Juan Carlos Zapata (ALN).- Ramón Mustieles, vecino de Madrid, lleva esto en su haber: Enseñó matemáticas a 30.000 alumnos que se graduaron de ingenieros. Se dice fácil pero no lo es. Ese es el cálculo que su propia matemática le arroja. Es una historia de enseñanza y aprendizaje que arranca cuatro años antes de que en 1957 fundara en el número 37 de la calle Luchana la Academia Ruffo, la cual todavía existe y que ahora lleva su hijo. La Academia hoy incorpora a su campaña de promoción este lema que le hace justicia: “Más de 50 años de experiencia”.
Tiene 82 años. Nació en 1936 en el apacible barrio de Atocha, poco antes del comienzo de la Guerra Civil. Con 17 comenzó a enseñar. Daba clases particulares. ¿De qué? De matemáticas, por supuesto. En 1954 ya era bachiller, y en 1962 recibía el título de ingeniero de Minas. En 1966 alcanzaba el doctorado.
Ramón Mustieles siempre trabajó. Todavía se ofrece como apoyo para los hijos de exalumnos, de amigos, para los nietos, para la familia que se ha alargado. Apoyo en qué. En matemáticas, naturalmente. El “siempre trabajé” de Ramón Mustieles es cierto y real. Una realidad que dividía en varios turnos, entre la ingeniería y la docencia, aplicando un método. Matarse por ellos. Por los alumnos.
Ramón Mustieles siempre trabajó. Todavía se ofrece como apoyo para los hijos de exalumnos, de amigos, para los nietos, para la familia que se ha alargado. Apoyo en qué. En matemáticas, naturalmente
-Me involucraba con cada uno de ellos. Los preparaba para las escuelas de ingenieros industriales, minas y agrónomos de la Universidad Carlos III.
Hoy, como ayer, la Academia Ruffo mantiene el plan de preparar a estudiantes para los grados de ingenieros y ciencias.
Por su parte, Ramón Mustieles les enseñaba cálculo, diferenciales, ecuaciones, variables complejas. Eso que suena a imposible, Ramón Mustieles lo hace fácil. “Era buen profesor”, dice de sí mismo.
Vive en Chamberí. Y en la mesa de un café recuerda que la Academia comenzó con seis alumnos, todos varones, y al cabo de una década ya eran 500. La Academia llegó a tener 15 profesores. Los 30.000 a que hace referencia pasaron directamente por su aula y método. De ese universo algunos han alcanzado a ser ministros, jefes y dueños de empresas. Pero lo mejor. Muchos volvieron a la Academia Ruffo en condición de profesores. En 1959 se casó. Y cuando acaba la carrera, calcula, tenía dos hijos y medio. ¿Se entiende?
De izquierda. Comisiones Obreras lo respaldó para el puesto de director de la empresa Taller Gracés, ubicada al lado del Río Manzanares, donde se crea una de las primeras cooperativas laborales de Madrid. Es pionero en este sentido. Y a esta etapa de la vida, antes de la muerte de Franco, antes de la Transición, la recuerda como un periodo interesante. Con todo y dictadura, encontraba eco en aquellos ministros y en aquellos funcionarios empeñados, también, en que Madrid se montara en la ola de las cooperativas laborales.
Ramón Mustieles les enseñaba cálculo, diferenciales, ecuaciones, variables complejas. Eso que suena a imposible, Ramón Mustieles lo hace fácil. “Era buen profesor”, dice de sí mismo
-Eran de derecha y yo de izquierdas, pero podíamos hablar sin problema alguno.
Gabriel Peces Barba, uno de los padres de la Constitución que este 2018 arribó a 4 décadas de vigencia, era uno de esos interlocutores con los que hablaba Ramón Mustieles en los mejores términos de democracia y tolerancia.
Por 1976 cambia de ramo. Pasa por una financiera. Pasa por el Instituto Nacional de Industria. Pasa por otra empresa de ingeniería. Hace de director de marketing. Llegó a crear una revista, Rasgos. Siguió alternando la ingeniería con la docencia. Pero de la actividad de ingeniero se jubila en 1990 y de la Academia, dice él, que en 2010. Sin embargo, sigue enseñando, “por puro placer”. Es que la matemática no lo deja. Tampoco los buenos recuerdos. Ni las buenas amistades que hizo como profesor. De hecho, este miércoles comió con Antonio Tejeira, 77 años, quien fue su primer alumno. “Mi alumno decano”, dice, sonriendo.