Rafael Alba (ALN).- Una publicación noruega pone en cuestión los datos facilitados por Tidal e insinúa que su dueño hizo trampas. En los últimos meses, los negocios del rapero se han visto envueltos en distintas investigaciones que ponen en cuestión la legalidad de sus métodos.
Admitámoslo. La vieja historia del ying y el yang puede tener su punto de verosimilitud. O como dice un refrán hispano “el que la hace la paga”. O no. Sea como sea, desde que la gran diva global Beyonce denunció la presunta infidelidad de su marido Jay Z en Lemonade, su último disco hasta la fecha, al rapero, y 50% de la pareja más envidiada de la industria de la música mundial, las cosas no le han salido del todo bien. Primero, antes incluso de que su nombre fuera puesto en cuestión en las canciones de su esposa, el artista se llevó una sonora bofetada por cuenta de su cuñada Solange, que le propinó el golpe en un ascensor. Una riña familiar a la que tuvo acceso todo el universo conocido, gracias a las redes sociales. Y luego, acosado por un montón de noticias referentes a sus negocios, que han puesto bajo sospecha, más o menos razonable, la legalidad (y la moralidad) de los métodos expeditivos que, presuntamente, utiliza para alimentar sus voluminosas cuentas corrientes.
Aunque, y hay que decirlo, ninguna de las acusaciones de las que ha sido objeto hasta ahora está completamente demostrada. Además, tanto él como los portavoces de su empresa han negado todos y cada uno de los extremos en cuestión y los abogados, unos tipos duros donde los haya, se han puesto a trabajar. Para limpiar la reputación de su jefe y amargar en lo posible la vida de ese grupo de malvados periodistas con lengua viperina, enemigos declarados del gran rapero. Y, por cierto, alguno de ellos ha demostrado en los últimos tiempos que también están dotados de un peligroso colmillo retorcido que es necesario tener en cuenta.
Por ejemplo, los editores y la redacción del periódico noruego Dagens Næringsliv, que se han convertido desde finales del año pasado en los principales archienemigos del marido de la reina Beyonce. A estos europeos del norte parece haberles picado un virus que les ha contagiado, corregida y aumentada, la manía persecutoria contra Jay Z que ya había atacado a algunos medios especializados estadounidenses. Unos portales de internet, como Digital Music News, habían puesto en duda el éxito de la última gira nacional de la estrella, donde el artista ofrecía sobre el escenario sus grandes éxitos y lo mejor de 4:44, su disco más reciente. Desde estas publicaciones se hablaba casi de una especie de fracaso. Y se hacía en abierta contradicción con las informaciones que sobre el mismo tema se publicaron en otras revistas del sector tan respetables y con tan buena reputación como Billboard.
El supuesto fraude salpica a Universal y Sony
A cuenta de esta discrepancia, hubo cruce de cartas, veladas amenazas y palabras gruesas entre los contendientes. Pero todo ha quedado minimizado ante la batalla que Jay Z y sus hombres mantienen ahora contra los pérfidos periodistas noruegos. Un asunto que parece haber preocupado más al artista que la citación que ha recibido desde la Comisión de Valores de EEUU (SEC, por sus siglas en inglés). Los investigadores quieren hacerle un par de preguntas a Jay Z sobre la venta de Rocawear, su marca de ropa, a la compañía Iconix Brand Group, que pagó por ella 204 millones de dólares (171,5 millones de euros) en 2007, y mantuvo al frente de la empresa al fundador. Lo extraño, o lo que parece resultarle extraño a la justicia estadounidense, es que hace dos años Iconix redujo el valor en libros de Rocawear a 169 millones de dólares (142,12 millones de euros). Y en 2017, la cifra aún se situó más abajo. Ahora, la empresa de Jay Z sólo valdría 34 millones de dólares (28,5 millones de euros), seis veces menos de lo que se pagó inicialmente por ella.
Desde que la gran diva global Beyonce denunció la presunta infidelidad de su marido Jay Z en Lemonade, su último disco hasta la fecha, al rapero las cosas no le han salido del todo bien
Es obvio que tener que enfrentarse con los investigadores de la SEC es un problema. Pero ya les digo que el asunto de los noruegos, que contaré inmediatamente, le preocupa bastante más. Más incluso que la demanda que la semana pasada interpusieron contra él en un juzgado de Manhattan dos empresas suecas (Roschier Advokatbyra y Skandinaviska Enskilda Banken) que le reclaman 598.383 dólares (503.225 euros) por unas facturas que la compañía de Jay Z no les habría pagado a cuenta de trabajos relacionados con Tidal, la plataforma de streaming fundada por el rapero, para competir con Spotify, Pandora y Apple Music.
Las acusaciones se basan en documentos de Tidal
Total, eso son gajes del oficio. Diferencias de criterio entre compañías en las que puede verse envuelto, un día sí y otro también, cualquier hombre de negocios. Y si no que se lo pregunten a Donald Trump, por ejemplo, otro ilustre empresario estadounidense al que se le acumulan los problemas y las citas en los tribunales. Pero las acusaciones de la revista noruega, de los innombrables redactores de Dagens Næringsliv, se refieren a otra cosa, porque ponen en duda la limpieza en la gestión de Tidal, esa plataforma de streaming, creada por Jay Z, para ofrecer a los creadores del mundo un trato justo y unos pagos transparentes que, al parecer, la competencia no está dispuesta a proporcionar. Y, para colmo, sitúan en el centro del huracán a su amada Beyonce, a su buen amigo Kanye West y a Universal y Sony, los sellos discográficos de ambos. Superestrellas que decidieron confiar en Tidal y concederle la explotación exclusiva de sus discos para que sirviera como gancho promocional y aumentara sus atractivos de cara a la captación de clientes.
Pues bien, desde la publicación noruega se asegura que los responsables de Tidal inflaron a conciencia las cifras correspondientes a los streamings de los álbumes Lemonade de Beyonce y Life of Pablo de Kanye West. Y respaldan esta acusación con unos presuntos documentos de la compañía, supuestamente filtrados por alguna fuente interna, y un estudio realizado sobre ellos por los expertos de la NTNU, la Universidad Noruega de Ciencia y Tecnología. Jay Z ha negado la autenticidad de los documentos y se dispone a pelear en los tribunales. Pero la noticia se ha expandido por la prensa de medio mundo ya. Y ha recibido un cierto respaldo, al menos en su verosimilitud probable, de medios especializados de prestigio como como Variety o Music Business Worldwide.
Según estas versiones, los datos hechos públicos por Tidal en 2015 sobre el número de clicks obtenidos por los álbumes anteriormente mencionados, serían el producto de una operación fraudulenta que habría multiplicado las escuchas desde diversas cuentas inexistentes para conseguir unos números especialmente brillantes y unos pagos de royaltys muy por encima de lo que les habría correspondido en realidad. En concreto, desde Tidal se aseguró que el disco de West se había escuchado 250 millones de veces en los 10 primeros días del lanzamiento efectuado en febrero de 2016, mientras que el de Beyonce habría cosechado un número más espectacular aún, 306 millones de escuchas en sólo 15 días.
La verdad es que esos apabullantes guarismos resultan complicados de obtener. En aquel tiempo, las cifras oficiales de Tidal situaban en sólo tres millones el número total de subscriptores de la plataforma. Todos de pago, por cierto. Aunque algunos informes de consultoras especializadas, como la prestigiosa Midia, lo reducían a sólo un millón. Pero si damos por buenos los datos que proporcionaba entonces la empresa y hacemos una simple división, nos saldrá un curioso resultado que, cuando menos, siembra alguna que otra duda. Porque cada usuario de la plataforma de streaming tendría que haber oído unas 8,3 veces el álbum de Kanye West completo al día y unas 6,8 veces el de Beyonce para que los números cuadren. Y se trata de discos de cerca de una hora de duración. Demasiado tiempo quizá hasta para los mayores fans de ambos divos. Pero lo que no es posible para casi ningún humano sí podría estar al alcance de un usuario falso, manejado por un incansable robot informatizado. O eso parecen creer los expertos noruegos que han analizado el caso.
Lo peor es que en abril y mayo de 2016 Tidal pagó cuatro millones de dólares (3,36 millones de euros) a Sony por derechos de streaming, de los cuales 2,5 millones de dólares (2,1 millones de euros) corresponderían a los clicks de Lemonade. Y, en ese mismo periodo de tiempo, también abonó 3,2 millones de dólares (2,69 millones de euros) a Universal. Una buena suma, que no hubiera sido posible sin los dos millones de dólares (1,68 millones de euros) recaudados por el álbum de Kanye West. El asunto es bastante feo, pero conviene extremar la cautela. El equipo de Jay Z argumenta que el informe de los expertos informáticos de la Universidad Noruega se basa en unos datos falsos, incompletos y obtenidos de forma fraudulenta por la revista que les encargó el trabajo. Y nadie está en condiciones reales, de momento, de saber quién dice la verdad y quién no. Pero algo sí que es seguro, como decíamos al principio de este artículo, las cosas no le han ido especialmente bien a Jay Z desde que el mundo supo que, aparentemente, le había sido infiel a la bella Beyonce. Quizá debería haberlo pensado dos veces. Más que nada por si el asunto ese del karma funciona de verdad. ¿No les parece?