Daniel Gómez (ALN).- En 1911 el Departamento de Justicia de EEUU dividió el imperio Rockefeller en 34 compañías. Se valió de la Ley Sherman Antitrust, la primera ley antimonopolio de EEUU. Ahora el expresidente español Felipe González sugiere hacer algo parecido con Amazon y Facebook. “Hay que hacer política: primero, para dividir y, segundo, para defender iniciativas innovadoras y evitar que sean engullidas de manera salvaje por las grandes compañías”.
Felipe González, expresidente de España, afirma que las grandes tecnológicas “ni respetan a los ciudadanos, ni a sus representantes, ni a los gobiernos”.
En una extensa entrevista con El País cita dos casos concretos, Amazon y Facebook, dos de las empresas más poderosas del momento que basan su modelo de negocio en los datos personales. Algo que de momento les sale gratis.
“Es muy importante tener en cuenta que la materia prima de las grandes tecnológicas, lo que podríamos llamar el petróleo del siglo XXI, es el big data. Es decir, la acumulación de los datos personales de todos nosotros desde que nacemos hasta que nos morimos y también de nuestros herederos, todo ello de manera gratuita. Por primera vez la materia prima es gratis. Intentamos regular algunos derechos, pero nunca decidimos lo fundamental: que los datos personales son propiedad de cada persona. Si el concepto de ‘propiedad privada’, el más respetado de los conceptos del capitalismo, se aplicara al big data, nadie podría usarlo sin una autorización informada y consciente”, reflexionó González.
El expresidente considera que las grandes tecnológicas son “sin duda” enemigas. Enemigas, añade, como en el siglo pasado lo fue el imperio del magnate John Rockefeller, propietario del grupo Standard Oil de Estados Unidos.
“El enemigo, en un sistema tan individualista y de tal democracia liberal en origen como Estados Unidos, fueron en su momento las siete grandes compañías petroleras que llegaron a suponer el 10% del PIB en Estados Unidos. Entonces se decidió acabar con esa situación. Esta broma se acabó”, agregó González.
Rockefeller se convirtió en sinónimo de monopolio. No sólo controló 10% del PIB de Estados Unidos a través de Standard Oil. Para 1904, la petrolera de Rockefeller, que se hizo más y más grandes gracias a las hábiles adquisiciones de su propietario, controlaba el 91% de la producción de crudo y el 85% de las ventas finales en Estados Unidos.
Mientras que, por un lado, Rockefeller generaba riqueza, por otro, limitaba el desarrollo de otras compañías y la propia innovación. De esta paradoja pronto se dio cuenta el senador republicano John Sherman, quien sacó adelante, en 1890, la Ley Sherman Antitrust.
Esta ley, aprobada en el Congreso, fue la primera ley antimonopolio de EEUU. Más tarde fue la ley que en 1911 permitió al Departamento de Justicia del gobierno de William Howard Taft separar el imperio Rockefeller en 34 compañías.
Por lo anterior es que González dijo: “Hay que hacer política: primero, para dividir y, segundo, para defender iniciativas innovadoras y evitar que sean engullidas de manera salvaje por las grandes compañías. En el momento en que esas empresas se hicieron tan fuertes y potentes, ¿por qué van a perder el tiempo en innovar…? Si ya tienen a una serie de buscadores de innovadores en todo el mundo que pueden absorber. Y de dos maneras: los que suponen una innovación que puede añadir valor al propio grupo se incorporan, y los que pueden ser competencia se hacen desaparecer, incluso en su mismo origen si creen que perjudica a su modelo de negocio. Todo esto se puede regular. Claro que sí”.