Pedro Benítez (ALN).- Bajo la cobertura de la campaña oficial “Chile vota informado” el presidente de ese país, Gabriel Boric, se ha puesto al frente de la promoción de la opción apruebo para el plebiscito de salida del proyecto de la nueva constitución chilena a efectuarse el venidero 4 de septiembre.
Desde que asumió su cargo el pasado 11 de marzo, el joven mandatario ha dejado claro que sin nueva constitución no es viable su programa de Gobierno. Tanto Boric como Apruebo Dignidad, la coalición de izquierda que le respalda, se ven a sí mismos como parte integral del proceso constituyente cuyo objetivo es cambiar el régimen político del país y el modelo económico que hasta ahora lo ha regido.
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A juzgar por los semanales estudios de opinión pública los ciudadanos chilenos también lo perciben de la misma manera. De hecho, la aprobación tanto del Gobierno de Boric como de la Convención Constitucional (órgano que redactó el proyecto de Constitución) han ido de la mano. El desempeño de cada uno, o la percepción de los mismos por parte del público, han afectado al otro.
En ese sentido no queda claro si fue la mala imagen dejada por los miembros de la Convención, cuya labor culminó el 4 de julio, o el mismo desempeño de su Gobierno lo que hundió la aprobación de Boric en los últimos meses, siendo la peor a estas alturas de cualquier otro presidente desde el retorno de la democracia.
Boric se las juega todas
Inflación, violencia delictiva en las zonas urbanas, violencia política en la Araucanía, contradicciones entre lo que se le criticó al Gobierno anterior y lo que se hace ahora, así como los traspiés propios de un equipo sin ninguna experiencia en las tareas de gobernar, le han pasado su factura al novel presidente.
La cuestión es que hasta hace una semana la intención de votar rechazo al proyecto de nueva constitución superaba al apruebo entre 15% y 18% en todas las encuestas. Más o menos lo mismo que el rechazo y apruebo a la gestión presidencial.
Pues Boric ha decido jugárselas todas promoviendo el apruebo. Pudo haberse lavado las manos, dejar naufragar el proyecto e ir a buscar otras alternativas. Sin embargo, ha decidido subir la apuesta y, al parecer, con cierto éxito, pues las mediciones de los últimos días indican un repunte de 8% en favor del apruebo.
No obstante, aunque finalmente gane podría tratarse de una victoria pírrica, pues, en ese caso, el nuevo texto constitucional ganaría por un margen muy estrecho, con lo cual no alcanzaría el abrumador respaldo que necesita todo proceso de ese tipo, tanto de las principales fuerzas políticas, como de la ciudadanía en general. Por ejemplo, la actual Constitución española fue aprobada en referéndum por el 87,78 % de los votantes.
Campañas opuestas
En el caso de Chile este proceso constituyente en vez de unir en un marco de reglas comunes a los distintos sectores del país va a profundizar el enfrentamiento. De hecho, esta campaña no es en favor del proyecto de la nueva Constitución sino en contra de algo. La estrategia por parte de los que apoyan el rechazo es la de mantener la campaña centrada en el Gobierno de Boric. Hacer del plebiscito del 4 de septiembre un referéndum a su gestión y no sobre el proyecto de texto constitucional.
Por su parte, la campaña del presidente Boric es en contra de la actual Constitución redactada y aprobada en 1980 bajo la dictadura del general Augusto Pinochet.
El debate sobre los aspectos positivos o negativos del texto aprobado por la Convención Constituyente van quedando relegados. Poco importa ya que las premisas bajo las cuales se convocó el proceso constituyente hayan sido falsas; es decir, sobre la ilegitimidad de la Constitución de 1980, reformada varias veces con aprobación popular en 1989 y luego bajo el Gobierno del ex presidente Ricardo Lagos (2000-2006). Así como tampoco el supuesto infierno de la desigualdad creado por el modelo “neoliberal” gestionado por los gobiernos de centroizquierda de la Concertación de 1990 en adelante. Todos los datos señalan que desde el retorno de la democracia la desigualdad por distribución de ingreso ha disminuido en Chile, situándose por debajo del promedio latinoamericano.
Boric se impone
Y, por supuesto, cuenta menos el hecho trascendental de que la nueva Constitución, de ser aprobada por la mayoría del electorado, no será fruto de un amplio acuerdo sino de una disputa. La izquierda chilena, con el presidente Boric a la cabeza, está incurriendo (por otros medios, sin duda) en la misma actitud de la Junta Militar en 1980: una parte del país imponiéndose sobre la otra parte.
Es un cuadro muy distinto a la Constitución colombiana de 1991 aprobada con consenso entre liberales, conservadores y la izquierda representada por el M-19.
En sólo una elección desde el año 2000 la centroderecha chilena ha obtenido menos del 40% de los votos en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales, y ha ganado dos de las últimas cinco (con Sebastián Piñera). Incluso, pese a venir de un Gobierno tan impopular como el de Piñera, los partidos de ese sector controlan la mitad del Congreso elegido el pasado mes de noviembre.
Es obvio que cuando la centro derecha vuelva a ser mayoría en Chile, lo que tarde o temprano ocurrirá, va a querer cambiar o reformar la nueva Constitución y la izquierda se opondrá, con lo cual se repetirá el actual conflicto político.
Desconcierto
Ahora bien, en este capítulo de la historia de Chile los partidos de la centroderecha tienen también su cuota importante de responsabilidad. La desidia con la que procedieron el año pasado en la elección de los miembros de la Convención Constituyente facilitó que ese cuerpo político quedará totalmente dominado por la izquierda más extrema.
Es por esto que, previendo un escenario de muchos años de disputas y enfrentamientos, el ex presidente democratacristiano Eduardo Frei junto con 40 ex ministros de los gobiernos de la antigua Concertación están por el rechazo. Mientras que por el mismo motivo el ex presidente Lagos sostiene una posición ambigua pero insistiendo en la necesidad de un acuerdo político que reforme el borrador de que la Convención le presentó al país.
Mientras tanto, los problemas que sigue acumulando la economía chilena han pasado a un segundo plano por parte de un Gobierno que tiene una visión bastante particular, por no decir retrógrada de los mismos. Es un hecho revelador que los gobiernos europeos, tan entusiasmados en su momento por el cambio político liderado por Boric, estén manifestando cierto desconcierto con el poco interés de su Gobierno en seguir negociando el acuerdo de libre comercio con la Unión Europea. Una señal de que la izquierda chilena (hoy gobernante) no es la socialdemocracia europea, a la que tanto dice admirar.