Ysrrael Camero (ALN).- La apuesta de Pedro Sánchez y Pablo Iglesias es darle el mayor impulso al cierre de las brechas de desigualdad, avanzando en materia de cohesión social, modificando el marco de la agenda política, desplazando el enfoque identitario del tema de la cohesión territorial que beneficia tanto a los nacionalismos periféricos como al sector más tradicionalista y conservador de las derechas.
Por la mínima diferencia, con mayoría simple, sorteando inmensas dificultades y tras un debate crispado y bronco, se constituye el primer gobierno de coalición en la historia de la democracia española contemporánea.
Esta coalición es, por un lado, producto del agotamiento de los grandes consensos fundacionales de la democracia española, nacida con la transición post-franquista y con la aprobación de la Constitución en 1978.
Pero también expresa una respuesta, la voluntad de darle un cauce progresista a una exigencia de regeneración de la democracia, que muchos españoles venían manifestando desde la aparición de los “indignados” y del movimiento 15M. De esta evidencia novedosa se desprenden, tanto las esperanzas que genera en algunos sectores, como los temores que despierta en otros.
La crispación del debate nos habla de estas aprehensiones. Preocupantes apelaciones a viejos conceptos, que parecían superados tras 1978, como la confrontación entre las dos Españas, o entre la España “verdadera” y la anti-España, la acusación de traición recurrente, o el no reconocimiento de la legitimidad del otro, incluso los señalamientos de que el nuevo gobierno era “ilegítimo”, a pesar de tener los votos y cumplir los trámites legales para su constitución, son expresión de un momento de tránsito entre los viejos consensos y la posibilidad de que se generen transformaciones políticas que requieran nuevos acuerdos.
Ya hay gobierno en España: el Parlamento ratifica la coalición de Pedro Sánchez y Pablo Iglesias
Porque la crisis del bipartidismo derivó, por voluntad de los españoles, en la constitución de un congreso multipartidista donde coexisten dos lógicas políticas: una ideológica y otra identitaria.
La primera se expresa en la persistencia de los bloques ideológicos, es decir, una parte importante de los españoles se identifica dentro del clivaje de izquierda y derecha. El incremento de las desigualdades, tras la crisis de 2008 y las políticas de austeridad, así como la emergencia de nuevos movimientos sociales, como el feminismo o la lucha contra la emergencia climática, se ubican dentro de esta lógica.
La segunda lógica se evidencia en la pervivencia de unos movimientos nacionalistas periféricos que compiten con el nacionalismo central hispano. En el País Vasco y en Cataluña la presencia de estos movimientos se ha convertido en factor determinante, mientras que la escalada españolista de las derechas ha minimizado su presencia en dichas circunscripciones.
De la tensa presencia de ambas lógicas derivó la dificultad para formar gobierno, así como la escalada de crispación del debate político. La coalición progresista entre el PSOE y Unidas Podemos se mueve dentro de la política de bloques, como fuerzas de izquierda, haciendo énfasis en las políticas de igualdad y de diálogo social.
De esta manera, el impulso a la regeneración democrática, la búsqueda de la cohesión social y de la cohesión territorial son los tres grandes temas a los que debe responder el gobierno que recién se inicia, estando todos presentes en el núcleo del programa de la coalición progresista.
La apuesta de Pedro Sánchez y Pablo Iglesias parece ser darle el mayor impulso al cierre de las brechas de desigualdad, avanzando en materia de cohesión social, modificando el marco de la agenda política, desplazando el enfoque identitario del tema de la cohesión territorial que beneficia tanto a los nacionalismos periféricos como al sector más tradicionalista y conservador de las derechas.
El programa presentado por la coalición progresista sintetiza muchos de los debates de la socialdemocracia europea, que se debate entre la agenda radical, de corte igualitario y movilizador, como una respuesta populista al populismo de derechas, y la agenda socio-liberal, más moderada y reformista, que fue dominante entre el ascenso de Tony Blair en 1997 y la crisis de 2008.
La generación de empleo estable y la búsqueda de un modelo ecológicamente sostenible, un Green New Deal europeo, se articula con el apoyo a las pymes y una mayor inversión en investigación, desarrollo e innovación (I+D+i). La innovación tecnológica vinculada a las respuestas a la emergencia climática, así como el enfoque de género, son aspectos transversales.
La derogación de la reforma laboral de 2012 y el incremento del salario mínimo interprofesional apuntan a fortalecer la estabilidad laboral, recuperando el terreno perdido con las políticas de austeridad.
En políticas de igualdad se fortalecerá la educación pública, el acceso universal a la sanidad y la sostenibilidad de las pensiones. Se incrementarán las regulaciones en materia de alquiler, así como la disponibilidad de viviendas públicas, aspectos que han exigido muchos movimientos sociales desde 2009.
Al tema de la cohesión territorial se le da otro enfoque, que supere el debate identitario, tan caro a los nacionalistas, y se centre en los incentivos para estimular el poblamiento del interior de las provincias, la denominada España vaciada.
La reforma del Estado autonómico, por medio del diálogo social y la negociación, es el marco para encarar el reto independentista del catalanismo, y las exigencias forales del nacionalismo vasco.
La sostenibilidad de las políticas expansivas depende absolutamente de la reforma fiscal y tributaria, donde tanto énfasis colocaba la gente de Iglesias y de UP, y frente a la cual todo el arco de las derechas, y los sectores empresariales hacían causa común. El incremento de la progresividad fiscal también se encuentra en el programa.
Pero no es sólo un tema del programa escrito. La configuración del gobierno expresa la existencia de tres voluntades en tensión dentro del gobierno progresista.
Por un lado, la agenda social, expansiva e incluyente, garantista en materia de derechos, que estaría en manos de Pablo Iglesias y del equipo de UP.
En segundo lugar, una agenda económica, articulada con los parámetros de Bruselas, que dirigiría Nadia Calviño. Los temas del mercado laboral y la relación con el tejido empresarial requerirán una especial coordinación entre estas dos vicepresidencias.
En tercer lugar, lo específicamente político, recaerá probablemente en manos de Carmen Calvo, del núcleo duro del PSOE, cercano a Pedro Sánchez, lo que será clave en la relación con el resto de las fuerzas políticas, especialmente con los nacionalistas.
¿Con cuántos puntos polémicos arrancará el primer gobierno de coalición de la democracia española?
Las reformas políticas, que forman parte de la agenda de regeneración democrática, requerirán sin duda del voto en el Senado, por lo que es imperativo modificar la relación con el Partido Popular.
Dos temas generarán nuevos momentos de tensión previsible:
-La mesa de negociación con ERC.
-Y el debate en torno a la aprobación de los presupuestos.
El gobierno debe repetir las rondas de negociaciones, contando con la oposición frontal de las tres derechas.
Como lo indica la dificultad para su investidura estamos en presencia de un gobierno bastante precario en materia de apoyos, por lo que necesitará de una geometría variable de negociaciones en cada ronda de leyes.
Eso hará que avance con mucha lentitud, muy por debajo de las expectativas creadas en los sectores sociales más progresistas, pero justamente esa lentitud, y esa necesidad de construir amplios consensos sociales y políticos, podrían disminuir las resistencias que hoy se han generado.
Este es un aprendizaje nuevo para la política española, y se requerirá recuperar la sindéresis y la voluntad de convivencia. Se inicia una nueva etapa.