Mariveni Rodríguez (ALN).- Entre la pasta, la tortilla y la arepa, prefiere la pasta, aunque no puede rechazar una empanada venezolana rellena de carne mechada. Entre vivir en España, Italia, Venezuela o Turquía, elige a España. Y para visitar uno u otro país, opta por Italia. El venezolano Vito Montaruli no sólo es sibarita y gran cocinero. Es productor de espectáculos y manager. Montserrat Caballé, Pink Martini o Concha Buika han robustecido su cartera de eventos organizados. Porque con su productora, Pasión Turca, este andino, de padres italianos, no sólo ha recorrido mucho mundo: se ha formado y hecho a sí mismo como espectador crítico.
Se dice mucho que Madrid escoge a sus hijos. Pues Vito Montaruli, nacido en los Andes merideños venezolanos y de padres italianos, es un madrileño por adopción y elección propia. “Llevo 34 años viviendo en Madrid. Me he quedado en esta ciudad que te acoge y donde no te sientes extranjero. El madrileño te acepta; es abierto, igual la sociedad madrileña, cosa que en Italia falta”, dice Vito Montaruli con la certeza de aquel que ya no se plantea retornar a su país de origen, si bien alguno que otro día despierta con antojos de sus sabores tradicionales; el queso fresco, sin más.
“Pero prefiero la pasta a la arepa que es fast food como el kebab en Turquía. La comida italiana tiene valores: buenos productos, su frescura, se cocina al momento, tiene alegría. Desde que vivo en España los enlatados de judías, lentejas y garbanzos forman parte de la mesa española y los típicos menús de restaurantes sólo nos dicen que el español prefiere comer fuera de casa. En Italia eso sólo pasa en los barrios donde hay fábricas”, observa Vito de entrada.
Vito, a secas, como le llaman popularmente en las calles de Malasaña, de La Latina, del barrio de los Austrias y por todos los escenarios teatrales y musicales de la capital española que casi a diario recorre. Es un gentilhombre; un tío amable, generoso con sus amigos, entrañable para todos los que de una manera u otra han compartido vivencias con él: un caballero de buen vestir, modales cultivados y con un ojo muy crítico. Si no le gusta un espectáculo, sale del teatro y no calienta butaca. Si ve el potencial a un artista se pringa. Vamos, un productor inquieto e insaciable; lo demás es historia.
Entre una ciudad que te deja vivir y una ciudad canalla
“El Madrid actual ha perdido lo que tenía en las décadas de los 80 y 90: lo canalla. Es una ciudad que te deja vivir, y ese es uno de sus atractivos. Una capital que te hace descubrir cosas impensables de su gente, de su sociedad y de la vida, en 24 horas. Una ciudad donde hay (había) juerga día y noche, pero ahora quiere parecerse a las ciudades europeas más aburridas”, comenta Vito criticando no sólo la etapa restrictiva del covid-19.
“Madrid ¡es una joya! Te gusta, la usas, te la puedes poner y va a gustar en cualquier momento. Te enamoras de ella y se deja querer”, enfatiza.
Por contraste, Vito viene de un pueblo montañoso de Venezuela, en el estado Mérida. Es el segundo de una familia de seis hermanos. Sus padres llegaron al país sudamericano buscando oportunidades, después de la II Guerra Mundial (1939-1945). “Soy gocho de nacimiento. Mis padres eran italianos del sur, Provincia di Bari. Mi padre vivió hasta 1978 en Venezuela hasta que regresó con toda la familia a Italia. Una vez allí se arrepintió porque no encontró la Italia que había dejado, ni sus amigos”.
Recuerda que fueron años duros, especialmente 1978-79, en la Italia de las Brigadas Rojas que culminaron con el secuestro del primer ministro italiano Aldo Moro. “Casi todos los días había muchos piquetes revolucionarios y no te dejaban entrar a clases. Yo, entonces, me iba a conocer Roma y todos sus rincones: el Vaticano, los museos y la vida de sus barrios. Así me fui enamorando de esa ciudad. ¡Una época bonita!”, dice Vito despertando acaso de ese sueño donde un personaje de la Commedia dell’Arte podría estar interpretando una sátira de la actualidad.
No obstante, Roma se le hizo pequeña. Vito quería descubrir mundo. Ir a EEUU… Y lo intentó. Pero un día un amigo le dijo: “Vente pa’ Madrid”, así como la letra del grupo Ketama.
“Me encanta la ópera, la zarzuela, la música en general. Con la Compañía Nacional de Teatro Clásico de España tuve la oportunidad de recorrer el mundo. Pero antes, al venirme de Italia a Madrid, no sabía lo que quería hacer con mi vida”, comenta Vito.
Pasión turca, copla española y comedia a la italiana
Fue cocinero y jefe de cocina en el Ministerio de Defensa de España hasta que un día se dijo a sí mismo: “No he venido aquí para cocinar” aunque le gusta hacerlo. Y consiguió, a través de un amigo, una entrevista con Manolo Mora, de la Compañía Nacional de Teatro Clásico.
“Como hablaba inglés e italiano me dio el puesto de ayudante de producción. Manolo, en aquel momento, me dijo: ‘Mejor que no hayas trabajado antes en teatro, no estás viciado y así aprendes a trabajar en esto desde cero. Aprenderás un oficio, te enseñaré’. Yo, en realidad, no conocía nada de este mundo del espectáculo. Pero cuando entré a un escenario me dije: Este es el trabajo que yo quiero”, confiesa Vito.
Luego de esa experiencia en el Ministerio de Cultura de España se fue a trabajar, por libre, con Manolo Mora a la Expo 92 de Sevilla, con una obra sobre la copla llamada Azabache. “Disfruté mucho produciendo ese espectáculo, pero al finalizar esta gira tenía que comenzar de cero; sin trabajo”, relata.
A esta experiencia Vito suma producciones y giras mundiales con la Compañía de José Antonio Ruiz, exdirector del Ballet Nacional de España, con el Ballet Flamenco de Andalucía y su gestión al frente de la coordinación del Programa Cultural de España en Venezuela y de Venezuela en España (1997-1998). Un año para alimentarse nuevamente de la venezolanidad y sus sabores autóctonos.
Cuando regresa de Venezuela a España viaja a Turquía con la Compañía Andaluza de Danza y allí conoce a quien será hasta ahora su socio, Sinan Nergis, y crean la productora Pasión Turca (2001). “Vimos la oportunidad de promocionar a España en Turquía y empezamos a movernos con músicos y artistas como LP (Laura Pergolizzi), Paco de Lucía, Luz Casal, Montserrat Caballé, Joaquín Cortés, Cesaria Évora, Lucio Dalla, Ornella Vanoni… y ¿de Venezuela?, ninguno. Lo intenté con Gustavo Dudamel pero fue muy complicado”.
Vito, en la actualidad, está como todos los empresarios del espectáculo: viviendo la incertidumbre generada por la pandemia y sus consecuencias nefastas en los teatros, el turismo y los viajes.
“Sigo teniendo fe en el negocio del espectáculo. Quizás es como el amor de lejos, el amor del espectador que cree que la perspectiva va a cambiar y volveremos a las representaciones”, dice con la mirada de aquel que lleva más de 20 años trabajando tras bambalinas desafiado por el estrés de las giras, las contrataciones de artistas y sus respectivos egos o excentricidades.
Su ilusión invita a seguir el canovaccio: que se abra la función y que aparezca el patriarca, Il Magnífico, el personaje que representa la riqueza y el poder, el mercader ingenioso en cuestiones de negocios, el inconformista, libidinoso, que va vestido con un abrigo de negro, esta vez con una máscara (que no mascarilla) y que haya mucha suerte.