Antonio José Chinchetru (ALN).- En ‘El banquero anarquista’, el poeta portugués transmite una visión pesimista del hombre ante el poder. Según este relato la libertad tan solo puede lograrse a nivel individual. El autor demostró una extrema lucidez al predecir en 1922 el gran mal que supondría la Revolución Rusa. Fernando Pessoa (1888-1935) es considerado por muchos, y con razón, el mayor genio de la literatura portuguesa moderna. Aunque destaca sobre todo su faceta de poeta, se adentró también en otros géneros literarios. El banquero anarquista, un relato de 1922 que se inscribe en lo que el autor luso denominaba “cuentos de raciocinio”, es una obra en la que mediante la ficción el escritor reflexiona sobre la libertad y el poder de unos hombres sobre otros.
Se trata de un largo diálogo entre dos personajes, en el que uno de ellos explica a su interlocutor cómo no cae en contradicción alguna al ser anarquista y banquero al mismo tiempo. No se trata de una defensa teórica del anarco-capitalismo como la propugnada posteriormente por Murray Rothbard (1926-1995) o Hans-Hermann Hoppe (1949), David Friedman (1945) y el español Jesús Huerta de Soto (1956). Pessoa y su banquero anarquista no tratan de explicar cómo se organizaría una sociedad sin Estado fundamentada en la propiedad privada y los contratos.
Pessoa augura el gran mal que iba a suponer la Revolución de Octubre
Lejos de eso, esta obra se centra en la relación de cada individuo con lo que él llama las “ficciones” sociales y políticas y cómo el intento de acabar con ellas para crear una sociedad sin Estado y opresión tan solo genera más dominio de unos hombres sobre otros. Con una lucidez que le faltó a la mayor parte de los intelectuales de su tiempo, Pessoa augura el gran mal que iba a suponer para millones de seres humanos la Revolución de Octubre.
Podría ser la Alemania nazi, la Cuba castrista o la Venezuela chavista
El banquero anarquista es una reflexión sobre la libertad y el poder de unos hombres sobre otros / Foto: Editorial Jorge A. Mestas
En un fragmento en el que lo mismo podría estar hablando de la Alemania nazi que de la Cuba castrista o la Venezuela chavista, el protagonista afirma: “Un régimen revolucionario quiere decir una máquina de guerra o, en verdad, un régimen militar despótico, puesto que el estado de guerra es impuesto a la sociedad por una parte de ella, la que ha asumido revolucionariamente el poder”. Poco más adelante, reflexiona sobra las revueltas en Roma que dieron pie al Imperio y la Revolución Francesa y el imperialismo de Napoleón. Acto seguido añade: “Y ya verá usted lo que surge de la Revolución Rusa… Algo que retardará una buena cantidad de décadas la consumación de una sociedad libertaria”.
No solo trata el poder una vez que los revolucionarios se han hecho con él. Lo analiza también cuando se organizan para enfrentarse a los gobiernos existentes. Su teoría es que en un grupo anarquista, como en cualquier otro, surgen dinámicas de dominación de unos miembros de la organización sobre los otros. Por lo tanto, rechaza incluso esa vía. Llega a afirmar que existe una “tiranía del auxilio”. Sobre esto último, el anarquista devenido en banquero afirma: “Auxiliar a alguien, amigo mío, es tomarlo por inepto; y si ese alguien no lo fuera, sería tomarlo por tal y esto es en primer lugar una tiranía y en segundo un desprecio”.
Imposibilidad de una revolución anarquista
Todo el diálogo entre los personajes del relato conduce a la conclusión de que no es posible una revolución para acabar con “ficciones sociales” y políticas como el Estado o la religión. En consecuencia, el banquero (del que en ningún momento se da el nombre) defiende que la única actitud coherente en un anarquista es liberarse a sí mismo de aquellas que sea posible. Apuesta decididamente por la acción individual para autoemanciparse.
La coherencia del auténtico anarquista es sacar provecho del sistema capitalista para volverse millonario
Para el protagonista, “la primera y la más importante” de las ficciones sociales es el dinero. Por tanto, concluye, lo más urgente es subyugar su “tiranía”. Su idea es que la única vía para liberarse de su poder es que éste no le influya, y el modo de conseguirlo es teniéndolo en grandes cantidades. Por eso mismo, afirma, la coherencia del auténtico anarquista es sacar provecho del sistema capitalista para volverse millonario y no verse así sometido a la influencia de no poseer riquezas.
En esta obra, Pessoa se nos muestra a través de su protagonista como un profundo amante de la libertad y un firme individualista. Desconfía tanto de los poderes establecidos como de los procesos revolucionarios que, como se comenzaba a ver entonces en la URSS y se vería poco después con el auge del fascismo, tan solo conducen a tiranías mayores que las ya existentes.