Cándido Pérez (ALN).- La capacidad de manejarse con varios estilos de cocina, particularmente la mediterránea y la japonesa, fue el atractivo que vieron en el chef Leo Araujo los propietarios de una cadena de restaurantes de Cataluña, cuando lo llevaron a trabajar a Girona en 2006. Cuatro años después Araujo se trasladó a Madrid y hoy regenta dos exitosos restaurantes: La Cuchara y Apartaco.
Este caraqueño, del sector La Urbina, fue la influencia para que otros siete cocineros venezolanos, entre ellos su mujer, Ivanhova Humpiérrez, consiguieran trabajo en la misma cadena al poco tiempo.
Cuando España entró en un período de recesión y la crisis cambió las perspectivas del país, Leo Araujo se independizó y empezó a buscar oportunidades. Aunque su primer interés se centró en Barcelona, donde bullía el ambiente de la gastronomía, la caída de los alquileres en Madrid le atrajo y así, abrió su primer restaurante, La Cuchara.
Corría el año 2010, y luego de estar cerrado por no tener el impacto que deseaba su anterior propietaria, La Cuchara, en la calle Conde de Peñalver 82 del barrio de Lista, reabrió bajo la administración de Leo Araujo y su compañera Ivanhova Humpiérrez.
“Comenzamos en septiembre de 2010, y nos iniciamos, prácticamente, con los platos del sitio donde yo trabajaba en Girona, pero al poco tiempo, comenzamos a venezolanizar la carta. Fueron años duros, donde teníamos jornadas de hasta 16 horas, más adelante con el crecimiento y la incorporación de socios y personal, por fin logramos regularizar nuestros horarios”, dijo Leo Araujo al diario ALnavío. En 2017, abrió otro negocio, Apartaco.
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Y tanto La Cuchara como Apartaco compiten con la amplia oferta gastronómica de Madrid, ciudad en la que, como una moderna Torre de Babel, confluyen residentes y visitantes de múltiples nacionalidades e idiomas.
Leo Araujo llegó solo a España en 2006. Después de pasar un año en Girona, decidió traer a su mujer, Ivanhova Humpiérrez, quien también es chef, y socia. En el restaurant La Cuchara, integra la sociedad uno de sus cuñados, Iván Humpiérrez, mientras que en Apartaco, la sociedad, además de la pareja, la completan Nelson Rodríguez y Sara Hurtado.
Para la inversión inicial de 120.000 euros aproximadamente, se apoyaron en un crédito que les proporcionó Banco Santander, el cual, después de 10 años, está totalmente pagado.
Leo Araujo tiene 41 años. Obtuvo su formación de chef en el Centro Venezolano de Capacitación Gastronómica de Caracas. “Mi primera experiencia en el negocio gastronómico fue en Caracas, donde montamos un servicio de catering para oficinas. En principio tuvo buena aceptación, pero la juventud y las fiestas terminaron con lo que se perfilaba como un éxito”, confesó entre risas. Araujo trabaja desde los 15 años, por vocación y gusto por los fogones, y porque cuando era joven no le gustaba pedir dinero a sus padres para sus cosas.
Araujo tenía en mente regresar a Venezuela a los tres meses, pero ya tiene 14 años en España, una familia, dos restaurantes, y ofrece empleo directo a 21 personas.
Sin perder su esencia tradicional, los platos venezolanos elaborados en La Cuchara y Apartaco son servidos a la usanza madrileña: como tapas o en la modalidad de raciones, lo que facilita la experiencia de saborear pequeñas porciones de diferentes preparaciones.
“Minicachapas, empanaditas, los tequeños y cositas así, que la gente va picando”, explicó el chef, quien en septiembre de este año celebrará la primera década de La Cuchara.
Además de la oferta venezolana siempre disponible en las cartas, ambos locales preparan a diario un menú en el que incluyen comida internacional, porque hay clientes habituales que les visitan varias veces a la semana, por lo que cuentan con opciones acordes a las necesidades de los que trabajan en los alrededores. Para la cena, el público suele ser de familias, por lo general, habitantes del barrio.
Leo Araujo ubica sus locales dentro de la categoría “casual dinner”, con precios promedios entre 16 y 18 euros por comensal y de 11,50 euros por menú diario. Pueden atender, en La Cuchara, local que tiene 90 metros cuadrados, a unos 80 clientes por jornada. En Apartaco, cuya extensión es de 300 metros cuadrados, distribuidos en tres plantas, pueden ofrecer 150 servicios al día.
La Cuchara muestra en su decoración reminiscencias de Venezuela, además de algunas piezas muy identificativas de productos emblemáticos para el paladar venezolano, como el oso de la cerveza, o la mulata de Harina PAN, lo que forma parte de una importante colaboración entre estos negocios de restauración y Empresas Polar.
Apartaco, ubicado en el número 7 de la calle Luchana, en el barrio de Chamberí, está ambientado al estilo de un apartamento venezolano, con algunas estanterías con libros y tallas decorativas. Su carta es más variada que la de La Cuchara, porque las cocinas tienen otras facilidades, como la plancha grande para hacer cachapas y los asadores para preparar las carnes.
Al venezolanizar la carta de La Cuchara en 2011, Araujo encontró dificultades para ubicar todos los ingredientes de la cocina tradicional venezolana. En principio los sustituían con otros productos latinos. “Desde hace unos cuatro años, ya se consigue todo, incluso el ají dulce fresco”, agregó Araujo, quien destacó la importancia del olor y sabor de este pequeño pimiento, clásico en la cocina de Venezuela.
La carta tanto de La Cuchara como de Apartaco se renueva cada tres o cuatro meses y cuenta con menús especiales por temporada.
Araujo tenía en mente regresar a Venezuela a los tres meses, pero ya tiene 14 años en España, una familia, dos restaurantes, y ofrece empleo directo a 21 personas.
“Durante todo el año servimos sancocho, mondongo, cruzao, polvorosa de pollo y nuestro plato estrella, la chalupa. En Semana Santa por ejemplo tenemos el pescaíto frito, con tostones y ensalada. A partir de noviembre, tenemos el plato navideño con hallacas, ensalada de gallina, pernil y pan de jamón”.
La clientela de estos restaurantes, según analizó Araujo, es mixta, con aproximadamente 50% de venezolanos y 50% de turistas y madrileños, a quienes, tradicionalmente, les gusta comer fuera de sus casas los fines de semana.
MadrEat es una experiencia enriquecedora
MadrEAT es una cita, es la feria de los llamados “foodtrucks” de Madrid que, cuando el clima lo permite, se celebra el tercer fin de semana de cada mes y significa mucho para los Araujo-Humpiérrez, porque la participación en esta actividad marcó un salto en su negocio.
En la primera convocatoria de MadrEAT 2016, se instalaron en una carpa pequeña, en la que vendieron todas las arepas que hicieron. Luego alquilaron un camión de los usados para esos menesteres y se repitió la historia, todas las arepas se vendieron. Posteriormente, compraron su propio vehículo, uno que estaba desvencijado, lo remodelaron y Empresas Polar les prestó su colaboración para recuperarlo y decorarlo. El éxito de esta feria determinó el crecimiento del negocio. “Desde entonces no hemos parado. En primavera volvemos a MadrEAT”, dijo con satisfacción Leo Araujo.