Redacción (ALN).- Se ha repetido hasta la saciedad que el coronavirus “golpea desproporcionadamente” a los más pobres. ¿Pero cuán importante es el nivel de ingresos para enfrentar la pandemia? ¿Acaso la riqueza y la salud están relacionadas? ¿Tiene esto alguna solución? El equipo técnico del FMI ha analizado este aspecto.
Allan Dizioli, Michal Andrle y John Bluedorn son tres economistas del Fondo Monetario Internacional (FMI) que han descifrado qué significa exactamente eso de que el coronavirus afecta “desproporcionadamente” a los más pobres. Para ello no sólo tienen en cuenta modelos epidemiológicos, sino que analizan el comportamiento y las decisiones individuales en función del ingreso. Sus descubrimientos han sido publicados en el blog del FMI.
¿Qué descubrieron?
Que los pobres se contagien más no es únicamente por su nivel de ingresos, aunque este obviamente influye. “Los más pobres también tienden a tener ahorros para emergencias muy reducidos, lo que limita sus posibilidades de reducir las horas de trabajo para disminuir el riesgo de contagio”.
Y es que los pobres también se contagian más porque “la necesidad” les obliga a exponerse en la primera línea de contagio.
“Muchos trabajadores con salarios bajos trabajan en servicios considerados esenciales durante la pandemia (tales como los comercios de alimentación y los servicios de reparto) o en empleos con escasas posibilidades de trabajo remoto”, explicaron los técnicos del FMI.
Otro punto importante es que los barrios pobres suelen tener una mayor densidad de población, lo que se relaciona con más probabilidad de contagio.
Con todo, modelos matemáticos del FMI han dado la razón a estas consideraciones. “Las simulaciones indican que, mientras que un poco más del 10% de los hogares ricos se contagian con el virus, más de la mitad de los hogares pobres podrían contagiarse en un período de dos años. Esto también se refleja en la tasa de fallecimientos, donde el modelo parece indicar que en el caso de los hogares pobres la probabilidad de fallecer es cuatro veces mayor. Estos números sugieren que los hogares pobres soportan el grueso de los costos en términos de salud de la pandemia”.
¿Hay solución?
El equipo técnico del FMI plantea dos medidas de política pública que pueden ser eficaces:
Ayuda directa a lugares pobres. El apoyo directo no sólo ayudará “a proteger su consumo frente al gran shock económico adverso”. También “la información sobre la propagación y la contención de la pandemia con pruebas de detección generalizadas refuerza la capacidad para identificar y aislar nuevos casos, reduciendo así el riesgo de contagios”. ¿Por qué lo dicen? Porque las pruebas de detección rápidas son baratas. De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud, cada test rápido cuesta unos cinco dólares por unidad. Y si su demanda sigue aumentando, puede llegar a costar un dólar la unidad. “Dada su sencillez, cualquier hogar o empresa puede utilizarlas (no se necesitan laboratorios o equipos médicos para evaluarlas), sin un tratamiento o registro centralizados. Si bien una estrategia de realización masiva de pruebas podría no evitar nuevos brotes, sí podría en general reducir la propagación de la pandemia y permitir su control, en especial si se combina con el uso de mascarillas, el lavado de manos y el distanciamiento físico”.
Fomentar los tests rápidos. La segunda medida está relacionada con la primera. Los técnicos del FMI no sólo recomiendan a los hogares de menos ingresos adquirir estos tests, sino que piden a los gobiernos que los empleen de forma masiva. “Nuestro estudio muestra que, si se identificara a la mitad de los infectados asintomáticos, podrían reducirse las muertes en casi tres cuartas partes en un año. Los más beneficiados son los pobres, cuya tasa de mortalidad debida al covid-19 caería aproximadamente en tres cuartas partes con la mejora de la realización masiva de pruebas, en comparación con el descenso de alrededor de la mitad para los más favorecidos”.
La conclusión de estos economistas es que la información es mejor arma contra el coronavirus que el confinamiento. Los números parece que le dan la razón:
“Cuando no se realizan pruebas a los infectados asintomáticos y el virus se propaga sin ser detectado, la caída del PIB es de un alarmante 15% en el primer año para una economía representativa. Cuando el riesgo de contagio es mayor, la gente decide replegarse y reducir la actividad económica si pueden hacerlo. Las pérdidas se contraen hasta sólo el 3,3% del PIB si el 50% de los asintomáticos son identificados mediante pruebas de detección y puestos en aislamiento para reducir los contagios”, sentenciaron.