Juan Carlos Zapata (ALN).- El gobierno de Pedro Sánchez hizo la aclaratoria. Juan Guaidó es presidente Encargado y es líder de la oposición. Profundizar la polémica es hacerle el juego a aquellos que quieren ver la ruptura entre La Moncloa y Guaidó, y en este objetivo se dan la mano los extremos de España y Venezuela, tanto Podemos, aliado de Sánchez, como el PP, Vox, y el PSUV de Nicolás Maduro y Diosdado Cabello como algunos factores de la oposición antichavista. La ruptura afectará la lucha de Guaidó y al pueblo de Venezuela, y sería una nueva bocanada de aire fresco para Maduro. Podemos aplaudiría.
A Pedro Sánchez hay que mantenerlo en la alianza contra Maduro. Y eso lo ha dicho Guaidó, quien inclusive desoyó a algunos asesores que le recomendaron dejar plantada a la ministra Arancha González Laya en respuesta a que Sánchez no lo recibía en Madrid. Guaidó no sólo se reunió con la canciller sino que además reconoció el rol jugado por España en este último año por el rescate de la democracia en Venezuela. Con todo y que las versiones tejidas en torno al caso de Delcy Rodríguez en el aeropuerto de Barajas no dejan bien parado al gobierno de La Moncloa, hay un hecho cierto, y es que la vicepresidenta Ejecutiva de Maduro no ingresó a España, cumpliéndose así con el dictamen de las sanciones impuestas por la Unión Europea contra dirigentes del régimen, entre otros, la propia Rodríguez.
Un asunto complejo. Porque los gobiernos quieren seguir apoyando a Guaidó. Lo siguen apoyando y así se lo manifestaron en la gira internacional que acaba de cumplir. Pero el escenario sobre el que se construyó esa política no puede ser para siempre. Algo tiene que ocurrir.
Cuando comenzó el primer gobierno de Sánchez, una fuente de Cancillería dijo al diario ALnavío que se le iba a dar un giro a la política exterior, en el entendido de más presencia y más activismo que el de Mariano Rajoy. En 2019, España asumió la política y con ella marcó la pauta hacia Europa, de reconocer a Juan Guaidó como Presidente Encargado. Al cabo de un año, y en vista de que Maduro sigue en el poder y no se ha logrado el objetivo del cambio político, ¿no es comprensible que las cancillerías se muestren inquietas? Decimos cancillerías porque la de España no es la única. Este diario sabe que otras de Europa -por ejemplo Alemania– también han manifestado en secreto un margen de dudas, y si no las han dicho en público es porque están ofreciendo un margen de tiempo para que haya elecciones parlamentarias y se elija un nuevo Parlamento.
Un asunto complejo. Porque los gobiernos quieren seguir apoyando a Guaidó. Lo siguen apoyando y así se lo manifestaron en la gira internacional que acaba de cumplir. Pero el escenario sobre el que se construyó esa política no puede ser para siempre. Algo tiene que ocurrir. O hay cambio. O se mira de manera pragmática a Maduro mientras se desvanece el proyecto Guaidó, que era el proyecto de todos.
Bajo esta perspectiva, España tiene un papel de primer orden, así como lo cumplió en 2019. España está ligada no sólo a Venezuela sino a toda la América Latina. Y casi toda la América Latina apoya a Guaidó. España tiene un destino común con la región. Y en la región operan las empresas de España. La región es capital en las cuentas y las utilidades de las empresas. España es el puente entre América Latina y la Unión Europea. Con América Latina, España es más fuerte ante los aliados de Europa, y ante el resto de la comunidad internacional. De modo que ahora Sánchez no puede equivocarse. Y lo primero es entender que Maduro sigue siendo un mandatario ilegítimo que usurpa la Presidencia, y seguirá siéndolo mientras no se celebren elecciones libres en Venezuela. Es verdad, Guaidó es el Presidente Encargado, y es el líder de la oposición al régimen usurpador, y también es mucho más que eso: Guaidó es el símbolo de una lucha, es la referencia democrática mundial, y es la primera opción del cambio en Venezuela. Si España juega mal el tablero geopolítico en el que Rusia y China han entrado a disputarle influencia a Estados Unidos, pone en riesgo política y cultura, historia y tradición, negocios y futuro. Se arriesga a cien años de soledad.