Daniel Gómez (ALN).- El expresidente de Brasil le da un voto de confianza a Jair Bolsonaro al tiempo que lanza algunas advertencias. Por eso recuerda que, ante un brote autoritario, “la sociedad tiene fuerza para reaccionar”. Cardoso afirma que la democracia ya se sembró en Brasil, y en el peor de los casos, sus raíces “se pondrán a prueba”.
“Si eventualmente el nuevo Gobierno tuviera algún interés más autoritario dudo que pueda consolidarse”. Lo dijo el expresidente brasileño Fernando Henrique Cardoso este viernes en Madrid en un análisis sobre el Brasil que le aguarda al recién electo Jair Bolsonaro.
Bolsonaro tomará posesión como presidente el próximo 1 de enero de 2019. Su triunfo despertó el miedo entre los demócratas. Además de un historial de comentarios racistas, homófobos y machistas, se declara un nostálgico de la dictadura. Eso, sumado a su pasado militar, ha generado miedo. Miedo a que el país dé un paso atrás y se aleje de la democracia. Pero el expresidente Cardoso no comparte este temor.
“La sociedad tiene fuerza para reaccionar”
“La sociedad tiene fuerza para reaccionar”, dijo. “Hay capitales. Las instituciones existen y funcionan. La operación Lava Jato de alguna manera puso de relieve la corrupción del país. Hay una nueva capa de jueces formados en Yale, Princeton y Harvard. Personas que tienen una visión que no es la tradicional y expresan su autonomía. La prensa también se expresa de forma libre”.
Cardoso hace esta defensa de las instituciones brasileñas justo en un instante en el que estas están siendo cuestionadas. No sólo por el triunfo de Bolsonaro, sino porque nombró ministro de Justicia a Sergio Moro. El juez que empujó la operación Lava Jato, por la cual el expresidente Luiz Inácio Lula da Silva quedó preso.
Moro desde siempre ha sembrado las dudas, sobre todo en los sectores de la izquierda, por una supuesta parcialidad a la hora de ejercer como juez. Sospechas que se han avivado tras aceptar el puesto en el Ejecutivo de Bolsonaro. Pero Cardoso no presta atención a esta polémica. Sostiene con firmeza que en Brasil han brotado “raíces democráticas”, las cuales se pondrán a prueba en el caso de “un eventual interés autoritario”.
Y es que este expresidente no quiere juzgar a Bolsonaro. Le da al beneficio de la duda. Además, tampoco lo conocía. “Ni había oído hablar de él”. Dice que era un diputado del “clero bajo”, que es como “con mal gusto” se llama a los políticos poco influyentes en el Congreso.
El caso es que este anónimo irrumpió con fuerza, hasta el punto de llegar a la Presidencia. Y esto se debe, según Cardoso, a la cualidad de la demagogia. “En el sentido griego de la palabra”, aclara. “Demagogo es quien sabe hablar, quien influencia y al final, lo que genera unidad entre la gente son las palabras”.
La evolución de Brasil
El expresidente fue invitado por Ana Botín, presidenta de Banco Santander, a la Conferencia Internacional de la Banca que organiza la entidad española en la sede central de Boadilla del Monte. Botín quería su presencia para despejar los nubarrones que sobrevuelan el mercado más importante del banco. Allí genera 23% de los beneficios.
Cardoso es una referencia intelectual. Tiene 86 años, pero se mantiene en forma. A la palestra llegó caminando firme y sin ayuda para subir las escaleras. Su discurso, de 15 minutos, lo dio de pie y sin leer ningún papel. Recurrió a la memoria. A la lucidez que le da su carrera como sociólogo, y su experiencia en las altas instancias de Brasil: su presidencia se prolongó dos mandatos (1995-2002) y fue uno de los redactores de la Constitución de 1988.
Humildemente dice que habla como “observador”. Y en este tiempo observando lo que ha visto es una evolución. “Hemos pasado por lo que se podría caracterizar como una tempestad perfecta. Todos los problemas se dieron simultáneamente. Desde la transformación de la sociedad brasileña, hasta la llegada de una nueva era ocasionada por los inventos y las nuevas tecnologías”.
El nuevo Brasil es fruto de esta confluencia. Primero dice que, al igual que ocurre en el resto del mundo, la sociedad de masas ha desaparecido. “Las personas ya no son masas amorfas, sino que quieren ser reconocidas en su dignidad como personas. Quieren tomar parte en el juego de decisiones y esto es lo que se suele llamar la crisis de la democracia representativa”.
A consecuencia de esto se genera una “crisis de confianza” en la que triunfa la figura griega del demagogo. Y eso que le ha pasado a Bolsonaro en Brasil, es lo mismo que, según Cardoso, le ocurrió a Donald Trump en Estados Unidos y a Enmanuel Macron en Francia. Triunfaron los demagogos. Los que saben hablar.
Crimen organizado y poco crecimiento económico
A este clima global, se le suma la tesitura interna de Brasil. “No tenemos crecimiento económico. Vivimos un estancamiento”. La consecuencia del mal rumbo de la economía es que el país cuenta con 13% de paro. “Eso son 13 millones de personas. Y hay que tener en cuenta que el desempleo se dobla con la informalidad. Si tenemos en cuenta este punto vemos que tenemos 25 millones de parados. Esta paralización crea miedo en la sociedad y la gente se pregunta: qué va a pasar con nuestros hijos”.
El mal rumbo económico coincide con el auge de la violencia, de la inseguridad, del crimen organizado. “Para ver a un pobre sólo hay que caminar 10 kilómetros”, apunta. Y al respecto cuenta la anécdota que le compartió un colega militar que trabajó en Haití y también en Río de Janeiro.
-La población en ambos sitios está de nuestro lado. Pero la diferencia es que en Río cuando nos íbamos, allí los que iban a seguir mandando eran los capos del crimen, le dijo el militar a Cardoso.
Todo esto genera inseguridad. Económica porque Brasil no avanza. Y personal porque el crimen organizado cada vez es más poderoso. Y la inseguridad genera precariedad. Capas sociales que, según el expresidente, son captadas, bien por los capos del crimen, o por organizaciones religiosas como la Iglesia Evangélica, cuyo poder de influencia fue decisivo en el triunfo de Bolsonaro.
Brasil necesita liderazgo
Mientras el tejido social se resquebrajaba, la consideración de los representantes políticos se esfumaba. Por si fuera poco, estalló el caso Lava Jato que reveló la corrupción de los partidos tradiciones, lo cual dejó a Brasil huérfano de liderazgo.
Entonces, ¿será Bolsonaro el líder que necesita el país? Al igual que Cardoso no se atreve a tildar a Bolsonaro de peligroso, tampoco lo define como un líder. “Hace falta alguien que apunte un camino. Y por ahora ese alguien no lo hay. Creo que tenemos que considerar lo mucho que hicimos, y considerar lo mucho que nos falta hacer”.
Lo esencial para Cardoso es que Brasil no puede seguir como está. “Corrupción y crimen organizado no es un buen sumatorio para cambiar un país que necesita transformaciones, pero también un rumbo”.
Y según Cardoso, Brasil tiene una suerte para elegir ese rumbo. La de estar radicado en América del Sur. “Podemos mirar a Europa, al continente africano, a China, a Estados Unidos. Tenemos que saber jugar con nuestros intereses. Saber hasta qué punto estamos el uno con el otro para poder, poco a poco, consolidarnos como nación”.
Todo esto, reitera, desde una “política democrática”. Que se funde en el diálogo. “Hay que organizar y ser persuasivo para ganar apoyos”. Y esto es un mensaje soterrado a Bolsonaro. Y este otro también: el éxito de su mandato no dependerá exclusivamente de lo que haga. Necesita suerte.
“Hay que tener suerte y no siempre se tiene. La fortuna depende de cuál será el comportamiento de las materias primas. Del riesgo de una crisis financiera. Estos no son fenómenos controlables, pero están mapeados. Se sabe cuáles son. Pero si la fuerza política está desorganizada eso es un horror”, sentenció.