Pedro Benítez (ALN).- Hace nueve años el expresidente Hugo Chávez decretó la emergencia eléctrica en Venezuela como un procedimiento legal que le permitió a su gobierno adquirir sin licitación equipos para enfrentar la crisis de suministro de energía que por entonces ya padecía el país. Una década después, ahora con Nicolás Maduro, el problema no sólo no se ha resuelto, sino que ha empeorado hasta llegar al colapso.
En los tiempos de Hugo Chávez la propaganda oficial atribuyó las dificultades con la electricidad a dos enemigos: la sequía que afectaba a hidroeléctricas como Guri (la cuarta más grande del mundo) y a las clases pudientes venezolanas por derrochar electricidad. Posteriormente se atribuirán los continuos problemas del sector a “actos de sabotaje” por parte de los opositores.
Chávez (como Nicolás Maduro ahora) nunca reconoció que el origen del problema eran sus políticas públicas o la falta de ellas.
Con la idea refundacional como obsesión desde su llegada al poder, Chávez procedió al desmantelamiento del aparato profesional y administrativo del Estado venezolano, y en 2007, como parte del proyecto de construir el socialismo, nacionalizó La Electricidad de Caracas, una de las empresas privadas más emblemáticas del país
Debido a sus grandes ventajas naturales y al ingreso petrolero que permitió desarrollar en la segunda mitad del siglo XX una serie de centrales hidroeléctricas en la parte baja del río Caroní (en la región de Guayana al sur del Orinoco), así como una importante planta termoeléctrica en el centro del país, complementada con inversiones privadas, Venezuela disponía en 1998 de la red de transmisión y distribución de energía eléctrica más completa de toda Latinoamérica.
Sin embargo, con la idea refundacional como obsesión desde su llegada al poder, Chávez procedió al desmantelamiento del aparato profesional y administrativo del Estado venezolano, y en 2007, como parte de su proyecto de construir el socialismo, nacionalizó La Electricidad de Caracas, una de las empresas privadas más emblemáticas del país que le prestaba ese servicio a la capital.
En 2003 los expertos venezolanos en el tema advirtieron que se avecinaba una crisis en el sector por falta de mantenimiento, pero como en tantas otras áreas el alto gobierno no les prestó atención pues el proyecto político era la obsesión.
Cuando la situación le explotó en la cara en los años 2009-2010, Chávez se buscó la peor asesoría del mundo para resolver el problema: Fidel Castro.
El dictador cubano lo persuadió de comprar plantas termoeléctricas que funcionaran en las distintas regiones del país. Generación distribuida, la llamaron. Un esquema que Venezuela había superado 50 años antes y que no tenía nada que ver con un país con capacidad casi ilimitada para generar energía hidroeléctrica.
Desde el Colegio de Ingenieros de Venezuela se cuestionó la viabilidad de ese plan. Se dijo que el problema central no estaba en la generación (la sequía era transitoria), sino en el deplorable estado de la red de transmisión y distribución. Pero Chávez decidió resolver la crisis culpando a los gobiernos anteriores por haber construido represas en la parte baja del río Caroní.
Las inversiones requeridas por ese plan se le impusieron a Petróleos de Venezuela (PDVSA) y la mayoría de las adquisiciones se triangularían (como no podía ser de otra manera) por Cuba.
Así fue como se inició uno de los más grotescos esquemas de corrupción de la era chavista, donde se enterraron decenas de miles de millones de dólares que no resolvieron el problema (por el contrario, lo agravaron) pero sí enriquecieron a algunos amigos del régimen.
A todo lo anterior hay que sumar el caos de gestión que siempre ha caracterizado al chavismo, donde distintos grupos pugnaban unos contra otros; el grupo de PDVSA contra el Ministerio de Energía Eléctrica que se creó para enfrentar la coyuntura, así como dentro de la empresa estatal Corpoelec que centralizó todo el servicio nacional. Y por su parte los sindicatos presionando por radicalizar el proceso revolucionario, aunque nunca quedó claro de qué serviría eso.
7 años de falta de mantenimiento provocan un superapagón en Venezuela
No se realizaron las inversiones necesarias en transmisión y distribución (origen del problema) sino en generación (donde estaba el negocio), pero nuevos personajes se sumaron a la boliburguesía surgida al amparo del chavismo, mientras que al mismo tiempo se acusaba a los opositores de estar detrás de cada nuevo apagón.
La “guerra eléctrica”
Lo anterior es sólo una muestra de lo que ha sido el chavismo en el ejercicio del poder en Venezuela. Sus dirigentes han convertido cada fracaso en una batalla política. En una guerra. Por lo visto, cierta desmemoriada opinión pública mundial olvida esto con mucha facilidad.
En 2005 comenzaron las expropiaciones de las miles de hectáreas de tierras productivas con el argumento de dárselas a los campesinos y “combatir a los terratenientes”. Luego se expropiaron la comercializadora de suplementos agrícolas Agroisleña y dos de las más importantes cadenas comercializadoras de alimentos con la consigna de garantizar la “seguridad alimentaria” de los venezolanos.
Ahora Maduro desempolva la guerra eléctrica y acusa a Estados Unidos (y a sus “lacayos”) del corte de suministro más grande y extendido que se recuerde fuera de Corea del Norte o Cuba. Exhibe como su principal victoria no haber caído pese a haber dejado sin servicio eléctrico a toda Venezuela por casi cinco días
¿El resultado? Venezuela se convirtió casi de la noche a la mañana en un importador neto de ciertos rubros en los que era autosuficiente, se afectó la cadena de comercialización, se encarecieron los alimentos y eso, junto con los controles de precios y de cambio, provocaron unos niveles de escasez de alimentos sin precedentes en el país. La respuesta al problema ha sido consignas de corte ideológico, más controles y acusar los empresarios privados.
Esta ha sido la historia de la industria petrolera venezolana desde 2002, escenario principal de las batallas políticas de Chávez. El pináculo de su triunfo fue cuando su ministro de petróleo y presidente de PDVSA, el hoy exiliado Rafael Ramírez, afirmó que la estatal era “roja, rojita”. Una vez más: ¿El resultado? El sector petrolero ha colapsado. Hoy tiene un tercio de su producción de 1998 y apenas refina una fracción del millón de barriles que procesaba ese año.
Es en este estilo de gestión donde encontraremos la causa de fondo que ha provocado el hundimiento venezolano de las últimas dos décadas. Hugo Chávez y Nicolás Maduro, a cada problema de carácter técnico y profesional, le dieron una respuesta ideológica y política.
Así, por ejemplo, ni Chávez ni su heredero colocaron al frente del Ministerio de Energía Eléctrica ni de Corpoelec a funcionarios con experticia profesional sino a cuadro políticos o militares. Técnicamente incompetentes pero leales. Es decir, no dieron con soluciones sino con más problemas. Como vemos, la crisis eléctrica venezolana es un ejemplo perfecto.
Ahora Maduro desempolva la guerra eléctrica y acusa a Estados Unidos (y a sus “lacayos”) del corte de suministro más grande y extendido que se recuerde fuera de Corea del Norte o Cuba. Exhibe como su principal victoria no haber caído pese a haber dejado sin servicio eléctrico a toda Venezuela por casi cinco días.