Rogelio Núñez (ALN).- Brasil parece encaminarse a una gran pugna entre el presidente Jair Bolsonaro y el bolsonarismo por un lado, y Lula da Silva y el petismo por otra. Entonces, ¿Brasil está condenado a asistir a un choque de trenes inevitable que se va a prolongar hasta los comicios presidenciales de 2022? Aunque todo indica que sí, algunos liderazgos incipientes empiezan a emerger para romper con la doble polarización lulismo-antilulismo y bolsonarismo-antibolsonarismo.
Brasil parece encaminarse a una gran pugna entre el presidente Jair Bolsonaro y el bolsonarismo por un lado, y Lula da Silva y el petismo por otra. Una pugna que se va a dar en las calles en este 2020 pues el lulismo tratará de reactivarse movilizando a sus seguidores, a lo que con seguridad responderá el oficialismo con iniciativas de semejante calado.
El propio Lula ha anunciado esa estrategia cuando ha dicho que “la sociedad tiene que estar en alerta para no permitir más golpes como el que sufrió (la expresidenta) Dilma (Rousseff) (…) El pueblo tiene que manifestarse para defender al país. Brasil no es una hacienda, no es un corral. Las personas tienen que respetar la democracia”.
Entonces, ¿Brasil está condenado a asistir a un choque de trenes inevitable que se va a prolongar hasta los comicios presidenciales de 2022?
Aunque todo indica que sí, algunos liderazgos incipientes empiezan a emerger para romper con la doble polarización lulismo-antilulismo y bolsonarismo-antibolsonarismo.
Luciano Huck, el outsider
Uno de esos referentes es un outsider: Luciano Huck, conocido presentador de televisión y empresario, ajeno a la política, sin partido que le respalde pero muy popular y con un discurso atrayente. Es un ídolo de masas: Huck se unió a la red de televisión Globo en septiembre de 1999 como presentador del programa Caldeirão de Hucky en 2009, fue el primer brasileño en tener un millón de seguidores en Twitter, en sólo cuatro meses. Huck tiene ahora más de 48 millones de seguidores en las redes sociales frente a los 29 millones de Bolsonaro.
En cuanto a su discurso destacan los deseos de diferenciarse de los políticos tradiciones y los alegatos en contra de la desigualdad, algo que llega mucho a una sociedad muy sensibilizada con este tema tras ser testigo de casos de corrupción (Lava Jato) que desnudaban una “desigualdad enorme. Si no hacemos hada, Brasil va a explotar”.
Desde 2017 su figura ronda la política y ha sido sido sondeado por fuerzas como el PPS (actual Cidadania) cuando las encuestas le daban un 8% de intención de voto. Pero seis meses antes de los comicios de hace dos años anunció que no concurriría.
Sin embargo desde mediados de 2019 Huck ha regresado al debate político nacional y busca situarse en una posición centrista: entre la derecha que representan nombres como Bolsonaro y Joao Doria, y la izquierda de Ciro Gomes y Fernando Haddad, candidato del PT derrotado.
Es la tercera figura pública en la que más confían los brasileños. Una clasificación que encabeza el ministro de Justicia, Sergio Moro, según el instituto Datafolha. Por su parte, están empatados dentro del margen de error, Bolsonaro con 22% (22% media y 55% poca) y Luciano Huck con 21% (22% media y 55% poca).
Su proyección es nacional y mundial: el presentador estuvo este mes en el Foro Económico Mundial en Davos dando una charla a 40 ejecutivos. En esta ocasión fue calificado como “próximo presidente” de Brasil.
Joao Doria, el candidato “tucano”
Bolsonaro logró en 2018 encauzar el voto de centroderecha y derecha en su figura enarbolando la bandera del antilulismo: de hecho la tradicional oposición al PT (el PSDB, conocidos como los tucanos) apenas se quedó con el 4,7% de los votos.
Para las elecciones de 2022, sin embargo, ha emergido, dentro de ese mundo “tucano” una figura con poder local, buena gestión y tirón electoral. Se trata del exalcalde de Sao Paulo Joao Doria, un empresario, que desde 2016 es gobernador paulista. En una ajustada votación, Doria ganó la segunda vuelta de las elecciones regionales con 51,7% de los votos frente a Marcio França, del Partido Socialista Brasileño (PSB), quien obtuvo el 48,2%.
Doria es la gran esperanza del PSDB, partido que estuvo en el poder entre 1994 y 2002 y fue siempre el principal opositor al petismo, para reconstruir las opciones de centroderecha y tratar de no acabar engullido dentro del bolsonarismo o quedar en la periferia del sistema.
Se presenta como adalid de políticas sensatas, alejadas de los populismos de un lado y otro. Su proyecto estrella le puede situar a la vanguardia del país. São Paulo, el estado más rico de Brasil, ha lanzado el proyecto CITI para impulsar la Cuarta Revolución Industrial y trazar rumbos de recuperación económica para el país. El plan incluye un parque científico y tecnológico para incubar startups y transferir inteligencia digital al sector público y privado. La capital homónima, en tanto, gestiona los servicios públicos y la urbe con políticas basadas en datos abiertos.
Por eso ha respaldado las reformas que impulsa Paulo Guedes y a la vez ha tratado de alejarse de las posturas más radicales de Bolsonaro: “No queremos una política populista para empobrecer a los más ricos. Queremos dar oportunidades de riqueza a los más pobres con empleos y emprendimientos, para que podamos crear y facilitar microemprendedores que hoy están desempleados o que viven de empleos y quisieran ser dueños de sus negocios. Tenemos políticas muy claras en este sentido y sobre la generación del empleo a través de la Ley de Jubilaciones, que representará una fuerte entrada de capital externo por medio de programas de privatizaciones del Estado o de industrialización del sector de agronegocios, del sector del comercio, servicios, ciencia y tecnología”.
Sergio Moro, ¿el aliado de Bolsonaro?
Además, se va consolidando el espectro de una candidatura de Sergio Moro, el ministro de Justicia y aliado de Bolsonaro. Si bien les unió en 2018, a él y al presidente,el espanto (el rechazo al lulismo), ya en el gobierno las señales de desconfianza mutua se han multiplicado.
Sergio Moro, el exjuez del Lava Jato, es el personaje con mayor popularidad del gobierno. A tres años de los comicios de 2022, una encuesta realizada para la revista Veja reveló en diciembre que si fuera el candidato del gobierno tendría 32% de intención de voto, lo mismo que el presidente Jair Bolsonaro.
Estos números le han colocado como posible candidato. Incluso, en una transmisión en vivo desde su cuenta de Facebook, Bolsonaro elogió a Moro y especuló con la posibilidad de que se postule para ocupar su lugar: “Moro tiene un enorme potencial, es adorado en Brasil y la gente habla de él como candidato a la presidencia. Si viene Moro, que sea feliz, no hay problema, Brasil estará en buenas manos. No sé si iré como candidato en 2022 o no. Si estoy bien puede ser que vaya; si no, estoy fuera”.
2020 se plantea como un duelo entre Bolsonaro y Lula. Pero mientras ellos se concentran en su particular batalla, alrededor emergen y se preparan otros candidatos dispuestos a posicionarse y aprovechar las debilidades y distracciones ajenas.
Este mismo mes de enero, el Instituto Datafolha publicó el resultado de una encuesta en la que el nivel de confianza en Moro es del 33 %, 11 puntos porcentuales por encima del presidente, Jair Bolsonaro. De todas formas, Moro ha negado que pretenda ser candidato en 2022, a pesar de esa popularidad: “No tengo ese tipo de ambición (de ser presidente). Tenemos que tener los pies en el suelo. Existe la famosa y antigua frase que dice: ‘sic transit gloria mundi’ (toda gloria del mundo es transitoria, según la traducción del latín)”.
La buena sintonía ha convivido con decisiones presidenciales que han buscado acotar las competencias de Moro o cuestionar algunas de sus iniciativas.
Por ejemplo, cuando se desveló (quizá un globo sonda) que Bolsonaro estudiaba recuperar el Ministerio de Seguridad Pública, que existió durante la gestión del exmandatario Michel Temer (2016-2018) y que ahora es una secretaría vinculada a la cartera de Justicia que dirige el exjuez Sergio Moro. “Se está estudiando, se está estudiando con Moro, claro que Moro debe estar en contra, pero se está evaluando con los demás ministros”, explicó Bolsonaro, según recoge el diario O Globo.
Hasta ahora, Moro se encuentra al frente de un ‘superministerio’ con competencias en Justicia y en materia de seguridad pública, desde donde ha lanzado proyectos como la ley anticrimen que endurece las penas para los delitos más graves. Pese a los desmentidos posteriores, en el ambiente ha quedado la sensación de que Bolsonaro necesitó a Moro en 2018 y ahora recela de él. Elieane Cantenhede en O Estado de Sao Paulo lo define muy bien: “Detrás de todo esto, una sola explicación: Jair Messias Bolsonaro tiene manía de ser perseguido y no admite competencia. Moro era un trofeo, viró a competidor. Es el objetivo”.
No es la primera vez que Bolsonaro toma una decisión que coloca en mala posición a Moro. Ya en 2019 Bolsonaro vetó parte del “paquete anticrimen” de Moro, la ley que endurece el Código Penal en Brasil. Según la Secretaría de la Presidencia, los vetos de Bolsonaro obedecían a “razones de interés público e inconstitucionalidad” y fueron establecidos luego de que un Grupo de Trabajo “analizara y debatiera” el texto aprobado por el Congreso. Entre los artículos vetados figura el que estipulaba la triplicación de la pena de delitos cometidos o divulgados en internet y la extracción de ADN de acusados solamente en algunos casos.
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En la izquierda todo está por definirse y todo pasa por Lula da Silva
Luiz Inácio Lula da Silva, ahora en libertad, tiene como gran objetivo superar cada uno de los procesos a los que se enfrenta en la Justicia para recuperar sus derechos políticos, lo cual le posibilitaría concurrir a las elecciones presidenciales de 2022. El haber sido condenado ya en dos casos supone que Lula no puede postularse a las próximas elecciones si no es capaz de probar su inocencia.
Jair Bolsonaro lidera las intenciones de voto para las elecciones presidenciales de 2022, pero Lula da Silva sigue siendo el principal líder para casi una cuarta parte de la población: aparece en segundo lugar, según muestra una encuesta publicada por la Conferencia Nacional del Transporte (CNT). Al ser consultados sobre a quién votarían si las elecciones fuesen hoy, las respuestas de los encuestados arrojaron el siguiente resultado: Jair Bolsonaro, 29,1%; Lula, 17% y Ciro Gomes, 3,5%.
De todas formas, el expresidente cuenta con un plan B. Se trata de Fernando Haddad, quien fue en 2018 el candidato del PT. “Haddad es potencial candidato. No puedo decir que lo seré porque tendré entonces 77 años, pese a que me cuido y todavía tengo mucha energía. Además, me quiero casar y cuidar a mi mujer (…) Soy consciente de que el tiempo que tengo es más corto del que ya tuve y mi agenda es muy intensa”, ha dicho Lula.
Sin embargo, como ya ocurriera en 2018, mientras subsista la posibilidad de una candidatura de Lula, este hecho, por sí mismo, impide el crecimiento del plan B, en este caso de Haddad.
De todas maneras, más allá del petismo y el lulismo hay vida en la izquierda brasileña. Y un nombre propio, el del Partido Democrático Laborista (PDT), que postuló a Ciro Gomes en 2018 y fue el tercero más votado.
Gomes, con una amplia trayectoria política a sus espaldas, busca desde los comicios de hace dos años posicionarse como principal referente al bolsonarismo utilizando un estilo directo y provocador que en muchas ocasiones roza, por el otro lado, el populismo que dice combatir, como cuando acusó a Bolsonaro de “irresponsable y cercado por un equipo de idiotas”.
2020 se plantea como un duelo entre Bolsonaro y Lula. Pero mientras ellos se concentran en su particular batalla, alrededor emergen y se preparan otros candidatos dispuestos a posicionarse y aprovechar las debilidades y distracciones ajenas.