Antonio José Chinchetru (ALN).- Las medidas de Donald Trump aceleran el ritmo de las restricciones al libre comercio internacional. Tendrán nefastas consecuencias para empresas como Ford y General Motors, por las fuertes tasas arancelarias a la entrada de automóviles producidos en el extranjero. Si hacemos caso a los políticos y a los medios de comunicación de todo el mundo, con la presidencia de Donald Trump arranca una nueva era de proteccionismo en Estados Unidos. Sin embargo, esto dista mucho de ser cierto. Esta senda arrancó en el último año de mandato de George W. Bush y se afianzó en las dos presidencias de Barack Obama. Según los datos de la entidad privada Global Trade Alert (GTA), EEUU fue el país del G20 que más medidas proteccionistas puso en marcha entre 2008 y 2016. Washington aprobó casi 700 normas restrictivas al comercio internacional, por encima de las menos de 600 implementadas tanto por la India como por Rusia.
Tal vez la diferencia entre Trump y Obama radica en que el nuevo inquilino de la Casa Blanca presume de lo que quiere hacer, mientras que el anterior actuaba sin hacer demasiado ruido. Al margen de ello, es indudable que el actual presidente estadounidense ha puesto en su foco a determinados sectores. El caso más destacado es el de la industria automotriz, antaño orgullo de su país y gran generador de empleo. El mandatario aspira a que vuelvan los días de gloria que hicieron de Detroit un motor económico y uno de los grandes orgullos industriales del país. Para ello ha amenazado a los fabricantes estadounidenses con imponer fuertes tasas arancelarias a la entrada de automóviles producidos por ellos en el extranjero.
Costos laborales disparados
Dos grandes firmas se han plegado, al menos por el momento, ante Trump. Ford ha paralizado su proyecto de poner en marcha una planta en San Luis de Potosí (México) y General Motors ha anunciado el traslado de unas instalaciones mexicanas a Michigan, donde se crearán 450 empleos. Pero las amenazas del presidente estadounidense no se limitan a las compañías de su país, puesto que también las ha dirigido a la japonesa Toyota.
El salario mexicano en el sector automotriz es un 89% menor que en Estados Unidos
La renuncia a fabricar en México (Trump no amenaza a los fabricantes estadounidenses o de terceros países con plantas en la Unión Europea y otros lugares) puede suponer un ahorro futuro al evitar los altos aranceles anunciados. Pero conllevará otros incrementos de gastos a los que la industria automotriz tendrá que hacer frente. En concreto, se dispararán los costos laborales. Con datos de 2015, el salario mexicano en el sector es un 89% menor que en Estados Unidos. Según los datos de la propia industria, el sueldo medio era de 2,9 dólares (2,71 euros) por hora. Frente a esto, y con informaciones del Departamento de Trabajo, en Estados Unidos era de 26 dólares (24,32 euros) por hora.
Para equilibrar este importante incremento de costos laborales, la prometida reducción del Impuesto de Sociedades debería ser altísima. Pero, incluso si dicha rebaja fiscal es lo suficientemente amplia, el proteccionismo de Trump terminará siendo nocivo para la industria y los trabajadores. Es más que previsible que los gobiernos afectados por las barreras arancelarias que imponga Washington contrataquen con medidas del mismo tipo. Las fábricas estadounidenses se verán privadas así de poder exportar a mercados tan importantes como el japonés o el chino, que seguirán siendo accesibles para las plantas que produzcan en Europa, América Latina y otros países.
Buenas noticias para terceros países
Los automóviles producidos en Detroit y otras ciudades estadounidenses verán restringido su mercado a Estados Unidos. Tanto las plantas de nueva construcción como las ya existentes serán cada vez menos competitivas a nivel mundial, por lo que muchas de ellas corren el riesgo de cerrar.
Antonio José Chinchetru es periodista en Madrid.
Las grandes beneficiadas de esta situación serán las empresas automotrices que produzcan en terceros países. Y no solo las europeas o asiáticas. De hecho, la salvación para las empresas norteamericanas del sector puede venir de las fábricas que mantengan en el extranjero. Ford, por ejemplo, tiene una importante factoría en la localidad valenciana de Almussafes, que no se verá afectada por la potencial respuesta proteccionista de gobiernos como el chino o el japonés.
No es descartable que esa fábrica, u otras en terceros países, vean aumentar su producción para que las empresas automotrices eviten las barreras arancelarias a EEUU que se impongan en los mercados asiáticos. Irónicamente, el proteccionismo de Trump puede generar a largo plazo empleo en España, México y otros lugares al tiempo que lo terminará destruyendo en el país al que tanto dice amar el inquilino de la Casa Blanca.