(EFE).- La mayoría de la comunidad evangélica de Pensilvania ya ha decidido su papeleta para las elecciones de EE.UU. y, aunque dentro de sus iglesias no resuena el nombre de ningún candidato, los feligresas saben que cuando los pastores hablan de la importancia de votar, realmente quieren decir: háganlo por Trump.
«No está permitido pedir el voto para ningún aspirante o partido, pero absolutamente todos somos conscientes aquí de quién defiende la palabra de Dios y los valores de la Biblia, y quién no», explica a EFE un miembro de la iglesia Ephrata Community Church, muy cerca de Lancaster (Pensilvania), que prefirió no identificarse.
En el condado de Lancaster, al sureste de este ‘estado bisagra’ que con sus 19 votos electorales y gran división política se presenta como crucial para los comicios presidenciales, conviven principalmente familias blancas repartidas por zonas rurales de clase acomodada y una incipiente comunidad latina.
Según el reputado Centro de Investigaciones Pew, en Pensilvania actualmente una de cada dos personas se define como cristiano protestante en sus diferentes variantes y la mitad de la población considera que Dios tiene un papel ‘muy importante’ en sus vidas.
Esta es la cara de la Pensilvania más agreste, alejada en todos los sentidos de los entornos urbanos de Fildaelfia y Pittsburgh; aquí las iglesias fungen como epicentro de la rutina de sus vecinos hasta el punto de que cualquier orientación de los pastores en clave política puede tener un impacto capital en sus votos.
«Puedo asegurarte que la inmensa mayoría de la iglesia cristiana evangélica hoy reclama que vuelva Donald Trump», asegura a EFE sin tapujos Felipe Fana, pastor de la Iglesia Misionera La Senda en Reading (Pensilvania) y presidente de la Asociación de Pastores Evangélicos de esta localidad.
Considera que las prioridades de la comunidad evangélica en Pensilvania para decantarse por el magnate republicano son su oposición al derecho al aborto -aunque la postura de Trump es ambigua al respecto- y su apuesta por controlar discursos que, según él, inducen a cambios de sexo en jóvenes «contrarios a lo natural e instituido por Dios».
Auge de extremismos evangélicos
A la par que la mayoría de comunidades evangélicas cierra filas con el expresidente, en Pensilvania -al igual que en el resto de EE.UU.- se ha extendido en los últimos años un movimiento llamado cristianismo nacionalista y una corriente bautizada como la Nueva Reforma Apostólica (NAR, en inglés).
Se trata de una concepción teológica de carácter «cristocéntrica», con miembros que han ascendido incluso hasta el entorno cercano de Trump, y que aboga por una guerra espiritual que culmine con el dominio cristiano sobre todos los aspectos de la sociedad y difumine la separación entre Iglesia y Estado.
Aunque no aclara si está afiliada a la corriente NAR, el pastor de la iglesia de Threshold Church de Lancaster, Josh Tarnowski, no muestra el menor reparto en entrar en política en sus sermones: «Le decimos a cada sistema gubernamental demoníaco que piensa que tiene el control sobre nosotros, que su época está llegando a su fin», decía el pasado domingo a sus feligreses.
Y preguntado por EFE a quién se refiere, no nombra a nadie pero lo deja claro: «Hay un partido que quiere acabar con las fronteras que han sido creadas por Dios (…) No permitimos que los niños voten o conduzcan, pero sí que puedan cambiar de sexo. No tiene ningún sentido», dice, de nuevo aludiendo a la ‘cuestión trans’ tan cara a los republicanos.
Las iglesias evangélicas negras, el bastión de Harris
No obstante, el evidente respaldo de las comunidades evangélicas a Trump en Pensilvania cuenta con un ‘pero’ sustancial. El de las conocidas como iglesias negras, con arraigo eminentemente en Filadelfia y Pittsburgh, donde Kamala Harris cuenta con un mayor nicho de votantes.
Fundadas y lideradas por reverendos afroamericanos, y con un pasado ligado a luchas contra la injusticia social, se han involucrado tanto en la campaña demócrata que incluso participan en iniciativas de captación de voto puerta a puerta recordando que decantarse por Trump supondría un retroceso en sus derechos.
El reverendo Gregory Edwards, del colectivo de iglesias negras POWER Interfaith, explica a EFE que tiene claro su apoyo a Harris incluso en temas como el aborto: «Por encima de todo, yo empatizo con las mujeres que optan por esta opción. Mi gente, durante muchos años, tampoco tuvo potestad sobre su propio cuerpo. Nosotros sabemos muy bien lo que es que no te dejen tomar tus propias decisiones».
Mientras, apartados de la crispación electoral, desde el templo de la Iglesia Congregacional Evangélica de Lancaster llaman a la moderación y a que los pastores se mantengan ecuánimes porque, una vez pasados los comicios, «los feligreses, ya sean demócratas o republicanos, deben seguir conviviendo en paz».