Nelson Rivera (ALN).- No conozco otra publicación promovida por una empresa que se proponga transitar por un tema tan espinoso como el mito de un país, haciendo un recorrido desde los tiempos precolombinos a nuestro tiempo. Por las páginas de ‘México: ensayo de un mito’ desfilan figuras como Octavio Paz y Alfonso Reyes. Apostaría a que no ha ocurrido antes: que el libro de una empresa -en este caso, un sofisticado volumen corporativo producido por Iberdrola– incluya textos de pensadores como los franceses George Bataille y Jacques Derrida. Más: no conozco otra publicación promovida por una empresa que se proponga transitar por un tema tan espinoso como el mito de un país -en este caso México– nada menos que haciendo un recorrido que va desde los tiempos precolombinos a nuestro tiempo: una impecable edición que, por ejemplo, contiene un poema azteca dedicado al juego, pero también una galería de 11 fotografías presentadas con el título de Vulnerabilia, donde Joaquín Archibaldo Guzmán Loera, el Chapo Guzmán, aparece custodiado por efectivos militares de México. Un recorrido no menor a cinco siglos.
En 2016, Iberdrola ofreció una exposición en homenaje a México
Cuenta Ignacio Galán, presidente de Iberdrola, que entre abril y junio de 2016, en su sede corporativa de Bilbao, la empresa ofreció una exposición en homenaje a México, Variaciones sobre tema mexicano. El libro objeto de este comentario, se propone como una extensión de aquella muestra. No vi la muestra, por lo que no puedo comparar la exposición con el libro. La sensación que el libro emana, es de plena autonomía. De ser, en lo esencial, reflejo de sí mismo: del objetivo de organizar un conjunto de imágenes y textos que permitan pensar el mito de México: no definirlo, ni reducirlo a lugares comunes, sino lo contrario: incitar a reconocer su enormidad metafórica, su pluralidad ilimitada, la resistencia que lo mexicano opone a cualquier etiqueta.
Ruta zigzagueante y sorpresiva
Las 70 u 80 primeras páginas del libro conducen al lector por un recorrido fotográfico. Hay rostros, objetos, pinturas, obras de arte, fotogramas, alguna escena urbana, pedazos de arquitectura, imágenes inclasificables. De esa ordenación no se desprende un relato de México, sino flashes, instantáneas que pueden o no corresponderse con el imaginario de México que cada lector guarda en su memoria. La secuencia no concentra sino que disemina. Quizás su papel al comienzo del libro sea el de abrir la atención, de hacernos permeables a los textos.
La obra se llama México: ensayo de un mito (Iberdrola; Edición: María Virginia Jaua; España, 2016). El volumen está estructurado en siete secciones -más una octava que presenta a los autores, bajo el título de Máscaras biográficas-. Cada sección -¿Cómo llevar México a cuestas?; Bajo el volcán; La ofrenda; El juego sagrado; La parte maldita; La risa divina; y Epílogos (s)- articula una secuencia, en la que hay textos de autores mexicanos fundamentales, así como de otras naciones: los dos franceses ya mencionados, el inglés Malcolm Lowry, el chileno Gonzalo Rojas, el español Luis Cernuda.
Octavio Paz es uno de los escritores incluidos en el libro / Flickr: Casa de América
Menos que afirmar, todas estas escrituras -estos fragmentos, esta sucesión de piezas cortas- sugieren. Cada lector podría o no encontrar relaciones entre unas y otras. Y, si las encuentra, lo más probable es que no sean las mismas relaciones.
México: ensayo de un mito no está constituido por escrituras determinantes: apenas insinúan. Aluden a los mitos de la cultura mexicana. A sus trazos y a sus huellas. Lo dice George Bataille en uno de los fragmentos que forman parte de la selección: “El mito y la posibilidad del mito se deshacen: solo subsiste un vacío inmenso, amado y miserable. La ausencia de mito quizás sea ese suelo, inmutable bajo mis pies, pero quizás ese suelo desaparezca”.
El gran cartel de México
A pesar de todo lo dicho, hay una cuestión tangible: el deslumbramiento, la exhibición de las escrituras de los autores mexicanos incluidos. Solo algunos ejemplos: De José Revueltas: “Dionisio Pulido, la única persona en el mundo que puede jactarse de ser propietario de un volcán, no es dueño de nada”. De Alfonso Reyes, el incomparable prosista de nuestra lengua: “El choque de la sensibilidad común con el mismo mundo labra, engendra un alma común. Pero aun cuando no se aceptara ni lo uno ni lo otro -ni la obra de la acción común, ni la obra de la contemplación común-, convéngase en que la emoción histórica es parte de la vida actual y, sin su fulgor, nuestros valles y montañas serían como un teatro sin luz”. O de Octavio Paz: “En el rito reina la paradoja del juego: los últimos serán los primeros, los dioses sacan al mundo de la nada, la vida se gana con la muerte; en la esfera del trabajo no hay paradojas: ganarás el pan con el sudor de tu frente, cada hombre es hijo de sus obras”.