Leopoldo Martínez Nucete (ALN).- En las últimas décadas, el Partido Demócrata de EEUU ha construido una organización en la que el liderazgo de la mujer ha devenido parte fundamental. Las primarias se han enriquecido con el anuncio de varias aspiraciones presidenciales de mujeres con impresionante calificación. Ya han formalizado, o están por hacerlo, las senadoras Elizabeth Warren, Kirsten Gillibrand, Kamala Harris y Amy Klobuchar. Cuatro poderosas opciones.
En las últimas décadas, el Partido Demócrata de EEUU ha construido una organización en la que el liderazgo de la mujer ha devenido parte fundamental. La plataforma de políticas públicas pone los derechos sociales de la mujer como prioridad; los mecanismos de empoderamiento convocaron, en estas últimas elecciones parlamentarias, la mayor representación femenina al Congreso de la historia; y ha declarado como objetivo estratégico continuar ampliando esa participación, así como la de las minorías étnicas. Por cierto, en muchos casos coinciden ambas en figuras jóvenes y descollantes.
Este proceso de empoderamiento, además de un efecto de movilización de estos sectores demográficos en torno al partido, tiene como objetivo humanizar la representación política, acercarla a la diversidad ciudadana, con el efecto de que las instituciones sean espejo de la sociedad. De esta manera se incrementa la empatía y confianza del pueblo, al tiempo que se evitan “puntos ciegos” en la elaboración de leyes y políticas públicas, al dar voz a las perspectivas de personas con orígenes, culturas y trayectos diferentes.
La plataforma de políticas públicas pone los derechos sociales de la mujer como prioridad; los mecanismos de empoderamiento convocaron, en estas últimas elecciones parlamentarias, la mayor representación femenina al Congreso de la historia; y ha declarado como objetivo estratégico continuar ampliando esa participación, así como la de las minorías étnicas
En las últimas elecciones presidenciales, el Partido Demócrata colocó a la primera mujer como abanderada presidencial. Décadas atrás había sido pionero también cuando Walter Mondale postuló, como compañera de fórmula, a la congresista Geraldine Ferraro, en un intento electoral fallido. ¿Pero cómo está respondiendo el electorado femenino?
Hillary Clinton perdió la Presidencia en los colegios electorales, pero logró una sólida mayoría en el voto popular. Ese resultado incluyó, de forma abrumadora, la mayoría del voto femenino afroamericano, latino, de todas las otras minorías étnicas, compactando el total del voto femenino en un 54% a favor de Hillary Clinton. Donald Trump cautivó la mayoría del voto de la mujer blanca con el 52% en el resultado consolidado, pero perdió el voto de la mujer blanca con educación universitaria (y particularmente, el de las jóvenes).
De hecho, la Presidencia de Trump arranca con el potente rechazo de la mujer, en una manifestación de concurrencia impresionante en Washington DC y todas las capitales del país simultáneamente. Esta iniciativa dio origen al “Women’s March Movement”, fuerza que ha sido determinante en el proceso político que condujo al triunfo demócrata en las elecciones parlamentarias de mitad de período.
El desdén por los derechos de la mujer y la rescisión de la cobertura en salud reproductiva se suman a los escándalos de abuso contra mujeres y la misoginia de Trump, así como a la conducta condescendiente con sus copartidarios involucrados en denuncias del movimiento #MeToo, o el caso del ahora magistrado de la Corte Suprema de Justicia Brett Kavanaugh. Todo ello ha incidido en una creciente merma del voto femenino que atrajo en la elección de 2016. De hecho, en las recientes elecciones parlamentarias de mitad de período aumentó el apoyo de las mujeres al Partido Demócrata y sus candidatos (sobre todo, a la nómina de mujeres postuladas). Incluso, el apoyo demócrata de las mujeres blancas con educación universitaria creció del 52% al 59%.
En ese contexto, y con esta radiografía demográfica, nos encaminamos a las elecciones presidenciales de 2020. Las primarias demócratas se han enriquecido con el anuncio de varias aspiraciones presidenciales de mujeres con impresionante calificación y “gravitas” sociopolítico. Ya han formalizado, o están por hacerlo, las senadoras Elizabeth Warren, Kirsten Gillibrand, Kamala Harris y Amy Klobuchar. Cuatro poderosas opciones.
¿Quiénes son y qué representan?
Comencemos por Elizabeth Warren. Senadora por Massachusetts y coetánea de Hillary Clinton, es a sus 70 años la mayor del grupo. Fue una extraordinaria profesora de Derecho en la Universidad de Harvard y destacadísima fiscal general de Massachusetts, bastión demócrata y progresista. En sus luchas como fiscal, Warren destacó en la defensa de los derechos de los consumidores y de los sectores más vulnerables. Recuperó el segundo asiento en el Senado, que había sido ocupado por el legendario Ted Kennedy, brevemente perdido tras una sorpresiva elección especial a raíz de la muerte de este.
En su cruzada como fiscal y senadora, Warren ha intentado desnudar el abuso de los grandes bancos en perjuicio de los clientes. En sus garras cayó el caso contra Wells Fargo, donde se evidenció la generación de ingresos extraordinarios, mediante una colosal manipulación contra los intereses de los clientes, para abultar el precio de las acciones y las ganancias de los altos ejecutivos. Warren ha sido blanco de ataques directos por parte de Donald Trump, quien la llama ‘Pocahontas’. La senadora es original de Oklahoma y siempre ha dicho con orgullo que su ascendencia incluye miembros de las tribus nativo-americanas de esa región. La burla generó rechazo en las comunidades indígenas que tienen en Pocahontas una de las figuras centrales de su legado histórico. Warren fue republicana registrada entre 1991 y 1996. Y reconoce haber votado por ese partido hasta entonces, cuando advirtió que no defiende el funcionamiento de los mercados sino la concentración de poder económico en corporaciones que se comportan como monopolios y oligopolios en perjuicio de la competencia y de los consumidores. Desde esa narrativa ha escalado a una agenda progresista que apunta a la defensa de los derechos de la mujer, los inmigrantes y los sectores vulnerables, víctimas, en su opinión, de ese poder corporativo que ha cooptado al sistema político a través del financiamiento electoral. En esa línea, es una potente voz contra los intereses de las aseguradoras, que desde su perspectiva confiscan el derecho a la salud de la gente común. En muchos puntos, el discurso y la acción política de Elizabeth Warren se intersectan con los del senador Bernie Sanders, y movilizan al sector más a la izquierda de la coalición demócrata y a la juventud, particularmente en el noreste del país, donde es muy conocida. Es, sin duda, una de las figuras políticas más atractivas y admiradas de la política nacional. Su presencia en las primarias, conjuntamente con Kamala Harris, reduce el espacio vital del senador Sanders, tanto en el este como el oeste del país.
Kamala Harris es senadora por California. A sus 54 años es, junto a Gillibrand, la segunda más joven del grupo, pero también la de menos antigüedad en el Senado, pues fue electa en 2016. También viene de ser una destacada fiscal general del estado en su natal California; y con una vinculación en el inicio de su carrera con la plataforma electoral del dos veces (y actual) gobernador Jerry Brown. La marca de la muy carismática Kamala Harris está asociada a la lucha por la reforma del sistema penal y penitenciario, a efecto de eliminar injusticias y vestigios de racismo, incluyendo la violencia policial, que afectan a sectores vulnerables y a las minorías étnicas, muy especialmente afroamericanos y latinos. Es, a no dudarlo, una autoridad nacional en asuntos sociales y reforma sanitaria, pero en materia económica cuida las palabras al punto de conciliar, de allí que no tiene el rechazo que Sanders o Warren concitan en los sectores empresariales. Hija de inmigrantes -su padre es afroamericano procedente de Jamaica y su madre de la India-, su liderazgo tiene gran calado entre las mujeres afroamericanas y los jóvenes de la costa oeste del país, dos grupos demográficos muy relevantes en la coalición demócrata. Los expertos ven en Kamala Harris una fuerte candidata en estas primarias; y de ganar la nominación de algún hombre blanco (como por ejemplo el exvicepresidente Joe Biden o el joven Beto O’Rourke), ella sería una fuerte opción partidista para la Vicepresidencia en la fórmula de 2020, de no alzarse con la nominación.
La senadora Kirsten Gillibrand representa a Nueva York. Ocupa el escaño que en su momento perteneció a Hillary Clinton. Es una mujer joven, de 52 años, con una carrera política en alza, iniciada con una exitosa trayectoria como abogada hasta que se sumó al equipo del gobernador de Nueva York, Andrew Cuomo (hijo del legendario líder de ese estado, Mario Cuomo), con quien trabajó cuando este era secretario de Vivienda y Desarrollo Urbano de Bill Clinton. Desde entonces mantiene un vínculo estrecho con el Partido Demócrata y con la entonces senadora Hillary Clinton, cuyo escaño conquistó cuando esta partió a su primera aspiración presidencial y posterior servicio como secretaría de Estado de Barack Obama. Gillibrand es, sin vacilación, una campeona de los derechos de la mujer y aguerrida promotora de la reforma sanitaria. Ha sido inclemente partidaria del movimiento #MeToo. No ha dado cuartel ni el beneficio de la duda a sus copartidarios señalados de acoso; de hecho, exigió, de entrada, la renuncia del popular senador Al Franken, de Minnesota.
¿Una vicepresidenta?
Finalmente, está la senadora Amy Klobuchar, de Minnesota. A sus 59 años es, de todas las aspirantes, la de mayor antigüedad en el Senado. Se trata de una abogada con mucho reconocimiento por su profundidad y agudeza intelectual, demostradas en el ejercicio privado y como fiscal de distrito en su natal Minnesota. Su discurso es muy propio de los demócratas de esta parte de la geografía industrial estadounidense, anclada en las luchas laborales y los intereses de la clase media. Minnesota es uno de los estados con fuerte tradición demócrata en la línea fronteriza con Canadá y vecino del cinturón industrial del acero que, entre otros, integran Michigan, Wisconsin y Pensilvania. El liderazgo de Klobuchar tiene mucho eco en este importante sector geográfico, el Medio-Oeste estadounidense, donde sólo dos veces los demócratas han perdido en elecciones presidenciales: ante Ronald Reagan y ante Trump. Sin esos estados, el camino a la reelección de Trump es casi imposible, aun cuando retenga la Florida. Por eso, tiene mucho sentido que una mujer como Amy Klobuchar emerja como compañera de fórmula en la Vicepresidencia, lo que aseguraría la entrada en el coto electoral de los estados del cinturón industrial del Medio-Oeste, de cuya cultura es emblema la senadora de Minnesota.
Cuatro mujeres, abogadas con perfiles impresionantes, con probada lucha por los derechos de la mujer y la reforma sanitaria, con audiencias muy definidas por su especificidad, pero enfocadas en los sectores más vulnerables de la sociedad, y con influencia en diferentes espacios de la geografía estadounidense. Con excepción de Warren, que viene de un trayecto político más dilatado, son mujeres de una nueva generación. Su presencia enriquece el debate y amplía notablemente el registro en la coral conformada de cara a las primarias demócrata, y muchos coinciden en que si ninguna de ellas logra la nominación es intensamente probable que alguna sea la compañera de fórmula como vicepresidenta de quien resulte candidato.