Nelson Rivera (ALN).- La eterna aspiración de los hombres, la de vivir por más tiempo, está en camino de convertirse en realidad. La dieta, el ejercicio, el control del estrés y la presencia constante en el ánimo de lo que cabe llamar ‘alegría de vivir’, son citados como componentes de la ecuación de una posible vida más larga.
La brecha que separa a los humanos del resto de las especies podría crecer todavía más en los próximos años: mientras que la duración de la vida de las casi 1.800.000 especies clasificadas de nuestro planeta se mantiene de forma relativamente estable, la de los humanos amenaza con prolongarse más allá de los 100 años. La eterna aspiración de los hombres, la de vivir por más tiempo, está en camino de convertirse en realidad.
Los investigadores dedicados a prolongar la vida se refieren a la Cuarta Edad. A las líneas tradicionales de investigación de la gerontología -un mayor control de los impactos de la mala salud, el estudio de por qué hay especies que tienen ciclos de vida más largos que otras, la producción de medicamentos cada vez más veloces y eficaces, que reducen los tiempos del padecimiento y causan un menor cansancio al cuerpo, etcétera-, han venido a sumarse, cada vez con mayores expectativas de éxito, dos corrientes fundamentales: una, la acción sobre los procesos celulares, y otra, el remplazo de aquellos órganos cuyo mal funcionamiento afecta la calidad de vida y contribuye al deterioro del resto del organismo.
Ya han empezado a probarse distintas tecnologías, que tienen capacidad de reportar en tiempo real la aparición de algún fallo en el funcionamiento del cuerpo
Ya han empezado a probarse distintas tecnologías, que tienen capacidad de reportar en tiempo real la aparición de algún fallo en el funcionamiento del cuerpo. La incorporación de dispositivos, internos o externos -implantes o parches colocados en el cuerpo-, permitirá que, a través de internet, la alarma se active en un tiempo menor a un segundo. La velocidad de respuesta se considera un elemento precioso: mientras más rápida sea la respuesta médica, menor será el costo para el cuerpo.
Más de 115 años
El cambio de expectativas sobre la duración de la vida no es nuevo. Cuando el danés Eilif Philipsen, nacido en 1682, falleció en 1785, a la edad de 102 años, el hito fue registrado y celebrado. Desde entonces, paulatinamente, el promedio de duración de la vida se ha ido extendiendo, como resultado evidente de una serie de factores: mayor comprensión del impacto que tienen los alimentos en el organismo, los enormes avances que han dado la medicina y la farmacología, así como el perfeccionamiento de las técnicas quirúrgicas.
Muchos elementos han intervenido para alargar la existencia. Incluso hay especialistas que hablan de factores inexplicables, como en el caso de miles de centenarios que padecieron durante la Segunda Guerra Mundial hambre, enfermedades y otros padecimientos. La dieta, el ejercicio, el control del estrés y la presencia constante en el ánimo de lo que cabe llamar alegría de vivir, son citados como componentes de la ecuación de una posible vida más larga.
Hay países, como el caso de Corea del Sur, donde se estima que la esperanza de vida de las mujeres alcanzará hacia el 2030 un promedio de 90 años. En Francia, sobrepasaría los 88 años, también en el caso de las mujeres. Pero este paulatino crecimiento tiene un límite, de acuerdo a la Escuela de Medicina Albert Einstein, de Nueva York, que sostiene que el caso de la francesa Jeanne Calment, que vivió un poco más de 122 años, es irrepetible. El debate que siguió a la publicación del documento en 2016, reveló que una mayoría de los expertos se inclina a pensar que existe un límite, que estaría entre los 110 y 115 años. Otros, sin embargo, desmienten esa tesis y sostienen que, en menos de una década, se habrán producido los descubrimientos necesarios en el ADN, para que esa barrera se rompa y la esperanza de vida se alargue todavía más.
Una economía de la Cuarta Edad
Si las tendencias actuales se mantienen, a partir del 2040, casi una quinta parte de la población del planeta será mayor a los 65 años. Frente a esta inminente realidad, la gran pregunta que se formulan economistas, políticos, planificadores, técnicos de los multilaterales y autoridades de los países, especialmente de Europa, es cómo se financiará el envejecimiento masivo de la sociedad. De dónde saldrán los recursos para garantizar que los mayores tengan acceso a los bienes y servicios básicos para una vida digna.
A partir de los 65 años se inicia una etapa distinta, cargada de renovadas promesas y posibilidades
El escenario que se vislumbra al respecto es sombrío: está en curso una disminución del poder adquisitivo de las pensiones, porque ya no es posible seguir aumentándolas. Si ahora mismo los gobiernos no toman la decisión de aumentar el ahorro para la sostenibilidad de las pensiones, será inevitable que estas tiendan a decrecer. Europa, mucho más que América Latina, está en camino a este escenario, en dos décadas: que el trabajo de cuatro personas activas deba sostener el de seis jubilados, además de a sí mismos y a los menores de 18 años, todavía laboralmente inactivos.
Mientras el debate sobre qué hacer con las pensiones -si imponer tasas de ahorro más altas, si retrasar la edad de jubilación, etcétera- todavía está lejos de alguna conclusión, ahora mismo están en auge los más diversos negocios para los mayores: viajes, clubes exclusivos, centros de salud hiperespecializados, programas de intercambio cultural, construcción de urbanizaciones concebidas con las facilidades necesarias y muchas otras. Se está produciendo un cambio cultural, cuyo alcance todavía está por verse: pasar de la comprensión de la vejez como la etapa previa a la muerte, a esta idea: que a partir de los 65 años se inicia una etapa distinta, cargada de renovadas promesas y posibilidades.