Rogelio Núñez (ALN).- En abril una encuesta provocó un terremoto político en Argentina. La Consultora Isonomía desveló que, ante una eventual segunda vuelta en las presidenciales, Cristina Fernández de Kirchner superaría en nueve puntos a Mauricio Macri. En estos dos últimos meses (junio-julio) el panorama ha vuelto a cambiar y ahora el macrismo aspira a vencer en primera vuelta al kirchnerismo y como mal menor hacerlo en la segunda, pues la coyuntura económica, siendo todavía mala, se ha calmado y las encuestas son más benévolas con el presidente. ¿Qué es lo que ha ocurrido en tan sólo 60 días?
Argentina es, históricamente, un país ciclotímico y este 2019 está siendo un fiel ejemplo de ello en materia político-electoral.
En esta campaña para las presidenciales, el país austral vive en un tobogán de sensaciones políticas. Hasta el pasado mes de abril todo indicaba que Mauricio Macri partía como favorito para conseguir la reelección tanto si su rival era Cristina Fernández de Kirchner como si surgía una tercera figura alternativa. Era tal el rechazo que concitaba la expresidenta –cuyo suelo y techo electoral suelen rondar el 30%- que el debilitado Macri, si bien podría perder en primera vuelta, encauzaría en el balotaje el elevado rechazo que provoca el kirchnerismo.
Ese panorama, aparentemente cómodo para el macrismo, dio un vuelco cuando en abril una encuesta provocó un terremoto político en Argentina que además tuvo consecuencias económicas. La Consultora Isonomía desveló que, ante una eventual segunda vuelta en las presidenciales, Cristina Fernández de Kirchner superaría en nueve puntos al presidente.
En ese sondeo el 45% se inclinaba por la exmandataria, el 36% lo hacía por Macri, mientras que del resto, el 17% respondió “Ninguno” y el 3% “No sabe/No contesta”.
Esta encuesta se transformó, asimismo, en un punto de inflexión porque, por primera vez desde 2015, se rompía unas de las pocas certezas políticas que existían en Argentina: la de que aunque Cristina Fernández de Kirchner pudiera ser la más votada en una primera vuelta, en la segunda era tan elevado el rechazo hacia la expresidenta que Macri “siempre” acabaría imponiéndose al canalizar el voto útil y el “voto del miedo” a un posible regreso del kirchnerismo.
Al terremoto político le siguió uno económico que disparó el precio del dólar, lo que junto a una inflación superior al 40% desestabilizó al gobierno y sus expectativas electorales. El miedo a una victoria kirchnerista desestabilizó aún más los pilares económicos del país.
La resurrección de Macri: causas económicas
Sin embargo, en estos dos últimos meses (junio-julio) el panorama ha vuelto a cambiar y ahora el macrismo aspira, incluso, a vencer en primera vuelta al kirchnerismo y como mal menor hacerlo en la segunda, pues la coyuntura económica, siendo todavía mala, se ha calmado y las encuestas son más benévolas con el presidente. ¿Qué es lo que ha ocurrido en tan sólo 60 días?
En primer lugar ha cambiado el panorama económico gracias a que se ha estabilizado el dólar y moderado la inflación. En este sentido resultó clave la decisión del FMI de respaldar a Macri en su peor momento y suavizar las exigencias a las que estaba obligada Argentina a cambio del préstamo que le concedió ese organismo internacional en 2018.
El gobierno obtuvo una ayuda inestimable cuando el Fondo aceptó romper con uno de sus principios: el de que cuando un país está endeudado y tiene un acuerdo con el organismo no puede intervenir en el mercado cambiario. El Fondo levantó la mano (le permitió al Banco Central intervenir en el mercado cambiario) y esa decisión explica por qué se ha logrado controlar la cotización del dólar.
El gobierno empieza a sentir que el viento sopla de cola: la estabilidad cambiaria (el dólar minorista se vendía en abril a 47 pesos y ahora ronda los 42); el riesgo país, que el 3 de junio marcó un récord de 1.012 puntos, descendió por debajo de los 800, y las tasas de interés que siguen en niveles elevados, pero se han reducido. Con un mejor panorama económico las opciones electorales de Macri se incrementan pues el dólar determina la calidad de vida y la tranquilidad de la población, junto con una inflación que está por debajo del 2% mensual.
La gran duda, como señala el analista Fernando Laborda, es si hay tiempo suficiente para que el gobierno rentabilice esta mejoría económica en las urnas: “Los portavoces del
gobierno y no pocos economistas señalan la existencia de numerosos indicios del inicio de un ciclo primaveral, combinado con una mejora en las expectativas sociales y un sostenido crecimiento en la imagen y la intención de voto del presidente, según todas las encuestas de opinión pública. La pregunta a la que buscan respuesta es si la lenta recuperación de la economía llegará a tiempo y en suficiente dosis al bolsillo de la gente y al consumo”.
Parece claro que la población va a ir a votar en medio de un mejor clima no sólo en las internas (en agosto) sino, sobre todo, en las presidenciales de finales de octubre (el 27), lo cual permitiría a Macri afrontar los comicios desde una posición de mayor fortaleza.
De hecho, las encuestas aparecidas en este mes de julio coinciden en lo fundamental más allá de las variaciones particulares. En el escenario de primarias, la fórmula kirchnerista Alberto Fernández-Cristina Fernández de Kirchner aventaja en cinco puntos a la de Mauricio Macri-Miguel Ángel Pichetto por 37% vs. 32,3%. Sin embargo, esa diferencia se desvanece en el contexto de un balotaje donde existe un empate técnico.
La resurrección de Macri: causas políticas
En segundo lugar, no sólo la economía ha ayudado a reflotar la figura presidencial sino también los sucesos políticos: comenzando por el debilitamiento de las opciones de centro ajenas tanto al presidente como a Cristina Fernández de Kirchner, siguiendo por el estancamiento del kirchnerismo en las encuestas, y terminando por la propia recuperación del atractivo macrista para sus votantes. Incluso, el anuncio de la firma del TLC de Mercosur con la UE ha sido visto como un triunfo personal del mandatario argentino.
La desaparición de una alternativa de centro competitiva ha provocado que, en los hechos, exista una fuerte polarización que se ha congregado en torno a Macri y el kirchnerismo. Y esa polaridad ha favorecido la recuperación del macrismo.
Si bien subsiste una fuerza (Consenso Federal) ajena al macrismo y al kirchnerismo, las opciones de su líder (Roberto Lavagna) se han ido diluyendo y su intención de voto no llega a los dos dígitos. Macri por un lado y Cristina Fernández de Kirchner por el otro se han ido apropiando del territorio de Lavagna (exministro de Néstor Kirchner): La expresidenta captando a aliados de este como Sergio Massa o proponiendo como presidenciable del kirchnerismo (con ella como vicepresidenciable) a alguien con perfil centrista (Alberto Fernández). Macri ha contribuido también a vaciar la opción de Lavagna eligiendo a un peronista no kirchnerista (Miguel Ángel Pichetto) como su compañero de boleta en calidad de vicepresidente. El peronismo no kirchnerista era el pilar en el que Lavagna aspiraba a apoyarse en su lucha por llegar a la Casa Rosada.
Planteada la pelea de nuevo como una dicotomía entre kirchnerismo y antikirchnerismo, el voto útil, decepcionado por la gestión de Macri, pero temeroso de que regrese Cristina, se ha reagrupado en torno al mandatario pues en su mayoría no cree en los gestos y guiños hacia el centro de Cristina Fernández de Kirchner.
Como explica Carlos Pagni, “Cristina tiene un 35% de intención de voto que es muchísimo, pero es poco si se considera que es un 35% rígido, un techo difícil de romper. Para llegar al poder nuevamente debe capturar otras adhesiones y para ello se le ocurrió llevar como candidato a presidente a Alberto Fernández, quien supuestamente puede alcanzar esa otra frontera y atraer votos diversos que a ella le son imposibles”.
Ambas partes abonan esa polarización porque consideran que les favorece. El macrismo apelando al “voto del miedo” ante un posible regreso del kirchnerismo y el kirchnerismo poniendo en evidencia la mala gestión del oficialismo.
Prueba de esta polarización y apelación al voto del miedo fueron las declaraciones de Macri a CNN en Español donde aseguró que: “Volver atrás generaría un rechazo universal del mundo… (Cristina) no sólo se niega la realidad, niega la violación sistemática de las instituciones democráticas. El camino que ellos proponen genera un rechazo absoluto en el mundo entero y una destrucción de futuro para los argentinos”. De forma paralela el kirchnerismo levanta el fantasma de un segundo gobierno de Macri como sinónimo de reforma laboral y ajuste.
La Casa Rosada contempla ahora con optimismo el futuro porque el crecimiento de la fórmula de los Fernández ha sido muy pequeño en el último mes en comparación con el experimentado por el oficialismo. También mejoran sus opciones porque los gobernadores –la mayoría peronistas- están en una posición de neutralidad en la batalla entre Cristina y Macri. El más importante (el de Córdoba), Juan Schiaretti (peronista), confirmó que competirá con boleta corta –sin respaldar a ningún presidenciable- y que el peronismo cordobés “no apoya ningún candidato presidencial”.
La distancia de nueve puntos de Cristina Fernández de Kirchner sobre Macri en la encuesta de Isonomía de abril se ha venido abajo y ha quedado reducida a poco más de dos puntos en un hipotético balotaje, según esa misma empresa consultora. Argentina se dirige hacia unas elecciones muy polarizadas, igualadas y disputadas, en las que Macri va a ser más competitivo pese a las grandes dificultades que ha afrontado su gobierno y la sensación de decepción entre parte de su propio electorado.
La última encuesta, de Rouvier Asociados, aparecida en el diario El Cronista, confirma la recuperación de Macri (de más de 11 puntos en tres meses) y el estancamiento kirchnerista que va más lentamente. También muestra la alta polarización pues ambas tendencias reúnen en torno al 75% del electorado dejando fuera cualquier posibilidad para una tercera opción.
Una elección a tres vueltas o por qué importan las primarias
En Argentina hay dos vueltas para elegir presidente a no ser que un candidato reúna en la primera cita ante las urnas el 45% de los votos con 10% de diferencia sobre el segundo. Sin embargo, las internas (11 de agosto), conocidas como las PASO (primarias abiertas, simultáneas y obligatorias), funcionan, en muchas ocasiones, como una primera vuelta que da paso a la verdadera primera vuelta (27 de octubre) y al balotaje (24 de noviembre).
El 11 de agosto todos los ciudadanos en condiciones de sufragar están obligados a concurrir a las PASO. Si bien se trata de unas internas, son mucho más que eso. Primero porque son obligatorias y los partidos ponen en juego no tanto elegir a sus presidenciables (Macri no tiene rival en su coalición –Juntos por el Cambio– como tampoco lo tienen los Fernández en el kirchnerismo o Lavagna) sino la capacidad de movilización de sus seguidores.
Por eso un mal resultado de Macri (quedar a 10 puntos del kirchnerismo) transmitiría la sensación de que la apatía y el desánimo cunden dentro del macrismo y debilitaría las opciones del presidente, que quedaría como caballo perdedor frente a Alberto y Cristina Fernández. Además, desataría el miedo en los mercados, lo que irónicamente se convertiría en un boomerang que castigaría a Macri.
Por el contrario, una derrota por la mínima (que Macri quedara a 2/3 puntos de los Fernández) reforzaría las opciones del presidente, que con los mercados en calma afrontaría con fortaleza la primera vuelta (27 de octubre) y una posible segunda (24 de noviembre).
Hoy el kirchnerismo aventaja a Juntos por el Cambio (Macri) tanto de cara a las PASO como ante un escenario de primera vuelta. Pero ambas fuerzas se acercan a una situación de empate en el balotaje, cuando Macri captaría los votos de Roberto Lavagna (del peronismo antikirchnerista) y de candidatos minoritarios como José Luis Espert (derecha). El oficialismo se torna, como explica Fernando Laborda, “más competitivo cuando, en las encuestas, los votantes se ven forzados a elegir entre Macri y el binomio kirchnerista. De ahí que el gobierno procure adelantar el clima de la primera vuelta a las PASO y el de la segunda vuelta a la primera, apuntando a una mayor polarización”.