Miguel Sebastian (ALN).- Aunque la región en general presenta una historia y una cultura común, se trata de un área económica y política heterogénea. En cualquier caso, esto también ocurre con otras regiones del mundo, aunque quizás no con la misma intensidad que en América Latina. La semana pasada mostraba, utilizando los datos recientes del Banco Mundial, el relativo estancamiento de Latinoamérica y el Caribe (LAC), no sólo en lo que llevamos de siglo XXI, sino tomando como referencia el período 1980-2015. Así, la participación de LAC en el PIB mundial ha sufrido oscilaciones, pero, al contrario de lo que ha ocurrido en otras regiones del mundo consideradas “emergentes” (Asia Meridional, Asia Oriental y Pacífico, Norte de África y Oriente Medio, y África Subsahariana) no presenta una clara tendencia al alza.
Fuente: elaboración propia a partir de Banco Mundial (2017)
El Gráfico 1 presenta la evolución relativa, en términos del PIB mundial, de Latinoamérica y el Caribe (LAC) (en la escala derecha) y otras tres regiones emergentes que en 1997 eran significativamente menores que Latinoamérica, pero que le han ido recortando terreno. El Gráfico 2 recoge la evolución relativa de Asia Oriental y Pacífico, comparada con Latinoamérica y el Caribe, ambas en la misma escala, desde 1982. Destaca que Asia Oriental ha duplicado su share del PIB mundial en los últimos 35 años, mientras que Latinoamérica prácticamente la ha mantenido constante.
Fuente: elaboración propia a partir de Banco Mundial (2017)
¿Cuáles son las causas de este estancamiento relativo de nuestra región? Es una pregunta muy compleja porque, aunque la región en general presenta una historia y una cultura común, se trata de un área económica y política tremendamente heterogénea. Por tanto, al agregar los diferentes países siempre se pierde finura en el diagnóstico. En cualquier caso, esta es una debilidad que también ocurre para otras regiones del mundo, aunque quizás no con la misma intensidad que para América Latina.
Para el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), el estancamiento relativo de Latinoamérica y el Caribe ha sido un tema recurrente y que sigue abierto. En su publicación de 2014, ¿Cómo repensar el desarrollo productivo?, de Gustavo Crespi, Eduardo Fernández-Arias y Ernesto Stein, de lectura recomendada, se hace un repaso exhaustivo de los determinantes claves, más allá de los factores clásicos, como son la acumulación de capital físico (capacidad de ahorro y de inversión en capital productivo) y la acumulación de capital humano por trabajador (inversión en educación).
En América Latina se produce un retroceso que dura no solo en los 80, sino también los 90
De ese informe he seleccionado dos gráficos bastante llamativos, que sintetizan a la perfección las causas del crecimiento diferencial de América Latina con respecto a los llamados tigres asiáticos.
Uno de ellos es el gráfico de la Productividad Total de los Factores (PTF), el mal llamado “residuo de Solow”. Digo mal llamado, porque se trata de una traducción de “residual”, en el sentido de que recoge todo el aumento de la renta per capita de los países que no se explica por los factores clásicos de la acumulación: el ratio de capital físico por trabajador (la inversión en capital fijo productivo) y el ratio del capital humano por trabajador. La palabra “residuo” tiene en nuestro idioma común una connotación negativa, de desecho o basura. Por el contrario, la PTF explica más del 50% del crecimiento a largo plazo de las economías desarrolladas y, a largo plazo, su poder explicativo será mayor, puesto que tanto el capital físico como el capital humano presentan rendimientos decrecientes. Es decir, la inversión en estos factores acumulables, generará rendimientos positivos, pero cada vez serán menores. Por el contrario, la inversión en “capital tecnológico” e innovación, no presenta rendimientos decrecientes, y su impacto a largo plazo sobre la renta per capita de los países es inagotable, pues el proceso innovador es continuo. Tómese como ejemplo las revoluciones tecnológicas en la industria en los siglos XVIII y XIX, en los medios de transporte en el siglo XX, en las tecnologías de la información y la comunicación (Telefonía móvil, Internet) en el siglo XX y en la inteligencia artificial, presumiblemente en el siglo XXI. Estos procesos son inagotables, porque se encadenan procesos de innovación, que elevan tanto la productividad del trabajo como del capital.
El Gráfico 3 presenta la evolución, relativa a EE.UU., de la Productividad Total de los Factores de un país típico de América Latina y de Asia Oriental.
En 1960 la PTF de los tigres asiáticos era un 50% de la de EE.UU., mientras que la de América Latina era casi un 75% de la misma. En los años 60 y 70 del siglo pasado se produce una convergencia entre ambas regiones y de ellas con los EE.UU. Esto es lo que pronosticaría el modelo clásico de crecimiento; en ausencia de barreras significativas el capital se moverá a aquellas regiones en las que su rentabilidad sea mayor, produciéndose una convergencia de los países más pobres con los más ricos. A partir de 1980, esta hipótesis se rompe. Los tigres asiáticos han mantenido, con algunos retrocesos por las crisis cambiarias de finales de siglo, su productividad total de los factores relativa a EE.UU. Por el contrario, en América Latina se produce un retroceso relativo muy significativo, que dura no solo la “década perdida” de los 80, sino también los años 90. En ambas áreas del mundo se ha producido una fuerte acumulación de capital físico y humano que ha compensado este estancamiento relativo de la PTF de Asia Oriental, y este fuerte retroceso relativo de América Latina. Es por ello que los tigres asiáticos han convergido con EE.UU., mientras que América Latina se ha mantenido relativamente estancada: su acumulación de capital apenas ha compensado el retroceso de la Productividad Total de los Factores.
Dónde hay que invertir
Aunque es muy difícil medir la PTF, y no digamos tratar de explicar sus determinantes, existe un consenso amplio entre los economistas de que la Inversión en I+D+i es la variable cuantificable más cercana para lograrlo. En el Gráfico 4, también tomado del documento del BID (2014) antes citado, se recoge los ratios de inversión en I+D, tanto pública como privada, en los principales países de América Latina y una selección de países desarrollados.
Aunque los datos corresponden a 2010, recogen fielmente cuál ha sido la tónica de la inversión en innovación de la región en este siglo. En su conjunto, América Latina invierte menos del 1% de su PIB en I+D. Un porcentaje muy inferior al del conjunto de la OCDE, que invierte casi el triple, un 2,5%. Si excluimos Brasil, que es el país que relativamente más invierte en innovación, el panorama es desolador, pues ningún país llega al 0,8% del PIB y la mayoría ni siquiera alcanza el 0,5%. Ello contrasta con países como Finlandia o Corea del Sur que invierten en I+D cerca el 4% de su PIB, ocho veces más. Si distinguimos entre inversión pública y privada, llama la atención que en América Latina su reparto es al 50%, mientras que en la OCDE predomina la inversión privada. Por tanto, y para responder a la pregunta que encabeza este artículo, una de las políticas que deberían implementarse para superar el relativo estancamiento de América Latina es aumentar el porcentaje de inversión en I+D, tanto directamente la pública como indirectamente, a través del fomento de la inversión privada en I+D.
Mas allá de la PTF, sobre la que centra buena parte de su análisis el informe del BID, me gustaría llamar la atención sobre otros dos factores que pueden explicar el relativo estancamiento de América Latina. Uno de ellos es la inversión en Educación. Aunque este es un tema complejo, pues los movimientos migratorios pueden resultar en que la inversión en Educación en un país acabe generando retornos en el país destino del emigrante cualificado, lo cierto es que los resultados agregados en materia educativa resultan decepcionantes para la región. En el Gráfico 5 se presentan los resultados del Informe PISA relativo al año 2012.
Miguel Sebastian fue ministro de Industria, Turismo y Comercio. Es economista y Profesor de la Universidad Complutense de Madrid
En comparación con la media de la OCDE (puntuación de 500 puntos), los tigres asiáticos, incluyendo Vietnam, presentan unos resultados significativamente superiores al bechmark de los países desarrollados. Por el contrario, los países de América Latina presentan unos resultados decepcionantes. Solamente Chile se acerca a una puntuación de 450 (50 puntos por debajo de la media de la OCDE y 100 puntos por debajo de Corea). Pero México y Brasil apenas superan los 400 y Colombia y Perú ni siquiera llegan a ese nivel. La inversión en educación es, sin duda, uno de los retos de la región.
El otro reto, tampoco abordado en el informe del BID, es el de su integración comercial. Pero ese será tema para otro artículo.