reducción de 14,8 % con respecto al primer semestre del mismo año, según el Instituto Nacional de Estadística y Censos.
Milei no quiere sombras
Sin embargo, no conforme con esto, Milei ha copiado los modos estratégicos del trumpismo, atizando la polarización con insultos e improperios a periodistas y críticos. Hasta Domingo Cavallo (a quien calificó como el mejor ministro de Economía de Argentina) ha sido víctima del encendido verbo presidencial, solo porque dijo que había que cuidarse de un retraso cambiario.
Macri vio en Milei la reivindicación de su propia administración (2015–2019) y se ha distanciado del centro político argentino con tal de respaldarlo. No obstante, Milei ha sido, como hemos visto, implacable con él. No quiere que nadie le haga sombra.
En eso también guarda similitud con la estrategia de los Kirchner. Y también en la retorcida astucia, porque, a todas estas, mientras saca del campo de juego a Macri, intenta que se quede Cristina Kirchner, consciente de la animadversión que genera. Ella todavía conserva una base dura del 30 % de apoyo en el electorado, pero su rechazo es mayor y la mayoría de los argentinos le perdonan a Milei sus exabruptos con tal de que ella no regrese. A eso juega él: yo o el caos.
Dos intentos
Dos veces se ha intentado aprobar en el Congreso el denominado proyecto de “ficha limpia”, que propone que a toda persona condenada por corrupción en una segunda instancia se le impida aspirar a un cargo público. El proyecto tiene nombre y apellido: Cristina Kirchner. Pero eso a Milei no le interesa, por las razones antes expuestas. Es más, mientras ella siga en escena, al peronismo se le hará muy difícil renovarse.
En noviembre pasado, “ficha limpia” estuvo a punto de ser aprobado en la Cámara de Diputados, pero fracasó por la ausencia, en la sesión respectiva, de ocho legisladores de la LLA y dos del PRO vinculados a Patricia Bullrich (ministra de Milei). Recientemente, volvió a fracasar por el retiro de dos senadores aliados del gobierno.
De modo que Milei está demostrando una vocación peronista de poder. Ha jugado en los bordes del sistema constitucional, pero no se pasa de la raya. Insulta al Congreso, pero acepta sus decisiones; intenta introducir magistrados aliados en la Corte, pero acata sus fallos; increpa a la casta, pero gobierna con ella.
Hasta ahora todo le ha salido bien. La cuestión es: cuando sea mayoría en el Congreso, tenga más poder o se enfrente por primera vez a un fracaso, ¿qué hará?
Síguenos en nuestro canal de Telegram aquí