Juan Carlos Zapata (ALN).- El régimen de Nicolás Maduro lo que observa es un escenario internacional adverso. De modo que lo que se ha iniciado en República Dominicana con el auspicio del presidente Danilo Medina ya tiene otra esencia. Así lo han dejado ver los actores que se involucran. El propio Jorge Rodríguez, jefe de la delegación oficialista que arribó este miércoles a Santo Domingo, señaló que “estamos en un momento estelar para acercarnos a un acuerdo definitivo”. Para la oposición, el primer encuentro ha sido exploratorio, y sobre la mesa ha puesto las cartas en el entendido de que es Maduro el que debe enviar señales concretas de que la negociación va en serio.
Vaya a donde vaya, visite a quien visite, al canciller venezolano Jorge Arreaza le hacen el mismo reclamo. Los derechos humanos. Los presos políticos. El canal humanitario. Sanciones. Los delitos de lesa humanidad. Pasó en la ONU. Pasó en Ginebra. Pasó en París. Pasó en Madrid. Reclama también el Papa.
En el encuentro con el canciller de España, Alfonso Dastis, ha quedado más que de manifiesto la posición de que el régimen de Nicolás Maduro no hace lo suficiente por las libertades y los derechos humanos. En la ONU, el alto comisionado para los Derechos Humanos, Zeid Ra’ad al Hussein, advirtió que en Venezuela pudieron haberse cometido delitos contra la humanidad en el periodo de protestas que sufrió el país durante cuatro meses.
Por supuesto, Arreaza cumple con su papel, rechazando los señalamientos siempre con expresiones de este tenor: Hay una errada visión sobre Venezuela. Se miente. Los informes están llenos de mentiras. Que cese la agresión.
El régimen de Maduro lo que observa es un escenario internacional adverso. Reclamos, críticas, cuestionamientos, que van desde América Latina hasta Europa, Estados Unidos, Canadá, etc.
Arreaza acaba de terminar una gira por Europa. Antes estuvo en Nueva York, en la reunión del Consejo de Derechos Humanos. Y esto da una idea del escenario que le ha tocado enfrentar. Que no lo es todo. Porque, tanto el canciller de Francia como el de España fueron al grano. Jean-Yves Le Drian le recordó las posibles sanciones que puede sufrir el régimen de Maduro por parte de Europa. Y Dastis ratificó que hace falta más. Mucho más por la democracia. El Parlamento Europeo ya comenzó a discutir sanciones selectivas contra funcionarios incursos en violaciones de derechos humanos. Ese mismo escenario incluye al Vaticano. El Papa llegó a exigir de regreso de su viaje a Colombia que la ONU se involucre más en la crisis venezolana. La ONU ha respondido, apoyando el diálogo que en República Dominicana ya ofrece los primeros pasos.
Y por aquí va el asunto. El régimen de Maduro lo que observa es un escenario internacional adverso. Reclamos, críticas, cuestionamientos, que van desde América Latina hasta Europa, Estados Unidos, Canadá, etc. De modo que lo que se ha iniciado en República Dominicana con el auspicio del presidente Danilo Medina ya tiene otra esencia. Así lo han dejado ver los actores que se involucran. El propio Jorge Rodríguez, jefe de la delegación oficialista que arribó este miércoles a Santo Domingo, señaló que “estamos en un momento estelar para acercarnos a un acuerdo definitivo”. Para la oposición, el primer encuentro ha sido exploratorio, y sobre la mesa ha puesto las cartas en el entendido de que es Nicolás Maduro el que debe enviar señales concretas de que la negociación va en serio. Las señales no son otras que la liberación de los presos políticos, el cronograma electoral y la restitución de los poderes de la Asamblea Nacional, confiscados por sentencias del Tribunal Supremo de Justicia y por el suprapoder de la fraudulenta Asamblea Nacional Constituyente que se dio Maduro el pasado 30 de julio. ¿Qué es lo que hace diferente esta ronda de negociaciones de las anteriores?
La oposición ya no es la misma
Es mayoría en Venezuela, sí, pero también fue derrotada al no alcanzar el objetivo de sacar a Maduro del poder con la política de calle y de protestas. La oposición ha escogido la ruta electoral. Va a participar en las elecciones de gobernadores que se celebrarán el 15 de octubre. Los partidos mayoritarios que la conforman coinciden en que con votos también se derrotan las dictaduras, y que el voto es un arma de protesta y rebeldía. La oposición tiene todas las opciones de ganarle al régimen la mayoría de las gobernaciones. Las encuestas le dan la victoria en al menos 15 sobre 23. Si es así, la oposición requiere negociar para garantizarse el cronograma electoral que incluya las elecciones presidenciales de 2018. Que Maduro no pueda torcer lo que está patentado en la Constitución. La oposición tampoco es la misma porque esta es la tercera vez que va a diálogo con Maduro. La primera experiencia fue en mayo de 2014 en medio de las primeras protestas que se conocieron como La Salida. La dirigencia opositora fue al Palacio de Miraflores. Ganó el debate político pero no logró destronar al Gobierno. Más tarde, en diciembre de 2015 fue que salió victoriosa en los comicios que le permitieron obtener la mayoría en la Asamblea Nacional. Es más tarde que se incorpora el expresidente de España, José Luis Rodríguez Zapatero, con la intención de lograr acuerdos. Se dieron dos rondas, fallidas. Pero quedó la experiencia. Y de allí la postura actual de la oposición que consiste en que antes de establecer la mesa de negociación, el régimen debe hacer concesiones. Enviar gestos. El propio Zapatero ha dicho que es el Gobierno es el primer responsable de los gestos para que la negociación cuaje. Ya la oposición hizo una: ir a elecciones regionales. Pero falta más por parte del régimen. Los presos políticos. El canal humanitario. El cronograma electoral. Los poderes de la Asamblea Nacional. De modo que sí, esta oposición va con menos ingenuidad al diálogo. Un arma poderosa tiene entre manos. El régimen requiere quitarse la imagen de dictadura, necesita financiamiento internacional, y ello puede lograrlo sólo si restablece los poderes de la Asamblea Nacional y que esta le dé el visto bueno a las operaciones de crédito.
El régimen tampoco es el mismo
Cuando comenzaron las primeras negociaciones con Zapatero y el Vaticano en el tercer trimestre de 2016, al gobierno de Maduro se le llamaba gobierno, y al término de la segunda ronda en julio de 2017, ya no era régimen sino dictadura. Por las sentencias del Tribunal Supremo de Justicia que despojaron a la Asamblea Nacional de mayoría opositora de sus competencias. Por la convocatoria y posterior elección de la Asamblea Nacional Constituyente. Por la destitución de la fiscal general, rebelde, Luisa Ortega Díaz. Fue la propia fiscal la que sentenció que el Tribunal Supremo había roto el hilo constitucional. También está la represión de las protestas. Los más de 100 muertos. Los miles de heridos. Los presos políticos. El terror contra comunidades civiles. La persecución a la disidencia, inclusive a lo que se llama el chavismo crítico. Tanta crueldad junta es lo que ha llevado a la ONU a colocar en la mira al régimen y señalar que se cometieron delitos contra la humanidad. No es el mismo régimen, porque en menos de un año es palpable el aislamiento que sufre de la comunidad internacional. Se cuentan los aliados con los dedos de las manos, y sin embargo, algunos de ellos son críticos. No es el mismo régimen porque no ha podido solucionar la crisis económica; peor, esta se ha agravado. No es el mismo régimen porque el chavismo ya no luce como un bloque homogéneo. No es el mismo régimen, sancionados como están sus máximos dirigentes por Estados Unidos y con la amenaza de nuevas sanciones por parte de la Comunidad Europea. No es el mismo régimen porque no cuenta con los instrumentos ni los recursos para solucionar la crisis. Parece fuerte. Pero es débil. De allí que requiere negociar. Y como es otra su situación, el plan de ganar tiempo tampoco le va a funcionar esta vez sin ofrecer nada a cambio. Maduro quiere llegar a 2018, quiere que se le reconozca como Presidente, quiere una transición en paz. Pues para ello está obligado a escuchar no sólo a la oposición sino a los mediadores, y la comunidad internacional.
La mediación no es la misma
Es verdad que Zapatero sigue al frente de la mediación. ¿Pero acaso es el mismo? Ya lleva sobre sí dos rondas de negociaciones. De la primera salió un conjunto de acuerdos, abortados luego. En la segunda, colocó sobre la mesa una hoja de ruta que no llegó a concretarse. Los puntos siguen siendo casi los mismos, con la excepción de la Asamblea Nacional Constituyente, hoy en funciones: presos políticos, cronograma electoral, canal humanitario, restablecer los poderes a la Asamblea Nacional. Los objetivos máximos permanecen: Reconocimiento, reconciliación, convivencia. Zapatero conoce más a Maduro. Conoce a los negociadores del régimen, Jorge Rodríguez y Delcy Rodríguez. El primero alcalde de Caracas y la segunda, excanciller y presidenta de la Constituyente. Zapatero ha aprendido a conocer a fondo a la oposición, con todas sus diferencias. En la reunión exploratoria de este miércoles, participaron Julio Borges, presidente de la Asamblea Nacional y dirigente del partido Primero Justicia; el diputado Timoteo Zambrano, que repite, y es su amigo; Luis Florido, del partido de Leopoldo López; el excandidato presidencial Manuel Rosales, perseguido de Hugo Chávez, preso de Nicolás Maduro, quien tenía restricciones de viajar al exterior, hábil negociador. Zapatero ha logrado vencer resistencias en la oposición. Ahora lleva ventaja. Zapatero no sólo conoce a los actores internacionales sino que estos le han ratificado el apoyo para que siga adelante. Y no son sólo los actores internacionales de antes, sino los nuevos que se incorporan, vigilantes, garantes de los acuerdos que surjan de la ronda. La oposición, el régimen, la comunidad internacional, incluyendo al Papa, entienden que Zapatero es el puente, el único de los mediadores con acceso a las partes, y el único con entrada en esos espacios tan complicados de los actores internacionales. Luego, en esta nueva ronda se aparece el presidente de República Dominicana, Danilo Medina. Por decisión de Maduro y de la oposición, por gestiones de Zapatero. El mandatario ha asumido su rol con determinación. Esto ayuda a cambiar el cuadro. Ha sido el vocero de la primera jornada exploratoria. “Esta noche escuchamos a las partes y estamos en el proceso de construcción de una agenda que lleve a una negociación definitiva a la crisis… Hay mucha disposición de llegar a algún tipo de negociación”. Esto dijo Medina, lo cual confirma lo que adelantamos ayer en ALnavío de que tanto el jefe de Estado de República Dominicana como el expresidente de España llevarán la agenda de la ronda y que están dadas las condiciones para que la negociación entre en una nueva etapa, ahora con resultados. Ya Medina la semana pasada colaboró con Julio Borges cuando este emprendió una gira que lo llevó a España, Francia, Alemania, Inglaterra. Esta gira obligó a la réplica de Arreaza con un recorrido similar. De modo que la mesa se arma otra vez. Varios viajes a Caracas hizo Zapatero y varios contactos con Danilo Medina armando la mesa de esta nueva ronda. Las partes ya se conocen. Ya se reconocieron en la primera y segunda ronda a instancias de Zapatero. Y en privado, ambas dirigencias se llevan bien.