Redacción (ALN).- Partamos desde principio: tener flema es normal y no es malo. No obstante, hay un gran condicional relacionado con el color y la cantidad.
El médico de urgencias del Hospital Quirónsalud Sagrado Corazón, Juan Antonio Márquez Vácaro, apunta que la flema es «una sustancia secretada por los senos paranasales y la nariz y su misión es humidificar y depurar el aire que inspiramos al atrapar partículas y microorganismos que pudieran ser nocivas para los pulmones”.
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Es por ello que “es necesario tener mocos”.
En este sentido, el galeno señala que solo debemos preocuparnos «cuando su crecimiento se hace excesivo y nos complica la vida”.
Dicho en otras palabras, esto es “cuando empezamos a notar que respiramos peor, que tosemos, que nos cansamos más o que roncamos por la noche”.
En el caso de los niños, prosigue Márquez Vácaro, “puede ocurrir que se los traguen y por ello coman menos o, incluso, que los veamos en sus deposiciones”.
El color de la flema
El jefe del Servicio de Neumología del Hospital Universitario Príncipe de Asturias de Alcalá de Henares (Madrid), José Miguel Rodríguez González-Moro, indica sobre el color y la textura de la flema que “el único moco no infectado es aquel que es claro, transparente o blanco”.
Esta es la que se presenta cuando tenemos congestión nasal y suele aparecer ante un resfriado o proceso gripal.
En tanto que el moco que cambia de color y se transforma en verde, amarillento o de otra tonalidad muestra «infección”.
¿Y el olor?
También hay que tener en cuenta, además del color, el olor. “El moco no huele y si lo hace es porque también hay un proceso infeccioso”, apunta el médico.
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De igual forma, Márquez Vácaro señala que “deberíamos ir al médico, cuando los mocos verdes se prolongan durante varios días y cuando se acompañan de otros síntomas como fiebre”.
Esto también es importante para descartar un proceso grave como una bronquitis aguda o una sinusitis.
Con información de Cuídate.
