Patricia J. Garcinuño (ALN).- La escritora chilena ve con tristeza lo que ocurre en el país que la acogió cuando tuvo que huir tras el golpe de Estado contra Salvador Allende. Sin embargo, se muestra optimista. “Venezuela es un país abundante, rico, generoso, con una gran capacidad de alegría. Eso sigue allí”, afirma.
“Hay que tener la certeza de que las cosas van a cambiar. Los gobiernos pasan, los países y la gente quedan”, afirmó la escritora chilena Isabel Allende al ser preguntada por el diario ALnavío sobre la crisis de Venezuela. La escritora chilena, que estuvo en Madrid para presentar su último libro, Más allá del invierno (Alfaguara) y participar en la Feria del Libro, señaló que el país donde ella estuvo exiliada desde 1975 hasta 1988 tiene numerosas virtudes que le harán salir adelante cuando haya un cambio político.
“Suceden épocas y periodos en la vida de un país en los que parece que quedó determinado a ser de una forma, pero no es así. Venezuela es un país abundante, rico, generoso, con una gran capacidad de alegría. Eso siempre estuvo allí. Eso sigue allí. El gobierno va a pasar. La gente queda, el país queda”, reiteró.
“Hay que tener la certeza de que las cosas van a cambiar. Los gobiernos pasan, los países y la gente quedan”, afirmó Allende
Para Allende, lo prioritario en estos momentos es “tratar de que esta división espantosa, esta polarización, no termine en más violencia”. La autora, afincada desde hace años en San Francisco (Estados Unidos), dijo sentirse muy apenada por lo que está pasando en el país que la acogió cuando se vio obligada a huir de Chile tras el golpe de Estado y el derrocamiento de su tío, Salvador Allende. “Venezuela recibió con los brazos abiertos a miles y miles de refugiados que vinimos del Cono Sur: de Argentina, Uruguay y Chile en la época de las dictaduras”, explica.
“Éramos miles y tuvimos oportunidades de trabajo. Nos trataron maravillosamente. Yo tengo amigos venezolanos que son incluso más cercanos que mi propia familia, y esa gente ha tenido que salir ahora. Y muchos de ellos han ido a Chile, y nos toca ahora a nosotros recibirlos a ellos. Hay como un círculo que se cierra”, añadió.
Venezuela no solo marcó su vida personal, también la profesional. De hecho, Allende cuenta cada vez que tiene oportunidad que de no ser por el tiempo que pasó allí no habría sido escritora: “Cuando yo estaba en Chile yo era periodista, feliz de ser periodista. Yo estaba segura de que era una excelente periodista además… Mentira, era terrible. Pero yo no lo sabía en aquella época. Si yo me hubiera quedado en Chile habría seguido siendo periodista y habría tenido seguramente una vida en eso, y me habría sentido muy realizada y muy contenta”.
Sin embargo, cuando llegó a Venezuela no encontró trabajo como periodista. Por ello, durante varios años tuvo que realizar trabajos de otra clase para ganarse la vida y mantener a su familia. “La escritura vino como un ejercicio de nostalgia para recuperar todo lo que había perdido: el país, la familia… Estaba perdiendo la memoria del pasado también. Era para recuperar todo eso que había sido mi vida, ese país que fue y que ya no era”, afirmó.
“Yo no habría tenido ninguna necesidad de escribir La casa de los espíritus en Chile. De hecho, todo lo que aparece en ese libro lo viví en Chile. Podría haberlo escrito allí, pero no había necesidad hasta que no sufrí la nostalgia del exilio, el deseo de recuperar algo”, añadió.
“Yo venía de un país sombrío, un país herido por la dictadura, por esa vuelta a una mentalidad casi feudal. Y Venezuela era un país exuberante, donde todo se daba”
Pero no solo influyó en su obra por estar lejos de su hogar, también por la propia esencia de Venezuela. “Me dio otra visión de la vida. Yo venía de un país sombrío, un país herido por el golpe militar, por la dictadura, por la represión, por esa vuelta a una mentalidad casi feudal. Y Venezuela era un país exuberante, cálido, donde todo se daba, donde cualquier pretexto era bueno para bailar y para cantar, que eso es lo menos chileno que hay, porque nosotros no somos para nada así”, comentó entre risas.
“Eso me abrió, me dio color y sabor, yo creo que me ayudó mucho después en la escritura. Tal vez si yo me hubiera exiliado en Alemania del Este no habría escrito La casa de los espíritus. Venezuela me ayudó”, explicó.
El aumento del racismo en Chile
La escritora chilena es consciente de que, en los últimos años, con la convulsa situación de varios países y el aumento de la inmigración en Chile, también ha aumentado el racismo, algo que hasta hace poco era difícil de imaginar. “Es curioso, porque en Chile nosotros decíamos que no éramos racistas, que el racismo se daba en otros países, no en Chile”, señaló.
“Nosotros somos muy clasistas”, afirmó Allende. “Tenemos un sistema de clases que es equivalente al racismo en otras partes. Ahora que tenemos inmigrantes y gente de otras razas sí se empieza a manifestar lo que siempre fuimos y que existe en todas las sociedades: hay rechazo a lo que es diferente. En Chile, por primera vez, estamos recibiendo mucha gente de todas partes. Vienen de Perú, de Ecuador, de Colombia, de Venezuela… Hay de todos lados. Y la gente empieza a ver cómo la sociedad está cambiando, y en vez de percibir eso como un regalo lo perciben con rechazo. Es lo que pasa también en Europa”.
La escritora chilena defiendió con fuerza el papel de los inmigrantes en cualquier sociedad y tiene claro cuál suele ser el perfil. “¿Quién es la gente que emigra? Siempre jóvenes, porque los viejos se quedan atrás. Es gente que viene dispuesta a trabajar, gente que es creativa y que tiene valor, que tiene coraje. Gente que viene a enriquecer la sociedad, no viene a quitarnos nada. Viene a aportar. Y eso hay que tenerlo muy presente, porque el rechazo se produce cada vez que hay inmigración”, afirmó.
Además, Isabel Allende insistió en que este fenómeno se da, incluso, en los lugares más inesperados: “En Estados Unidos, que es un país hecho de inmigrantes, cada vez que viene una nueva oleada, son rechazados. Pasó con los italianos, a los que consideraban mafia, judíos, árabes, asiáticos… Y ahora los latinos, los hispanoparlantes. Eso ya lo hemos vivido, y después de ser rechazados son integrados y pasan a ser parte de la sociedad. Se mezclan con todo el mundo y ya nadie piensa si son emigrantes”.