Pedro Benítez (ALN).- Gobierno de Emergencia Nacional, elecciones libres y rechazo al fraude electoral. Juan Guaidó permanece incólume en su estrategia. Si Nicolás Maduro no cede, él tampoco. Es el mismo planteamiento que ha venido sosteniendo desde hace exactamente un año. Sin cerrarse a ninguna posibilidad de salida, incluso a la de la negociación con el régimen, tal como lo planteó, en septiembre de 2019, a la bancada del PSUV en una sesión de la Asamblea Nacional (AN). Hoy cohesiona a sus partidarios en torno a esas banderas y objetivos.
El pasado lunes 37 organizaciones políticas opositoras y 105 grupos sociales suscribieron en Caracas el Pacto Unitario por la Libertad y Elecciones Libres, promovido por el presidente de la Asamblea Nacional (AN) y presidente interino reconocido por 60 países, Juan Guaidó.
Los objetivos, compromisos y líneas de acción enunciadas se pueden resumir en tres fundamentales:
1-Sostener como bandera política central la demanda de elecciones presidenciales y parlamentarias libres, justas y verificables,
2-el Gobierno de Emergencia Nacional como paso previo,
3-y rechazar activamente el proceso electoral convocado por el Consejo Nacional Electoral (CNE), que califican como fraude, originalmente previsto para este 6 de diciembre, mediante una activa movilización nacional y campaña internacional.
Esto ocurre en un contexto en el cual el liderazgo de Guaidó en el campo democrático venezolano está siendo cuestionado, como nunca antes desde que emergió en enero de 2019, por otros dirigentes opositores.
Guaidó se está empleando a fondo para mantener cohesionados a sus partidarios, que no son pocos en Venezuela. Según los más recientes estudios de opinión pública sigue siendo la personalidad política más valorada en el país, pese a que el ataque por parte de la red de medios públicos que controla Nicolás Maduro, y desde los sectores más radicalizados de la propia oposición, no ha cesado ni un minuto.
Uno de esos estudios indica que la inclinación a votar por parte del electorado venezolano se incrementaría en caso de que él participara o llamara a votar. Por supuesto, su popularidad no es la misma de hace un año, pero lo anterior es un indicativo de que aún es alta. Además, sigue contando con reconocimiento de la coalición democrática que se ha formado a su alrededor, destacando la de Estados Unidos, y con el apoyo de los cuatro principales partidos políticos opositores del país.
La operación montada por el exgobernador y dos veces candidato presidencial de la unidad opositora, Henrique Capriles, ha sido manejada por Guaidó con prudencia y por sus aliados con expectación. La misma no ha provocado una desbandada dentro de las filas que respaldan a Guaidó.
Independientemente de sus resultados, la iniciativa de Capriles puede terminar, paradójicamente, ayudando a los propósitos de Guaidó.
Mientras tanto, este se aferra a la propuesta de cambio político que le planteó al país en septiembre de 2019 en una de las sesiones de la Asamblea Nacional en ocasión de la reincorporación, luego de dos años, de la fracción de diputados del oficialista Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV).
Allí propuso públicamente la constitución acordada con el chavismo de un Gobierno de Emergencia Nacional, del que tanto él como Maduro no tendrían participación.
Presión para un acuerdo político
Hoy vuelve a poner esa propuesta sobre la mesa, en circunstancias que lucen adversas para la oposición venezolana, pero que ocultan el hecho de que también lo son para un Maduro acosado y sin recursos. El régimen madurista necesita un respiro que sólo obtendrá negociando seriamente con la oposición. Sus aliados rusos, chinos, turcos e iraníes no están dispuestos a poner dinero para asistirlo si no se aflojan las sanciones norteamericanas y va saliendo del aislamiento diplomático en Europa.
Eso pasa por un acuerdo político con la oposición real, la que encabeza Juan Guaidó; no la que Maduro elija. Por eso, las sucesivas operaciones políticas que ha ido montando para crearse una “oposición leal” se han ido cayendo una tras otra.
Contrariamente a lo que se pueda pensar a primera vista, esas estratagemas no son un síntoma de la fortaleza de Maduro. Por el contrario, son una muestra de su debilidad. Si fuera todopoderoso, si no le importara nada el desastre que ha creado, y que le rodea, sencillamente gobernaría con su Asamblea Nacional Constituyente (ANC) por los siglos de los siglos.
Pero esa misma ANC es la que ahora manda a disolver. La misma que se vendió como supraconstitucional en 2017, pero que ni aprobó una nueva Constitución, ni consiguió que los hermanos rusos y chinos aprobaran siquiera un crédito. Desaparece sin pena ni gloria.
Por su parte, Guaidó sigue insistiendo en su tesis de acumular fuerzas y seguir presionando al régimen hasta que ceda a un acuerdo político que facilite la transición. Una transición que (de ocurrir) no será popular ni perfecta.
Ese es, en resumidas cuentas, su gran objetivo. Sigue contando con cartas fuertes que jugar. Pero las tiene que jugar bien.